Ordenación de diácono de Francisco Javier Calvo Tolosa

La diócesis de Ávila se alegra de anunciar la próxima ordenación de diácono del seminarista Franscisco Javier Calvo Tolosa (30 años) el próximo domingo 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. La S.A.I. Catedral del Salvador acogerá desde las 17 hs esta celebración, que estará presidida por el Obispo de Ávila, Mons. José María Gil Tamayo.

Javier, natural de Las Navas del Marqués (localidad que actualmente más seminaristas tiene de toda la diócesis), dice sentir una “alegría inmensa” por su ordenación, ante la que se muestra “muy ilusionado de dar este paso adelante para servir a la Iglesia diocesana de Ávila”.

Confiesa que la fecha elegida para la ordenación “ha sido una gracia. Estuvimos pensando varias fechas posibles, para que fuera en torno al Adviento. Al final, que se haga el día de la Inmaculada es muy especial. Así podré poner en las manos de nuestra Madre este don y mi vocación, porque ha sido muy importante la figura de María que me ha acompañado en estos años”.

Años intensos de camino, de discernimiento. Llegó al Seminario con 24 años, tras estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. “Cuando empecé la carrera, la vocación era algo muy lejano para mí, aunque una cierta inquietud tenía, porque el año anterior estuve yendo a las convivencias del Seminario en familia, pero no sentía esa llamada”. Y allí, en aquella Facultad tan alejada de Dios, es donde encontró a Cristo “a través de una comunidad de cristianos de la Pastoral Universitaria. En un primer momento no sabía muy bien cómo responder a esa llamada que el Señor me hacía de una manera más clara, y en aquellos años fui aprendiendo a escuchar mejor a Dios, a hacer oración, a servirle en el apostolado de la universidad. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo que más me llenaba en mi vida, y para lo que me había llamado Dios, era para ayudar a que la gente se acercara más al Él. En los últimos años de licenciatura fui haciendo ya una opción más decidida por esa vocación, hasta que al terminar la carrera entré en el Seminario”.

De su época universitaria en Madrid, Javier guarda intensas vivencias. “Algunas de ellas incluso de odio y persecución a la Iglesia. Pero principalmente, y por lo que doy gracias a Dios, encontrñe grandes amigos que entregaron su vida a Dios. Y es curioso cómo en ese contexto tan alejado del Señor, muchos dedidieron seguirle: tengo compañeras de carrera que son carmelitas descalzas, un compañero de clase que es monje trapense, … Eso también me motivó mucho a la hora de ponerme frente a Dios y preguntarle qué quería de mí”.

Tras terminar la Licenciatura en Ciencias Políticas y entrar en el Seminario, comienza sus estudios de Teología en Salamanca, para después volver a Madrid para estudiar la especialidad en Filosofía (de nuevo en la Complutense). Su camino vocacional se ha ido completando en estos últimos años, especialmente en su reciente etapa pastoral en la parroquia de Sotillo de La Adrada.

LA FIGURA DEL DIÁCONO

El sacramento del Orden tiene tres grados: episcopado, presbiterado (el presbítero es a quien denominamos comúnmente “sacerdote”) y diaconado. El diácono ha recibido el sacramento del Orden, pero no es propiamente un sacerdote, y no tiene determinadas potestades sacerdotales, como son la celebración de ciertos Sacramentos (Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Confirmación). Los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo. El sacramento del Orden los marcó con un sello (“carácter”) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo “diácono”, es decir, el servidor de todos. Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al Obispo y a los presbíteros en la celebración de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad. 

En cuanto al vestido, hay que tener en cuenta que un diácono es un clérigo, por lo que le corresponde vestir como tal. En las ceremonias litúrgicas, el diácono utiliza un alba y una estola colocada de forma diagonal, para distinguirla de la forma en la que se colocan la estola los sacerdotes. Además, el diácono llevará en ocasiones una pieza particular en lugar de la casulla (ésta se reserva al sacerdote), llamada dalmática.