Una delegación de nuestra diócesis, compuesta por miembros de la Delegación diocesana de Enseñanza y de los colegios diocesanos participó el pasado sábado en la sesión final del congreso «La Iglesia en la Educación: presencia y compromiso» organizado por la Conferencia Episcopal Española (CEE), a través de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura. De Ávila también asistieron miembros de Pastoral Universitaria, de la UCAV y de la Fundación Tellamar.
A esta sesión final se ha llegado después de un proceso de trabajo que se inició el 2 de octubre en Barcelona, donde arrancó la fase previa. Una fase que se ha volcado en potenciar la participación y la reflexión conjunta de toda la comunidad educativa. Durante este tiempo, se han desarrollado nueve paneles de experiencias que han permitido presentar 78 proyectos que se desarrollan en distintos ámbitos educativos (varios de ellos, abulenses). Además, la página web del Congreso ha estado abierta para recibir las experiencias y reflexiones de toda la comunidad educativa.
Todas estas aportaciones se han sintetizado en los documentos marcos, que se pueden consultar AQUÍ
Palabras de saludo de Mons. Carrasco Rouco y del cardenal Omella
El presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura, Mons. Alfonso Carrasco, ha sido el encargado de abrir el Congreso. En sus palabras de bienvenida, ha reconocido que «estamos impresionados viendo la riqueza y la abundancia de la vida educativa de la Iglesia”.
Después ha subido al escenario el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, que ha traído el mensaje del papa Francisco a los participantes en este encuentro. Antes de su lectura, el cardenal Omella ha pedido una oración por la salud del Santo Padre, que hoy ha tenido que suspender su agenda por un resfriado. También se ha rezado, antes de comenzar las intervenciones, por la víctimas del incendio de Valencia.
El presidente de la CEE, ha cambiado sus palabras por las del Santo Padre. Pero ha invitado a leer su texto, al que se puede acceder aquí.
A los participantes del Congreso «La Iglesia en la Educación. Presencia y Compromiso»
Santa Marta, 20 de febrero de 2024
Queridos hermanos,
os saludo a ustedes participantes del congreso convocado por la Conferencia Episcopal Española en Madrid. He sabido que hace cien años tuvo lugar otro gran congreso semejante promovido por los obispos de España. La misión educativa de la Iglesia permanece a lo largo de los siglos. Entonces y ahora nos impulsa una misma gran esperanza que brota del Evangelio, con la que miramos a todos, empezando por los más pequeños y vulnerables.
La educación es, ante todo, un acto de esperanza en quien tenemos delante, en el horizonte de su vida, de sus posibilidades de cambio y de contribución a la renovación de la sociedad.
Hoy, la misión educativa tiene una urgencia particular, por eso he insistido en un pacto educativo global, cuya prioridad es saber poner en el centro a la persona.
Todos tienen derecho a la educación, nadie debe ser excluido. No puedo dejar de recordar a tantos niños y jóvenes sin acceso a la educación en diversas partes del mundo, que sufren opresión e incluso la guerra y la violencia.
Me alegro mucho de que vosotros queráis hacer propia esta urgencia de la educación en este congreso. Trabajad por vuestras necesidades, en España, sin olvidar a nadie. Sed sensibles a las nuevas exclusiones que genera la cultura del descarte. Y no perdáis nunca de vista que la generación de relaciones de justicia entre los pueblos, la capacidad de solidaridad con los necesitados, y el cuidado de la casa común pasarán por el corazón, la mente y las manos de quienes hoy son educados.
Lo propio de la educación católica en todos los ámbitos es la verdadera humanización, una humanización que brota de la fe y que genera cultura.
Cristo habita siempre en medio de nuestras casas, habla nuestra lengua, acompaña a nuestras familias y a nuestro pueblo.
Cómo olvidar la presencia y el compromiso de la Iglesia con la educación en vuestra tierra, de tantas personas y comunidades que han contribuido con su labor a la identidad cultural de vuestra sociedad, y que han enriquecido incluso el camino de la Iglesia universal.
Los animo a que sigan reflexionando y caminando juntos, a que valoren su identidad y su fe. La educación es una labor coral, que pide siempre colaboración y trabajo en red; no se queden nunca solos, eviten la autorreferencialidad. La educación no es posible sin apostar por la libertad abriendo paso a la amistad social y a la cultura del encuentro.
