El pasado domingo, el Papa Francisco inauguró oficialmente el Sínodo de los Obispos, que lleva por título “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”. Comenzó así un camino que finalizará en octubre de 2023 con la celebración del Sínodo de los Obispos en Roma. Un camino, un proceso, al que está invitado a sumarse toda la Iglesia universal. Con esta convocatoria, el Santo Padre invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión. Y es que el camino de la sinodalidad “es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, nos dice el Pontífice.
Este 17 de octubre será la apertura de la fase diocesana del Sínodo en cada Iglesia particular. En nuestra diócesis se realizará esta apertura con una Eucaristía a las 18 horas en la S.A.I. Catedral. En este proceso, estamos llamados a responder a una pregunta fundamental: “¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”.
¿Qué es la sinodalidad?
Tras la estela de la renovación de la Iglesia propuesta por el Concilio Vaticano II, este camino común es tanto un don como una tarea. Al reflexionar juntos sobre el camino recorrido hasta ahora, los diversos miembros de la Iglesia podrán aprender de las experiencias y perspectivas de los demás, guiados por el Espíritu Santo (PD, 1). Iluminados por la Palabra de Dios y unidos en la oración, seremos capaces de discernir los procesos para buscar la voluntad de Dios y seguir los caminos a los que Dios nos llama: hacia una comunión más profunda, una participación más plena y una mayor apertura para cumplir nuestra misión en el mundo.
“Sínodo” es una palabra antigua y venerable en la Tradición de la Iglesia. Indica el camino por el que el Pueblo de Dios camina unido. La Iglesia reconoce que la sinodalidad es parte integrante de su propia naturaleza.
El proceso sinodal es ante todo un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos o una serie de reuniones y debates. La escucha sinodal está orientada a discernimiento. Requiere que aprendamos y ejercitemos el arte del discernimiento personal y comunitario. Nos escuchamos unos a otros, a nuestra tradición de fe y a los signos de los tiempos para discernir lo que Dios nos está diciendo a todos.
El discernimiento implica reflexión y compromete tanto el corazón como la cabeza en la toma de decisiones en nuestras vidas concretas para buscar y encontrar la voluntad de Dios.
Si escuchar es el método del Proceso sinodal y discernir es el objetivo, entonces la participación es el camino.
Objetivo de este Sínodo
Si bien los sínodos recientes han examinado temas como la nueva evangelización, la familia, los jóvenes y la Amazonía, el presente Sínodo se centra en el tema de la sinodalidad en sí.
El actual Proceso sinodal que estamos emprendiendo se guía por una pregunta fundamental: ¿Cómo se lleva a cabo hoy este “caminar juntos” en los diferentes niveles (desde el nivel local al universal), permitiendo a la Iglesia anunciar el Evangelio? Y ¿qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer como Iglesia sinodal? (PD, 2).
El objetivo del Sínodo actual es escuchar y lo hacemos escuchando juntos la Palabra de Dios en la Escritura y la Tradición viva de la Iglesia, y luego escuchándonos unos a otros, y especialmente a los marginados, discerniendo los signos de los tiempos. De hecho, todo el proceso sinodal tiene como objetivo una EXPERIENCIA VIVIDA de discernimiento, participación y corresponsabilidad.
En este sentido, está claro que el propósito de este Sínodo no es producir más documentos. Más bien, su objetivo es inspirar a las personas a soñar con la Iglesia que estamos llamados a ser, hacer florecer las esperanzas de las personas, estimular la confianza, vendar heridas, tejer relaciones nuevas y más profundas, aprender unos de otros, construir puentes, para iluminar mentes, calentar corazones y restaurar la fuerza en nuestras manos para nuestra misión común (PD, 32). Así, el objetivo de este Proceso sinodal no es sólo una serie de ejercicios que se inician y se detienen, sino un camino de crecimiento auténtico hacia la comunión y misión que Dios llama a la Iglesia a vivir en el tercer milenio.
Tema del Sínodo
El tema es “Por una Iglesia sinodal: Comunión, Participación y Misión”. Este tiene tres dimensiones, comunión, participación, y misión. Estas tres dimensiones están profundamente interrelacionadas. Son los pilares vitales de una Iglesia sinodal. No hay jerarquía entre ellos. Más bien, cada uno enriquece y orienta a los otros dos.
Esto implica un proceso de aprender juntos humildemente cómo Dios nos llama a ser como Iglesia en el tercer milenio. Es un proceso de escucha que debe ocurrir en un entorno espiritual que apoye la apertura tanto para compartir como para escuchar. El camino de escucha mutua puede ser una auténtica experiencia de discernimiento de la voz del Espíritu Santo.
En abril de 2021, el Papa Francisco inició un camino sinodal de todo el Pueblo de Dios, que comenzará en octubre de 2021 en cada Iglesia local y culminará en octubre de 2023 en la Asamblea del Sínodo de los Obispos.
¿Quiénes pueden participar?
El objetivo de esta fase diocesana es consultar al Pueblo de Dios para que el Proceso sinodal se lleve a cabo a través de la escucha todos los bautizados.
Se debe tener especial cuidado para involucrar a las personas que pueden correr el riesgo de ser excluidas: mujeres, discapacitados, refugiados, migrantes, ancianos, personas que viven en la pobreza, católicos que raramente o nunca practican su fe, etc.
También deben buscarse medios creativos con el fin de involucrar a niños y jóvenes.
Al mismo tiempo, para participar plenamente en el acto de discernir, es importante que los bautizados escuchen las voces de otras personas en su contexto local, incluidas personas que han abandonado la práctica de la fe, personas de otras tradiciones religiosas, personas sin creencias religiosas, etc.
Es importante centrarse en máxima inclusión y participación, llegar para involucrar al mayor número posible de personas, y especialmente aquellos en la periferia que a menudo son excluidos y olvidados.
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