GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN
Ávila ha celebrado este 3 de mayo la fiesta de su patrón, San Segundo, con las restricciones propias de la pandemia que han hecho que los festejos se ciñan a la solemne celebración eucarística que ha tenido lugar en la Catedral. En ella, Mons. Gil Tamayo ha querido acordarse especialmente de los 8 enfermos que se encuentran actualmente en la UCI del hospital Nuestra Señora de Sonsoles, pero también “de los miles de enfermos abulenses afectados por esta pandemia durante más de un año. Nuestro recuerdo y oración por quienes nos han dejado, y nuestro agradecimiento a quienes nos cuidan, personal sanitario y servidores públicos en todos los escenarios de atención a los demás”. Asimismo, el prelado ha apelado a la unidad y la cohesión social para salir de la crisis y superar las desigualdades endémicas de la ciudad y la provincia, a las que ha calificado de “deuda histórica”.
Todo ello, después de hacer una llamada a la santidad en la sociedad actual, a imagen de San Segundo, intercesor nuestro ante Dios y protector de la ciudad, “heraldo del Evangelio hasta el punto de testimoniar con su vida la fe que profesaba. Nos trajo la fe del Evangelio, que ha transido nuestra historia. nos ha conformado como pueblo y constituye una de nuestras señas de identidad”. Y es que, como afirmaba, un santo no es un adorno para una ciudad, “no es para mirar con orgullo al pasado, para ver con orgullo lo que nos conforma como abulenses. Es para mirar el presente y futuro con las fuerzas e inspiración que nacen de la fuerza de la fe cristiana”.
En este sentido, pedía a los fieles vivir sin complejos nuestra identidad cristiana en esta sociedad del siglo XXI, pues el cristianismo “no tiene fecha de caducidad”, pero tampoco puede ser únicamente costumbrista, “sin referencias a un compromiso transformador de la sociedad”.
“Patrón significa medida. Nuestro patrón es un modelo de nuestra medida de cristianos que no podemos empequeñecer con nuestra mediocridad. Nuestra fe tiene que ser transformadora. Estamos llamados a vivir la santidad. Y esto no puede ser algo del pasado”, continuaba D. José María, que destacaba cómo hemos visto esos “santos de la puerta de al lado” durante esta crisis, “tantos abulenses entregados que sin llamar la atención se desviven por los demás”.
“Nos lo ha dicho el Papa en el mensaje que enviaba con motivo del Congreso sobre Santa Teresa. Estamos en un cambio de época (…) Seamos cristianos auténticos, sin complejos, sin escondernos. Servidores de los demás. No guardemos el cristianismo en la vida privada o en las costumbres. Seamos explícitamente cristianos. Y esto no es cuestión de banderas sino de la fuerza transformadora”, pedía el obispo de Ávila, que hablaba en todo momento de un “compromiso evangelizador”.
“Deuda histórica”
Una fuerza transformadora que se nos exige a todos en unos momentos delicados para nuestra ciudad y provincia. “Reconozcámoslo: tenemos carencias endémicas. No podemos taparlas con maquillaje. Vivimos una desigualdad territorial”, denunciaba Mons. Gil Tamayo. Frente a ello, una llamada a la cohesión social, a la unidad y a superar “cuestiones ideológicas que nos enfrentan. No podemos permitirnos rencillas de corral. No tienen sentido ante la emergencia que tenemos. No es tiempo de buscar el propio interés o de grupo ideológico. Estemos unidos por los demás”. En este sentido pedía seguir el consejo que les dio el Papa Francisco en su encuentro del pasado mes de diciembre, donde le expusieron los problemas de envejecimiento y despoblación de Ávila: “diálogo, diálogo y diálogo. Diálogo hasta la extenuación”.
“Hay una deuda histórica para con Ávila y no podemos olvidarlo. Nuestra provincia no puede estar relegada más tiempo. No se nos puede dejar olvidados. Y esto no es meterse en política: es contar una realidad social”. Una situación en la que de nuevo quería dejar claro que “la Iglesia está y estará en ello. Pero si la iglesia está en ese primer ranking de ayuda a los más necesitados es que algo no funciona en la sociedad civil”.
“Miremos al futuro con esperanza y aprendamos de la lección y consecuencias que nos ha dejado esta dura crisis”, pedía finalmente Mons. Gil Tamayo. “Somos dependientes de Dios y de los demás. Vayamos unidos y tendremos un gran futuro que empieza por el presente”.