En estos días de dificultad, en la que no podemos salir de casa y por supuesto tampoco a la celebración eucarística, sí podemos mantener en tensión, en el buen sentido de la palabra, nuestra vida espiritual tan necesaria en estos momentos. Algunas iniciativas ya han sido recomendadas como seguir la Eucaristía por los medios de comunicación.
No obstante, podemos rezar personalmente en casa, junto a la familia, la oración de Laudes y Vísperas, el santo rosario, el Angelus… son oraciones que también algunos medios de comunicación ofrecen y contribuyen a fortalecer nuestra vida espiritual.
Existe, por ejemplo, una devoción eucarística, que puede ayudarnos mucho, en este tiempo de prueba en el que no podemos participar personalmente de la celebración de la Eucaristía y por lo tanto comulgar. Se trata de la comunión espiritual, que consiste en traer a la memoria a Cristo eucarístico, profesar un gran amor por el Señor, y un deseo grande de recibirlo, recordando así el mandato del Señor de permanecer en su amor. En el fondo se trata de un acto de fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía, y un deseo de estar con Él porque le amamos y le necesitamos.
Se trata de hacer crecer en nuestro corazón, con recogimiento interior, este deseo de recibirle, principalmente en el momento de la comunión, si se está siguiendo la Eucaristía por algún medio de comunicación. Aunque también se puede realizar en otros momentos de silencio y oración que se consideren oportunos. No obstante hay que tener en cuenta que aunque nos puede hacer mucho bien espiritualmente no suple de ninguna manera a lo que es y significa la comunión sacramental.
Para realizar esta comunión espiritual es necesario el recogimiento interior y alentar ese deseo de recibirle en el corazón y pedirle que no permita que nunca nos separemos de Él. Para ello puede ser útil la clásica oración de san Alfonso María de Ligorio, aunque cada uno puede hacer la suya:
Creo, Jesús mío,
que estás real y verdaderamente en el Cielo
y en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
Te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
Que María, mujer eucarística y salud de los enfermos interceda ante su Hijo para que nos proteja y nos guarde en su amor.
Antonio Collado Montero
(Director de la Comisión Diocesana de Liturgia y Director espiritual del Seminario)