Consagradas a la alegría y la esperanza

La Hermana María, de las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia, comparte con nosotros sus impresiones en este día dedicado a la Vida Consagrada

La esperanza. Una de las virtudes teologales que más se necesitan en épocas de tribulación, es el hilo conductor en este año para la Jornada de la Vida Consagrada, que celebramos este 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. Con este motivo, está prevista una Eucaristía a las 18 horas en la Basílica de Santa Teresa de Jesús, presidida por nuestro Administrador Diocesano Mons. García Burillo, para rezar con los consagrados y por los consagrados.

La iglesia nos brinda este día para que nos ayude a tomar conciencia de la importancia de esta realidad eclesial, que en nuestra diócesis tiene un peso significativo. Actualmente contamos con un gran número de comunidades de vida consagrada, con casi medio millar de religiosos y religiosas (de los cuales, casi la mitad son de clausura).

Una de estas comunidades son las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia, que llevan 28 años en la diócesis de Ávila, trabajando en varias parroquias. Así nos lo cuenta la Hermana María, para quien esta Jornada es una llamada a que “a ser un faro de esperanza en medio de la oscuridad. El hecho de que el Señor haya suscitado la llamada a la vida consagrada, tanto contemplativa como activa, y en todas sus variables posibles, lo que suscita es ser esa luz y esa esperanza en estos tiempos. Si miramos para atrás, por ejemplo, Santa Teresa fue luz de esperanza para Ávila en su contexto, en su tiempo. Hoy, en medio de las circunstancias que estamos viviendo, tinieblas por un lado y por otro, en esta encrucijada de la vida en este cambio de época, es necesaria la esperanza”.

Una esperanza que estas religiosas de hábito carmelitano transmiten a través de este instituto religioso de derecho diocesano, que nació en 1980 en la diócesis de Cuenca. “Nuestro nombre recoge la síntesis de nuestro carisma: ESCLAVAS en esa disponibilidad y apertura a la acción de Dios y a su llamada, CARMELITAS en la dimensión de la vida contemplativa (tenemos a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz como grandes maestros de nuestra vida), y DE LA SAGRADA FAMILIA porque nos sentimos llamadas a crear ese ambiente de familia (nuestras casas las llamamos ‘Nazaret’ porque queremos crear ese ambiente en el que vivían María, Jesús y José, y desde ahí llevar a cabo nuestra acción evangelizadora con las familias en el ámbito especialmente de las parroquias)”.

Las cuatro hermanas que actualmente componen la comunidad de Ávila trabajan en las parroquias de San Pedro Bautista, el ICM, San Pedro Apóstol y San Juan. Siembre en estrecha colaboración con el párroco. “Lo que hacemos cuando llegamos a una parroquia es ponernos al servicio del párroco en las realidades que él crea oportunas. Especialmente en el ámbito de la catequesis en todas las edades (desde el despertar en la fe hasta el acompañamiento de adolescentes), también en la liturgia o el coro. Nos desenvolvemos plenamente en la parroquia y ahí queremos generar ese clima de familia del que antes hablaba”.

Y lo hacen siempre con una sonrisa en la cara que irradia felicidad. Una felicidad que contagia y que es su mejor carta de presentación. “Esta alegría te la da el Señor. Una puede fabricar la sonrisa, pero realmente hemos de vivirlo desde dentro. También como signo de esperanza en nuestro mundo. Es que realmente seguir al Señor es saberse sentir amado con predilección por Él y elegirte a compartir su misma vida, vivir en pobreza, castidad y obediencia. Es ir queriendo conformar nuestro corazón a sus mismos sentimientos. Y todo esto va configurando una vida de alegría en el corazón que transmitimos con esa sonrisa que nos sale sola”.