Hoy martes comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se desarrollará hasta el 25 de enero, coincidiendo con la fiesta de la Conversión de San Pablo. El lema de este año es «Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (cf. Mt 2, 2). Un texto bíblico que se inspira en la visita de los Reyes Magos al Rey recién nacido en Belén.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos vuelve a interpelar, poniendo como un espejo ante nuestra vista la falta de unidad que nos aqueja, restando así significado a nuestra presencia en el mundo”. Y añaden, “el avance de la descristianización de Europa inquieta la conciencia de las Iglesias y Comunidades eclesiales, preocupadas por la pérdida de identidad cristiana del Occidente, cuya cultura y comprensión de la vida, del origen y destino del ser humano no podría entenderse sin la referencia de su propia historia al Evangelio.
Por eso, en estos días de ecumenismo, queremos invitar especialmente a tener presente a los cristianos del Próximo Oriente, en el que «un mosaico de Iglesias y Comunidades eclesiales se esfuerza por mitigar los enfrentamientos políticos y las acciones de guerra y violencia que no cesan y que tanto han afectado a la sociología cristiana en el gran escenario de la historia sagrada. La nueva evangelización es tarea de todos, y la misión requiere hoy de las Iglesias y Comunidades un trabajo de conjunto.
El camino hacia la unidad
Los cristianos estamos llamados a ser una señal para el mundo de que Dios trae consigo la unidad. Procedentes de diferentes culturas, razas e idiomas, todos compartimos la búsqueda común de Cristo y el deseo común de adorarlo.
Desde aquellas palabras de Jesús, recogidas en el Evangelio de San Juan e integradas en la llamada «oración sacerdotal», nunca en la Iglesia se ha dejado de orar por la unidad. El texto evangélico dice: «Padre, te ruego por ellos, para que sean uno, como tú y yo somos uno, para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Todas las liturgias antiguas, tanto orientales como occidentales, poseen bellas oraciones que repiten, a su manera, aquella oración del Señor Jesús poco antes de padecer.
Pero cuando las polémicas y enfrentamientos se consuma-ron y dividieron el cristianismo en Iglesias enfrentadas, la urgencia por la vuelta a la unidad visible se hizo un grito —desgraciadamente no un clamor— y aquella oración de Getsemaní se convirtió en una necesidad sentida por los mejores espíritus de cada una de las comunidades separadas. Existe una larga tradición en las Iglesias cristianas de orar por la unidad. Los textos litúrgicos de las comunidades católicas, ortodoxas, anglicanas y protestantes poseen hermosas plegarias para pedir al Espíritu preservar o devolver —según los casos— la unidad de la Iglesia. Pero además de las expresiones litúrgicas oficiales por la unidad, apareció muy pronto entre los cristianos divididos una orientación marcadamente ecuménica que ponía todo el énfasis en la plegaria por la unidad de las Iglesias divididas —en plural— que, sin menoscabo de la tarea doctrinal, se dio cuenta de que el camino real hacia la plenitud de la unidad pasaba por la convergencia y concordia de corazones en la plegaria común compartida por todos.
La Semana de Oración es el momento en el que la obediencia que las Iglesias deben a Cristo respecto a ser uno «para que el mundo crea» se hace plegaria humilde y esperanzada. La espiritualidad de la Semana hace que la tarea (lo que los cristianos y sus Iglesias deben trabajar en orden a la restauración de la unidad) se ponga bajo la perspectiva del don (sabiendo que la unidad finalmente es más don divino que realización humana).