Carta Pastoral sobre Santa Teresa como modelo de santidad

Estandarte de la Canonización de Santa Teresa siglo XVII), conservado en Alba de Tormes.

“Teresa de Jesús, modelo de santidad siempre”. Así se titula la nueva carta pastoral del Obispo de Ávila, que acaba de ver la luz en este tiempo de Pascua, con motivo de la celebración del Año Jubilar por el IV Centenario de la Canonización de Santa Teresa.

Una reflexión pausada y serena en la que Mons. Gil Tamayo ahonda en la importancia de la santidad “a la que estamos llamados en el seguimiento de Cristo”. Santidad que, en este Año Jubilar, pone “en un primer plano de nuestra vida diocesana”, al coincidir en el tiempo no sólo este aniversario de la canonización de la Santa abulense, sino también el IV Centenario de la beatificación de San Pedro de Alcántara.

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Tras poner de relieve el hecho de que “la Iglesia nunca ha dejado de invitar a sus hijos a ser santos” (especialmente en el Vaticano II con Lumen Gentium y con la exhortación del Papa Francisco Gaudete et Exultate), el obispo de Ávila busca, a lo largo de 36 páginas, responder a unas preguntas muy sencillas: “¿qué significa realmente ser santo?, ¿por qué merece la pena serlo?, ¿qué hacer para conseguirlo?”.

Asimismo, las páginas finales de esta Carta Pastoral incluyen los Decretos de Penitenciaría Apostólica por los que se concede a Ávila este año la Indulgencia Plenaria, así como las condiciones de lucrarla.

Al principio, la llamada

Mons. Gil Tamayo recuerda que el aniversario de la canonización de Santa Teresa ha coincidido este año con la lectura evangélica de dicho pasaje, que nos recuerda que “el camino de la santidad comienza con una llamada”. En este apartado, desgrana las distintas llamadas que recibe un cristiano a lo largo de su vid, y cómo necesita de la ayuda del Espíritu para su discernimiento. Asimismo, detalla una por una las distintas llamadas que recibió Teresa de Jesús a lo largo de su vida, y cómo influyeron en su camino de santidad: de niña (en la familia), de adolescente (con María de Briceño en el Convento de Gracia), y la que supone su “conversión definitiva” hacia la vida contemplativa (ante la imagen el “Cristo muy llagado”). 

En el monte de la oración

Al igual que en la Transfiguración se nos detalla que “Jesús sube al monte para orar”, Teresa es una insigne maestra de oración. Fijándose en la tabla central del retablo de la Catedral de Ávila, que muestra la Transfiguración, Mons. Gil Tamayo realiza en este apartado una catequesis plástica, de la mano de la Santa, de cada una de las imágenes que en ella aparecen, relacionadas con la necesidad profunda de orar, y de hacerlo a la manera de Teresa: “tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”.

La luz de la santidad

A lo largo de la Sagrada Escritura, hemos visto cómo se señala a Jesús como Santo por ser el Hijo de Dios. Por eso “ser santos supone una participación en el mismo ser de Dios”. “Los cristianos, por la unión estrecha que gracias a los Sacramentos tenemos con el Espíritu de Jesús, somos santos al participar de todo lo que Jesús es”. Pero, si tenemos esto en cuenta, si consideramos que la Iglesia en su conjunto es santa, “¿cómo explicar el pecado de sus miembros? Y, si todos los cristianos son llamados en la Escritura “santos”, ¿por qué algunos como Teresa de Jesús son canonizados? ¿Cuál es la diferencia entre ellos y los demás?

El pecado de los cristianos en el seno de la Iglesia santa

A estas preguntas trata de responder el obispo en los siguientes apartados. Comenzando por el pecado, que nos aleja de la familia que es la Iglesia, y ante el cual, viendo la “gravedad de los pecados de algunos bautizados, muchos se pregunten si de verdad la Iglesia es santa”. Esa es precisamente la respuesta a la segunda de las preguntas planteadas: por eso la Iglesia canoniza a a algunas personas, hombres y mujeres frágiles como nosotros, pero que han acogido “de tal forma la acción del Espíritu en sus vidas que se vislumbra en ellos de forma evidente esa participación en Cristo accesible a todo bautizado”. Santos a los que podemos pedir su intercesión porque precisamente participan en el ser de Dios en Cristo por medio del Espíritu. Y santos grandes también que nos encontramos día a día no sólo en el martirologio, sino en lo que el Papa Francisco llama “los santos de la puerta de al lado”.

¡Atrevámonos a ser santos!

Una llamada muy concreta y clara hacia la acción, pues “la santidad es el camino de la Iglesia”, destaca Mons. Gil Tamayo. Una santidad que exige de nosotros una dedicación total, una entrega de cada uno. Una santidad no reservada “a una minoría o a una especie de ‘élite espiritual”. Todos estamos llamados a ella desde nuestro bautismo, y a ella nos invita precisamente el obispo abulense, a ser santos en el día a día, para contribuir “a que el bien, la verdad y la belleza vayan conquistando el mundo”. 

Santos alegres

“Nada necesita más el mundo y la Iglesia que santos, los que han seguido a Cristo en sus circunstancias de la vida concreta. Pero eso sí: santos alegres que contagien el Evangelio”. En este punto, Mons. Gil Tamayo recuerda las palabras del Papa Francisco en la carta que escribió a Mons. García Burillo en 2015 por el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa: “La verdadera santidad es alegría, porque ‘un santo triste es u triste santo'”. Parafrasea así el Papa a la propia Santa Teresa, para recalcar el hecho de que nada puede hacer más feliz a una persona que caminar en santidad con Cristo, y eso e h de ver reflejado en sus acciones cotidianas.

Mirar a Santa María, Reina de todos los santos

Para finalizar, Mons. Gil Tamayo alude a la figura de la Virgen, recogiendo las palabras finales del Papa Francisco en Gaudete et Exultate, “e invocando al Espíritu Santo que obra en nosotros la santidad”.