Las dos comunidades de Hermanas de María Reparadora con las que contaba nuestra diócesis (una en Ávila capital y otra en Chamartín) nos dicen adiós. La falta de relevo vocacional está detrás del cierre de sus dos casas, al igual que ocurría meses atrás con las Siervas de María y las Carmelitas Misioneras Teresianas.
Las Reparadoras, como las conocemos comúnmente, llegaron a Ávila en el año 1897, inaugurando su casa en el edificio de ladrillo rojo de la calle del Rastro, levantada sobre el solar del antiguo palacio del Duque de Tamames. Casi un siglo más tarde, en 1987, cierran este convento para trasladarse primero a la calle del Toboso y más tarde a un piso en la calle Las Eras, en la demarcación de la parroquia de San José Obrero, donde han permanecido hasta la actualidad. En ese momento, otro grupo de hermanas decide optar por la evangelización rural y se trasladan a Chamartín, donde han permanecido ayudando a la parroquia y animando la pastoral en esta zona de la Sierra de Ávila.
El carisma de esta comunidad se centra en el cuidado y la promoción de la persona, reparando con pequeñas acciones y desde el acompañamiento, siempre a semejanza de la Virgen María. Por ello, en nuestradiócesis han desempeñado labores muy cercanas a la gente, como su integración en asociaciones que promovían la dignidad y el valor de las empleadas del hogar, o bien en oficios como el de enfermeras en el hospital. No olvidamos tampoco su gestión durante años de la Librería Diocesana.
Este lunes, la parroquia de San José Obrero ha querido despedir a María, Conchi y María Luisa. Son las últimas Hermanas de María Reparadora que quedaban aún en la cuidad, y a quienes siempre recordaremos con cariño.