Agradezco que la Iglesia en España haya querido mirar a su misión educativa en toda su amplitud. Podría decirse que es un signo de los tiempos. También doy gracias en especial a todos los educadores, agentes y protagonistas de la educación, a veces cansados y poco valorados hoy. Vuestra misión es querida por Dios y es muy importante para vuestros hermanos.
Jesús bendiga a las familias que tienen que educar a sus hijos y a todos los que estáis entregados a la misión educativa de la Iglesia. La Virgen Santa los cuide.
Estoy cercano a todos ustedes y los aliento a seguir siendo artesanos de la paz. Rezo por ustedes. Por favor, háganlo por mí.
Que Jesús los bendiga y nuestra Madre de Guadalupe los cuide. Fraternalmente.
Mañana del 24 de febrero: trabajo por ámbitos temáticos
El programa del 24 de febrero se ha estructurado siguiendo la metodología de trabajo de la fase previa, que se ha organizado en torno a nueve ámbitos temáticos en los que la Iglesia está presente: colegios de ideario cristiano; profesorado de Religión; centros de educación especial; educación no formal; centros de Formación Profesional; universidades; profesorado cristiano; colegios mayores y residencias universitarias; y buenas prácticas de coordinación entre parroquia-familia-escuela.
Así, por la mañana, los participantes en el congreso se han agrupado por cada uno de estos ámbitos. En la Fundación Pablo VI han estado los del ámbito colegios. En el Palacio de Congresos de IFEMA, el resto de ámbitos.
Para los trabajos por ámbitos, se han programado distintas intervenciones. En total, se ha contado con más de 20 ponentes procedentes de distintos organismos internacionales como la Federación Internacional de Universidades Católicas, la COMECE, o la red DB Tech Europe que reúne los centros de formación profesional salesianos y sus redes en Europa.
También han participado representantes de distintos ámbitos educativos a nivel nacional y regional, como la Asociación Nacional de Colegios de Educación Especial (ANCEE); el Consejo de Colegios Mayores Universitarios de España; o la Asociación de Centros de FP de Euskadi (HETEL). Además del ámbito universitario, tanto público -Universidad Complutense y Universidad Autónoma- como de ideario cristiano – Universidad Pontificia Comillas o la Universidad Ramon Llull-. Entre los ponentes también había presencias significativas del ámbito religioso diocesano y laical.
Tarde del 24 de febrero: encuentro conjunto en IFEMA
Por la tarde, todos los congresistas se han reunido en el Auditorio de IFEMA, de las 16.00 a las 19.00 horas. Para esta parte en común, se han programado tres ponencias a cargo del prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, cardenal José Tolentino de Mendonça; el director del programa de Maestría en política educativa internacional de la Universidad de Harvard, Fernando M. Reimers, que es miembro de la Comisión sobre los Futuros de la Educación de la UNESCO y ha participado en la redacción del informe Reimaginar “Juntos Nuestros Futuros. Un Nuevo Contrato Social Para la Educación”, y la catedrática emérita de Historia de la Educación de la Universidad de Sevilla, Consuelo Flecha García. Unas intervenciones que han presentado tres miradas de elogio a la Educación, por su contribución a la construcción social y al bien común.
Ponencia del cardenal José Tolentino
El cardenal Tolentino ha agradecido la invitación a participar en este congreso sobre la presencia de la Iglesia en la educación, valorando el ámbito educativo como una de las misiones más importantes de la Iglesia. Ante los desafíos a los que se enfrenta hoy el campo cultural y educativo, ha destacado el sentido de unidad para orientar nuestros esfuerzos en la misma dirección. Además, ha recalcado el vínculo entre evangelización y educación: “la educación es un mandato, viene de lejos y nos conduce hacia el futuro”.
En su ponencia ha elogiado la extraordinaria e importante presencia mundial de la Iglesia en el campo de la educación sin olvidar la Declaración Gravissimum Educationis, del Concilio Vaticano II, que recuerda: «Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación» (n.1). Así pues, para el ser humano, la educación es un derecho. Para la Iglesia, para el ser humano, la educación es un deber.
