Cáritas aboga por un cambio de actitud más fraterno frente a “acciones ocasionales” para frenar la pobreza

Con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres, el Delegado episcopal para Cáritas Diocesana de Ávila, Antonio Luis Nicolás, ha querido destacar cómo la acción caritativa de la Iglesia no son “programas sin más”, sino que nace del Espíritu que nos guía para “reconocer en cada hombre o mujer un hermano que posee identidad propia cuya dignidad inalienable proviene de ser hijo de un Dios que nos constituye en pueblo, en fraternidad”.

En un escrito publicado en la web de Cáritas Diocesana de Ávila, su responsable relfexiona sobre el lema de la Jornada de este año:  “A los Pobres los tenéis siempre con vosotros” (Mc 14,7). “Este versículo del evangelio de Marcos ha inspirado al Papa Francisco su mensaje para la V Jornada Mundial de los Pobres. Los que se encontraban presentes en esta comida en casa de Simón “el leproso” respondieron de distinta manera ante la generosidad de aquella mujer que ungió al Señor con aquel perfume tan valioso. Judas, quien portaba el dinero, se quejó de tanto derroche, “pues se podía haber vendido y haber destinado ese dinero a los pobres”, el evangelista afirma que no era porque le importaran los pobres sino porque se beneficiaba de ellos. Francisco apostilla que quienes no reconocen a los pobres traicionan la enseñanza de Jesús y no pueden ser sus discípulos ya que Cristo es el primer pobre porque en él todos están representados”.

Por eso, Antonio Luis Nicolás considera este mensaje del Papa como “un toque de atención” para que entendamos que “nuestro compromiso no puede consistir exclusivamente en acciones y programas, bien sean de promoción o asistencia, como si de una entidad de Servicios Sociales se tratara: lo nuestro es dejarnos guiar por un Espíritu que nos lleva a reconocer en cada hombre o mujer un hermano que posee identidad propia cuya dignidad inalienable proviene de ser hijo de un Dios que nos constituye en pueblo, en fraternidad”.

“Una obra de beneficencia – continúa –  supone un benefactor y un beneficiario y sin embargo compartir es expresión de esa fraternidad a la que hacemos referencia. Entonces se trata de dejarnos de acciones ocasionales para ir gestando en nosotros una actitud que manifieste coherencia con nuestra fe para que nuestra presencia en el mundo sea creíble”.

Para el Delegado de Cáritas, una Iglesia pobre, una parroquia que reconoce en el pobre a su Señor, “no puede obviar las situaciones que generan pobreza en una sociedad que tiende a ignorar los más elementales principios éticos, desde una degradación moral que construye muros y dinamita puentes, intentando silenciar la voz de quienes tenemos el compromiso de anunciar la presencia entre nosotros de un Reino nuevo de justicia y paz”.

No podemos olvidar tampoco la gran lección que la Covid-19 nos ha dado, “al obligarnos a tal ejercicio de introspección poniendo en evidencia nuestra propia pobreza, nuestra propia vulnerabilidad y nuestro sentido de pertenencia”, destaca Antonio Luis Nicolás (que, recordamos, es también capellán del Complejo Hospitalario de Ávila).

En su misiva, también recuerda cómo la solidaridad con nuestros hermanos va más allá de las fronteras de nuestra diócesis, pues la fraternidad nos implica con todos los seres humanos. Así, nos recuerda la importancia de no dejar en el olvido “la situación que están viviendo nuestros hermanos de la isla de La Palma ante la trágica erupción del volcán de Cumbre Vieja desde el pasado 19 de septiembre y que ha arrasado más de 2000 edificaciones y más de 900 hectáreas de cultivo. Bien es cierto que se están sumando multitud de entidades e instituciones públicas y privadas en un rio de solidaridad más acuciante que los ríos de lava, pero eso no es razón para que dejemos de ejercitar nuestra empatía a la vez que tomamos conciencia de que cada gesto cuenta”.

Ambas lecciones, la pandemia y el desastre natural del volcán, nos sitúan como iguales en medio de un mundo del que hemos abusado al considerar que todo comienza y termina en nosotros mismos. “La Tierra gime y con dolores de parto lanza un grito invitándonos a reconocer nuestra propia pobreza, nuestra propia limitación y a la vez que nos recuerda que todo está conectado, que lo que afecta a nuestros hermanos, de aquí y de allí, nos afecta directamente a cada uno de nosotros“.

Por ello, concluye el Delegado Episcopal para Cáritas Diocesana, es necesario que “reconozcamos nuestra pobreza para reconocer la pobreza del hermano, para reconocer también la presencia de un Dios que no es indiferente, sino que camina, encarnado, junto a su pueblo con entrañas de misericordia porque, por encima de todo, es Padre”.