Soleado y cálido Domingo de Ramos, con el que da inicio la primera Semana Santa de Mons. Rico García en la diócesis de Ávila. A las 11 de la mañana comenzaba la Eucaristía en la Catedral, llena de fieles (con una afluencia notablemente mayor que en los últimos años). En el trascoro aguardaban decenas de personas con ramos de laurel y de olivo. También se veían muchas palmas espigadas, las de los niños de la Juventud Antoniana, quienes, junto a la Archicofradía de Medinaceli, organizaban la Procesión de la Borriquilla.
Y allí, en el trascoro, Don Jesús bendecían los ramos, entre las risas nerviosa de los niños al caerles gotas de agua bendita del hisopo que empuñaba el obispo, quien esbozaba también alguna sonrisa al escucharles.
Entre cánticos de júbilo, como corresponde con la celebración de hoy, con los ramos bendecidos, se acercaban todos en torno al altar mayor para participar en la Eucaristía, con el relato de la Pasión como lectura principal del día. En su homilía, Mons. Rico recordaba que este día de júbilo con la entrada de Jesús en Jerusalén nos mostraba asimismo cómo “el Señor no nos salva con una entrada triunfal, ni con milagros poderosos. El Evangelio nos dice que se despojó y se humilló. Nos muestra hasta qué extremo ha llegado el amor de Dios con nosotros”.
Cristo, que “no vivió como un dios o como un príncipe, sino como siervo”, que se entregó “para ser solidario con nosotros, pecadores. Él, que está libre de todo pecado”, nos revela con su vida “el rostro de Dios, que es la misericordia”. “Si el misterio del mal es abismal, la realidad del amor que lo ha atravesado es infinita, llegando hasta la tumba y al inframundo, asumiendo todo nuestro dolor para redimirlo, llevando la Cruz a las tinieblas, la vida a la muerte, el amor al odio”.
Por ello, al igual que hacía en su mensaje para esta Semana Santa, nos invitaba nuestro obispo a que esta Semana Santa nos detengamos en contemplar al Crucificado, “que es Cátedra de Dios, solidarizándonos así con tantos crucificados de nuestro mundo”. Una actitud que nos ha de llevar a elegir el camino de Cristo, el “camino del servicio, del don, del olvido de sí mismo”.
“Pidamos la gracia de comprender al menos algo de este misterio de su muerte por nosotros. Y así, en silencio, contemplemos el misterio de esta semana”. Con estas palabras, concluía Don Jesús su homilía, para continuar con la celebración eucarística, tras la cual daba comienzo la Procesión de la Borriquilla. Una procesión llena de júbilo … y de niños, con mucha participación de las parroquias de la zona norte de la capital abulense, y que ha transcurrido desde la Catedral hasta el convento franciscano de san Antonio, con las imágenes de la Entrada de Jesús en Jerusalén, y la Virgen de los Infantes, portada por niños.