Con respecto al debate actual sobre temas de educación, ha asegurado que en los últimos años hemos asistido a un resurgir de la atención hacia el ámbito educativo. Un despertar que muestra cómo la escuela se percibe cada vez como un lugar humano que debe ser repensado y apreciado por la comunidad. El cardenal Tolentino ha resaltado que el diagnóstico que hacen pedagogos, psicólogos y psiquiatras de la población infantil y juvenil es de una generación herida: “No podemos pensar que el mundo precario en el que vivimos no contamina el ánimo de los jóvenes. Contamina, asusta y enferma, como lo demuestra claramente el aumento de los problemas de salud mental entre la población escolar”. Además, ha rescatado las palabras del filósofo Jean-Luc Nancy quién recoge en uno de sus escritos: «las generaciones no se saben ni se sienten generadas, sino más bien despojadas, abandonadas o incluso dejadas al borde de un camino […], en un región confusa y desprovista de pistas y señales».
Durante su presentación, el cardenal Tolentino ha enumerado las dos propuestas educativas de mayor importancia a nivel internacional: la del Pacto Educativo Global (GCE) del Papa Francisco y la del Nuevo Contrato Social para la Educación de la UNESCO. Ambas, según Tolentino, se basan en los principios de cooperación y solidaridad, la atención a la ecología, la valorización de los docentes, la inclusión, la equidad y la implicación de todos en la construcción del futuro de la educación.
En un contexto de emergencia, el cardenal Tolentino ha invitado a educar para la fraternidad tal y como también señala el papa Francisco. Una de estas emergencias se refiere al cierre o alienación de varias escuelas católicas debido a diversas dificultades. Entre ellas, destaca, la feroz competencia que existe en el ámbito educativo “el cual es visto por los grandes fondos económicos como una actividad rentable o lucrativa”.
Entre los retos futuros, el cardenal Tolentino ha nombrado a la inteligencia artificial. “El gran desafío que ha involucrado de lleno al mundo de la educación en los últimos años es el de la revolución digital”, ha asegurado. Además, ha resaltado el llamamiento a los líderes mundiales que ha realizado el papa Francisco para que se firme un tratado internacional. En este sentido, ha insistido en que tenemos que trabajar para que la IA se convierta en las escuelas y en las universidades, no en un colapso del sistema, sino en una oportunidad para reforzar la dignidad humana y la fraternidad. Es una realidad que el impacto de la Inteligencia Artificial en la educación es significativo y está en constante evolución. En esta línea, el Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, ha insistido en que la Inteligencia Artificial no reemplaza al ser humano: “El ser humano debe ocupar el centro y debe seguir teniendo la tutela. No hay educación sin el encuentro entre las personas”.
Finalmente, el cardenal Tolentino ha mirado al futuro de la educación: “no tengamos miedo de unir a todos los actores sociales en torno a una causa común como es la educación. Hagámoslo también nosotros. Asumiendo la tarea educativa, no sólo estamos gestionando el tráfico de piedras de un lugar a otro, sin que juntos estamos construyendo una catedral, ha concluido.
Ponencia de Fernando M. Reimers
El profesor Reimers ha agradecido la invitación a participar en este congreso sobre la presencia de la Iglesia en la educación que valora como una magnífica oportunidad para contemplarla en su conjunto y explorar posibilidades de mejora a partir de la propia experiencia. Ha vinculado la educación con la necesaria formación integral en la que ha reclamado un lugar esencial para los derechos humanos; entre los fines de la educación ha destacado el necesario desarrollo de las competencias y valores que posibilitan a los estudiantes «convertirse en arquitectos de su propia vida y contribuir responsablemente al mejoramiento de las comunidades de las que forman parte».
En su ponencia ha elogiado la educación, desde sus orígenes que ha recordado, tanto en el mundo oriental como occidental. Ha recordado que la primera escuela pública y gratuita abierta a todos fue establecida por José Calasanz, en Italia, también por Juan Bautista de La Salle, en Francia. Desde aquellos inicios de la escuela formal se ha universalizado el derecho a la educación y se ha consolidado como un pilar fundamental en la construcción de sociedades justas y equitativas. Ha subrayado cómo «la educación ayudará a los estudiantes a entender el mundo en que viven, orientarles en el laberinto de la vida». Por ello, concluye, las instituciones educativas son imprescindibles para mantener y renovar la civilización. Y ha reivindicado que «la educación tiene un valor intrínseco y no debe ser vista simplemente como un medio para alcanzar fines económicos o sociales».
