Ha sido un día del Corpus muy emotivo, por muchas razones. Primero, porque la participación de los fieles este año en la Catedral ha sido sobresaliente: más de 200 niños de Primera Comunión abarrotaban la nave central. También por el hecho de que hubo sus dudas de si la procesión podría realizarse por la lluvia, que finalmente respetó la salida eucarística. Y, sobre todo, porque es quizá uno de los últimos actos presididos por Mons. García Burillo como Administrador Diocesano de Ávila.
GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN EN LA CATEDRAL (fotos: Gonzalo G. de Vega)
Don Jesús se mostró en todo momento muy cercano a los más pequeños, con quienes compartió de tú a tú su homilía. Micrófono en mano, habló con los niños para explicarles la importancia de la fiesta “que ha dado pie a lo que habéis celebrado hace unas semanas o unos días: vuestra Primera Comunión. Hoy, con todos los cristianos de Ávila vamos a renovar ese Sacramento que recibisteis”.
“La presencia del Señor es un Misterio”, les explicaba Mons. García Burillo. “Es algo que no vemos y no sabemos explicarlo muy bien. Y es que Jesús nos quiere tanto que nos ha dado su vida y se ha querido quedar con nosotros para siempre. Pero no sólo en el altar sino en nuestro corazón. El Señor estuvo pensando cómo lo haría porque no era fácil. Y lo hizo en un día en que estaba cenando con sus amigos en la Pascua. En aquella cena Jesús hizo algo admirable. Y cuando comulgaron, Jesús estaba dentro de ellos”.
Con la ayuda de los pequeños, nuestro Administrador Diocesano desgranó las tres claves de la fiesta del Corpus: “Presencia (Jesús está en el pan y en el vino. Está con todos, también con la gente más sencilla), Amor (la comunión del cuerpo y sangre hace que seamos uno con Jesús) y Sacrificio (Jesús se entrega al Padre y a nosotros)”.
Tras la Eucaristía, se colocó solemnemente la Sagrada Forma dentro de la Custodia de Juan de Arfe. Pero, justo al momento de intentar salir a la calle, comenzó a llover, por lo que los miembros de las cofradías y los niños de Comunión retrocedieron al templo. Allí se esperó una media hora para ver si cesaba la lluvia, que finalmente desapareció y se pudo iniciar la procesión. Una lluvia que se presentaba tímidamente de nuevo en el Mercado Grande, justo en la primera estación de adoración eucarística. Sin embargo, se decidió continuar con la marcha al ver que escampaba de nuevo.
La procesión llegó así a los tres altares restantes (el primero, de la Hermandad de la Estrella, estaba ubicado en la Calle San Segundo): Medinaceli en el Arco del Alcázar, Veracruz (con el imponente paso de la Santa Cena) en la plaza Teniente Arévalo, y la Esperanza en el lateral de la iglesia de San Juan. Ya en el Mercado Chico, de nuevo se paró la comitiva para un nuevo momento de adoración, que se repitió ya a la llegada a la Catedral, donde Don Jesús bendijo a todos los asistentes con el Santísimo.
GALERÍA DE IMÁGENES DE LA PROCESIÓN (fotos: Gonzalo G. de Vega)