Las nuevas realidades de pobreza que afectan al presbiterio

La pobreza y sus connotaciones evangélicas fueron las protagonistas de la última sesión de la Formación Permanente del Clero, que corrió a cargo del obispo de Zamora. Fernando Valera habló de las distintas pobrezas que nos sobrecogen en la actualidad: no tanto de la falta de bienes materiales, sino de otro tipo de pobrezas que afectan también a nuestro presbiterio. En especial, el desánimo.

“Los presbíteros estamos viviendo una realidad de pobreza muy concreta, que está e el ámbito de la identidad personal del ser presbítero, que debe vivir conforme a su ser apostólico, que es lo que nos caracteriza”, apuntaba. Así, abogaba por renunciar a las “prolongaciones del hombre”, como puedan ser cargos u otro tipo de ocupaciones. “Hemos de vivir la gratuidad del servicio a la comunidad cristiana (…) y ser libres: no utilizar los bienes ni subirnos a ellos como una peana. Es una llamada a la pobreza desde nuestra identidad como presbíteros”. Alertaba también  Mons.  Valera de las “actitudes cainitas” dentro del presbiterio, “porque así estamos rompiendo la esencia misma de nuestro ser, que es la comunión”.

La despoblación, la falta de vocaciones, … son ese otro tipo de pobrezas que nos acechan y nos conducen a una actitud de desánimo. “Todo el cuerpo de la Iglesia sufre, y está sufriendo, y está debilitado”, señalaba el Pastor zamorano. “A veces nos asalta la nostalgia del pasado, donde los códigos de conducta estaban definidos e integrados. Y vemos que ahora nuestros contemporáneos son ajenos a la vida eclesial. Y la Iglesia pasa a ser una realidad periférica : el hombre cada vez necesita menos de la Iglesia. Esta periferia a veces es incómoda”.

Pero, frente a esta realidad, una actitud de esperanza: “no podemos caer en la queja constante, porque por aquí está pasando también el Señor. Estas debilidades y defectos, cuidado con tratarlos con amargura y trsiteza, porque eso indicaría una falta de fe.  Frente a esta hostilidad, ignorancia e indiferencia, hemos de asumir la realidad como una pobreza, pero con la mirada siempre al frente, pasando del mero análisis al diagnóstico y  la síntesis (…) porque tenemos ante nosotros unos retos tremendos, pero hay que vivirlos con alegría. Y ganas”.