A la hora de identificar los desafíos contemporáneos de la educación ha valorado y propuesto como referencia la Declaración Universal de los Derechos Humanos y su expresión en los Objetivos de Desarrollo Sostenible indicados en 2015 por las Naciones Unidas, también ha citado el reciente informe de la UNESCO de 2021 sobre los futuros de la educación. Las prioridades de la educación, según estas referencias éticas universales, son superar la pobreza y la exclusión, a la vez que superar los desafíos del cambio climático, la democracia en el mundo y la violencia dentro de las naciones, incluidas las guerras. También ha explicado que, ante problemas éticos de nuestra sociedad, como «la corrupción, la desigualdad, la intolerancia, la polarización y el populismo», la educación puede contrarrestarlos cultivando el pensamiento crítico, la comprensión de la complejidad de la sociedad y su de historia. Al enseñar respeto por los demás, ha concluido, la educación construye los cimientos del compromiso esencial con la vida democrática».
Finalmente, el profesor Reimers ha mirado al futuro y se ha preguntado «¿cómo avanzamos?». Su respuesta, inspirada en la iniciativa mundial de innovación educativa de Harvard, prioriza el valor de la educación integral de los estudiantes. Para ello ha recomendado que los currículos de las naciones incorporen la taxonomía de tres aprendizajes esenciales: cognitivos (conocimientos, creatividad, y capacidad de trabajar con perspectivas diversas), intrapersonales (ética, responsabilidad, autorregulación emocional) e interpersonales (trabajo en equipo, colaboración y liderazgo).
Sin duda, en estos desafíos del futuro de la educación planteado por el profesor de Harvard, los principios y valores propios de la visión cristiana de la vida son una contribución necesaria e insustituible. La aportación de la Iglesia a la educación, junto con otros actores sociales y culturales, son todos imprescindibles para construir la sociedad justa, diversa e inclusiva cuya utopía es ya patrimonio ético de la humanidad.
Ponencia de Consuelo Flecha García
La catedrática emérita de Historia de la Educación en la Universidad de Servilla, Consuelo Flecha García, ha sido la encargada de la tercera y última ponencia, en la que ha hecho una mirada a la Educación desde su historia.
Antes de comenzar este repaso, ha tenido un recuerdo para el Primer Congreso Nacional de Educación Católica que se celebró en Madrid hace 100 años, en 1924. La Junta Central de Acción Católica fue la promotora y su propósito “establecer relaciones más estrechas entre todos los elementos que se consagran en España a la noble empresa de la educación católica”. Cien años después, “estamos de nuevo en un Congreso sobre la Iglesia en la Educación” pero en una sociedad muy distinta, “cualquiera que sea la variable de análisis que elijamos”.
Consuelo Flecha ha hecho memoria del cuándo, para quiénes y por qué, “de unos procesos educativos que nos han traído hasta el hoy de una Iglesia implicada en múltiples espacios educativos con diferentes formas la presencia”. Entre otras: “mediante profesorado católico en los distintos niveles de enseñanza y centros de titularidad estatal. Mediante el compromiso institucional de centros católicos, donde, junto a las familias religiosas, hay laicos, profesoras y profesores. Son las presencias con mayor visibilidad. Y mediante la asignatura de religión en las aulas, con el buen hacer de un profesorado capacitado”.
Unos procesos educativos en los que hasta finales del siglo XVIII el Estado no comienza a plantearse su papel en el fomento y sostenimiento de la Enseñanza. Pero en el que la presencia eclesial tiene una historia larga, que la ponente ha compartido a grandes trazos. Las instituciones eclesiales articularon una cultura escolar destinada a la alfabetización. Ya en la Alta Edad media, además de la actividad educadora directa, en las escuelas externas de los monasterios se atendía a una población sin otra posibilidad de acceso a recursos culturales.
La Iglesia ha estado presente en el nacimiento de las universidades a la vez que las órdenes religiosas crearon instituciones educativas propias. Se iniciaron los colegios femeninos, con enseñanza gratuita. Se atendió, igualmente, a la formación de quienes iban a ser dirigentes ocupando cargos en la sociedad, a la educación de príncipes, como titulaban los manuales.
