Al hilo de la noticia que te contábamos ayer, sobre la próxima celebración en Ávila de las jornadas nacionales de diáconos permanentes, hemos querido conocer más de cerca esta figura dentro de la Iglesia. En nuestra diócesis tenemos la suerte de contar con uno de ellos. Juan José Rodríguez Obregón lleva ordenado diácono permanente más de dos décadas. Es profesor en uno de nuestros colegios diocesanos, casado y padre de familia.
Él nos cuenta que los diáconos permanentes “tenemos la responsabilidad pública y dentro de la Iglesia de hacer transmisible la cara que Jesucristo quiere para los demás, que es servir. Él ha venido a servir y no para ser servido. Y eso de alguna manera, pues se nos hace sacramental. De punto de vista estructural, pues sí, somos diáconos permanentes, es decir diáconos dentro de lo que es la orden jerárquica. Pero de cara al pueblo de Dios somos nada más y nada menos que servidores, y así es nuestro ministerio siempre: servir de alguna manera y por lo tanto participar de eso que es la pastoral de la Iglesia de la manera que sea posible”.
Esa es, quizá, la palabra clave: servicio. Es lo que configura su ser dentro de la propia Iglesia. Un servicio que prestan dentro de un orden sacramental: el diaconado, que podemos observar en él dos facciones distintas. “Por un lado, tenemos lo que podemos llamar diáconos transitorios, que son aquellos que van a pasar luego después, si Dios quiere, a ser sacerdotes. Y nosotros, permanentes, como que nos estancamos (entre comillas) en el estado que hemos elegido porque propiamente somos casados. Podemos ordenarnos tras 5 años de matrimonio, pero evidentemente no seremos ordenados sacerdotes, no tenemos ese voto de castidad. Yo tengo tres hijos, uno que no pudo ser, y evidentemente tengo también mis deberes para con la familia”.
Una situación que, al principio y por desconocimiento, causó alguna que otra anécdota: “Por una circunstancia muy concreta yo me revestí una vez, incluso con tirilla. Iba con mi mujer y se asustaban. Son anécdotas que a mí me hacen sonreír, pero también me dan la pie para hacer pedagogía y decirme que tenemos que tranquilizarnos, que no pasa absolutamente nada”.
Hemos visto a Juanjo muchas veces en celebraciones, especialmente en la Catedral. Revestido, compartiendo lugar en el presbiterio al lado de los sacerdotes … Pero, ¿qué diferencia a unos y a otros? “Lo que tenemos que decir es que los diáconos no sustituimos a nadie, en absoluto, ni hacemos funciones de sustitución a nadie. Eso sería equivocar y errar totalmente. Es un ministerio que propiamente realiza y verifica o publicita estos ministerios que tenemos. Son muchos, en concreto ligados a la liturgia. A mí me podréis ver, por ejemplo, como ministro del vino o ministro del pan, o también me podréis ver dar la paz, como ministro de la paz. Evidentemente estoy autorizado propiamente también a hacer la homilía, a hacer una lectura también de lo que es el Evangelio. También podemos llevar el viático, presidir bautismos, presidir bodas y celebrarlas. También las exequias. Por lo tanto, es una riqueza enorme que puedes hacer servir al hermano y al pueblo de Dios en muchas maneras sin tener que sustituir a nadie en absoluto. El sacerdote tiene su labor maravillosa, central, y nosotros tenemos otra labor, que está ligada fundamentalmente también a cooperar tanto con mi obispo, evidentemente, y con mis hermanos sacerdotes.