“¡Qué sería de Ávila sin Santa Teresa!”

 

Era un día especial, marcado en el calendario abulense. El 28 de marzo se cumplían 507 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, una “campeona de la santidad”, como la definía el obispo diocesano, Mons. Gil Tamayo. La que fuera su casa natal, donde ahora se encuentra la iglesia del convento de los Padres Carmelitas, acogía una Misa solemne por este aniversario, que tuvo una gran participación de fieles. También de presbíteros, pues junto a D. José María, concelebraron, entre otros, el obispo emérito de Ávila, Mons. Jesús García Burillo, y el Padre David, Prior del convento.

De la Santa abulense quiso destacar el obispo la actualidad de su mensaje, en el que nos recuerda la necesidad de una llamada a lo esencial, “la primacía de Dios”. Algo que parecemos haber olvidado “cuando se le deja al margen o materializado, cuando el hombre y sus intereses se ponen por delante. Ese querer relegar lo religioso a la intimidad de templos o conciencias nos lleva a un acomplejamiento en el que no nos atrevemos a manifestar muestras creencias o las dejamos solo para las fiestas. Esa fe de poner a Dios por encima de todo, como Teresa, es la que necesitamos en estos tiempos recios, de desacralización, de secularización. Hemos de recuperar la fe sencilla, sin artificio, alegre, que contagie. Como la Santa, que pone toda su convicción en Dios, tengamos también nosotros esa fe de Teresa de confianza en Dios”.

Y, junto a esa recuperación de la fe como guía de nuestra vida personal y social, una llamada a la santidad, a la que todos los bautizados en Cristo estamos llamados. “Hemos sido hechos hijos de Dios y esa es la razón profunda que nos lleva a vivir la santidad. La santidad no es para unos pocos elegidos y el resto debe conformarse con santidad de tercera división. Dios no nos ha dejado sin talentos. Deposita en nosotros el don de la gracia de responder ante necesidades concretas”, destacaba Mons. Gil Tamayo, para quien todos los santos “tienen un numerador distinto, pero un común denominador, que es el amor a Cristo”. “La santidad es hacerse uno con Cristo. Una vida nueva como nos dice Santa Teresa: poner a Cristo cabe sí”. Y hacer de la santidad un modelo de vida, al estilo de Cristo, cuidando las Bienaventuranzas, desechando “las modalidades de cristianismo no comprometidas con las exigencias del Señor. Eso es lo que nos hace Santos”.

“¡Que sería de Ávila sin Teresa de Jesús, sin San Juan de la Cruz! Los grandes santos nos muestran la contemporaneidad de Dios en el avanzar de la Humanidad. Respondamos nosotros, en el aquí y ahora, al amor de Cristo. Aunemos en nuestra vida una santidad de la puerta de al lado que deja el testimonio cristiano de quien con manera coherente imita a Cristo”, concluyó.

Al término de la Eucaristía, y con las notas musicales del Coro Gregoriano de la Santa, los presentes quisieron homenajear a la patrona de Ávila entonando el “Cumpleaños feliz”. Este era el momento:

Sobre la guerra de Ucrania

Minutos antes, Mons. Gil Tamayo había comenzado su homilía sin poder olvidarse de la invasión de Ucrania y el drama humanitario que está causando en el corazón de Europa. Denunció con pena la “vuelta a la vieja tendencia humana de destrucción de la guerra. No nos basta el sufrimiento de las causas naturales o la pandemia, que nos afanamos en atacar la vida. Y vemos el sufrimiento en mujeres, niños, ancianos. Cristianos hermanos nuestros que huyen de una guerra entre cristianos. ¡Qué poca gloria se da a Dios así!”

Y, ante este ataque de un pueblo libre y soberano, “para el que no hay justificación alguna”, quiso poner una intención de manera especial en manos de nuestra Santa. “Que ella interceda de manera especial para que acabe la guerra”.