En la Ilustración, ha señalado la ponente, se da el paso “del antiguo al nuevo régimen”. Con cambios “en la visión de la sociedad, la ciencia, la persona, requerían una presencia educadora de la Iglesia que los tuviera en cuenta. Este proceso no se libró de las crisis que produce convivir con grupos que los acogen y promueven, junto a otros que únicamente ve peligros en ellos”. Otro cambio fue la implicación Estado en la educación, lo que implicó para los colegios católicos, “asumir los objetivos y condiciones marcados por los gobiernos. Aparecieron evidencias de distanciamiento, real y simbólico, por desconfianza y descalificaciones, vividas con inquietud por quienes habían tenido, hasta entonces, el protagonismo casi exclusivo en la enseñanza”.
Desde el segundo tercio del siglo XIX, la relación entre Iglesia y Estado se convirtió “en un tema recurrente y no fácil de gestionar”. Entre las cuestiones que levantaron intensos debates, Consuelo Flecha ha enumerado: “Escuela confesional o no confesional. Integrismo-Progreso. Ciencia moderna-Religión. Ortodoxia-libertad de cátedra. Inspección del Estado-Inspección de la Iglesia. Libertad de enseñanza-Hegemonía estatal”. Una secuencia “de logros y de carencias en los intentos de conciliar tradición y modernidad, secularización e identidad nacional, en lo que se invirtió mucha energía y generó demasiados conflictos”.
En la segunda mitad del siglo XIX y primera década del XX, ha recordado, los colegios católicos se incrementan, con nuevas órdenes religiosas “que se sumaron en la tarea de enseñar”. “Se prestó especial atención “al magisterio, cuerpo docente sobre el que recaían distintas influencias, con iniciativas en el mundo católico de apoyo a una formación mejor”. Además, muchos de los centros “incorporaron metodologías renovadas, corrientes didácticas surgidas en el extranjero”. Un conocimiento “de primera mano que tuvo efectos positivos en los colegios y profesorado católico español”.
Avanzando en el siglo XX, se “han vivido etapas muy diferentes desde el punto de vista del contexto sociopolítico, con obligadas adaptaciones, dolorosas unas, satisfactorias otras. Pero en ningún momento faltó la presencia de la Iglesia en la educación. Ambivalencia en la Dictadura primorriverista, decisiones paralizadoras en la Segunda República, facilidad, no exenta de intereses, en la Dictadura de Franco; y en la democracia, con constante necesidad de dialogar, debatir, reclamar, ceder, consensuar”.
En esta larga historia, “hemos de reconocer también, periodos de métodos y procedimientos asentados en la rutina, de programas ajenos a las nuevas ciencias, de posturas desacertadas, pero sin abandonar el horizonte deseado”. En unos momentos “se encontraron soluciones a las dificultades, en otros, el paso del tiempo acostumbró a los cambios inevitables”. Pero Consuelo Flecha ha terminado su intervención “con la certeza de que no nos falta el ánimo para continuar, aquí y en países donde faltan infraestructuras educativas y personal para cubrir las finalidades formativas básicas. Mucho ánimo para todo ello, sabiendo que todos hemos de cooperar, que cada cual tiene su sitio, su deber y su responsabilidad”.
Puesta en común y palabras de clausura de Mons. Carrasco Rouco
Después de las ponencias, ha sido el momento de la puesta en común, con una breve intervención de un representante de cada uno de los nueve ámbitos en los que se ha trabajado.
También han servido como colofón a estos meses de trabajo las palabras de Mons. Alfonso Carrasco Rouco, que ha vuelto a subir al escenario para cerrar el encuentro y agradecer el trabajo de todos los que han hecho posible este congreso: la Comisión, los equipos motores, panelistas, ponentes, delegados diocesanos, y voluntarios.
Este congreso que estamos celebrando juntos, “La Iglesia en la educación”, ha explicado, se ha entendido desde el inicio como un acontecimiento. Se sitúa en el horizonte de una vida ya existente y real, que es nuestro verdadero punto de partida, y está pensado con la forma de un encuentro y con la participación como método, para que nos ayude a ser conscientes de nuestra identidad y a asumir en común nuestra misión educativa».
El arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, ha sido el último en tomar la palabra, pero su intervención ha sido para dirigir la oración, invitando al silencio para dejar que el Espíritu actúe.
Así, con una oración, se ha puesto el punto final a estos meses de trabajo. Aunque Pero hoy es el punto de partida para acoger, celebrar y renovar la presencia y el compromiso de la Iglesia con la Educación y hacer su aportación específica a los retos y desafíos que se plantean a nuestras propias instituciones e iniciativas educativas en este momento particular.