En estos días se conmemorará la toma de hábito de Santa Teresa en el Monasterio de la Encarnación, que tuvo lugar el 2 de noviembre de 1536. Por coincidir con el día de los Fieles Difuntos, se celebra esta fiesta el 3 de noviembre, reproduciendo la comunidad de carmelitas de dicho convento con todo detalle cómo fue esa llegada de la Madre Teresa al convento para iniciar su vida como religiosa.
Con este motivo, y en el marco del Año Jubilar Teresiano que tiene concedida la diócesis de Ávila, está prevista la celebración de una procesión extraordinaria con la imagen de Santa Teresa de Jesús, desde la Basílica que lleva su nombre hasta el citado Monasterio (ambos lugares, templos jubilares). La venerada talla, obra del insigne escultor Gregorio Fernández, saldrá el martes 1 de noviembre de la iglesia (ya basílica) construida sobre la casa natal de Santa Teresa al finalizar la Misa de las 12:30 hs. Y realizará el recorrido que hiciera la propia Teresa de Cepeda y Ahumada para llegar al Monasterio de la Encarnación. Allí permanecerá junto a las madres carmelitas hasta el jueves 3 de noviembre, cuando regresará a “su casa” tras la Misa de las 18 hs, que presidirá el Padre David Jiménez Herrero, rector de la Basílica de Santa Teresa de Jesús.
Se trata de una salida muy especial, que se realiza en contadas ocasiones. Las dos últimas fueron en 2014 (en el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa) y en 2017 (en el primer Año Jubilar Teresiano periódico que celebró la diócesis de Ávila). Se trata, por tanto, de la tercera vez en toda la Historia que se hace este traslado coincidiendo con estas fechas de la celebración de la toma de hábito de la Santa.
Una reproducción fidedigna de la entrada de Santa Teresa en La Encarnación
La Fiesta de la Toma de Hábito de Teresa conmemora la entrada de Teresa de Cepeda y Ahumada en el convento de la Encarnación como hermana carmelita. En este convento pasó gran parte de su vida (nada menos que 40 años), y allí surgieron sus ideas para llevar a cabo una reforma de la orden del Carmelo. También fue el lugar donde vivió alguna de sus experiencias místicas más significativas, como la Transverberación.
Como explica Nicolás González en su libro “Historia del Monasterio de La Encarnación”, el origen de esta tradicional fiesta de la toma de hábito se debe a la cronista del Monasterio María Pinel, qiue detalla cómo tras la canonización de Santa Teresa el 12 de marzo de 1622 (se cumple este año su IV Centenario), “introdujeron la fiesta de su santo hábito, que fue el día 2 de noviembre, y por la conmemoración de los difuntos se celebra el 3”. Fue una manera de presencializar en la casa los momentos culminantes de la vida de la Madre Teresa. En el aniversario de la fecha de la toma de hábito de Santa Teresa, la comunidad reproduce el acontecimiento con los mismos detalles y ceremonias con que se hicieran el 2 de noviembre de 1536. La misma procesión, las mismas rúbricas; misa, sermón, los mismos padrinos, todo exactamente igual menos la novicia, que es solo una imagen de madera. “Como si acabara de venir a la casa se la recibe”, escribía María Pinel a finales del siglo XVI. Para que no falte nada de realismo en esta fiesta, la propina que piden las monjas a la santa novicia consiste en un regalo del cielo.
Esta fiesta del hábito debió comenzar entre 1622 y 1630. Gracias a una relación fidedigna de la época se puede reconstruir esta ceremonia: “La noche de las Ánimas, con cruz y ciriales, todas las religiosas con capas blancas y velas encendidas llevan una imagen la Santa entre las dos preladas, cantando lo mismo que cuando se recibe a una religiosa;y se lleva en procesión hasta ponerla en el altar entre sus dos patrinos, mi Señora de la Clemencia y mi Padre San José. Luengo entona la prelada el Te Deum laudamus en hacimiento de gracias, y, acabado, se canta la antífona de Veni Sponsa Christi con oración de la Santa. ANtes de empezar, propone la prelada la propina que se ha de pedir conforme ocurren las necesidades de la Iglesia y del Reino, y las que han encomendado los bienechores. Y cada religiosa guarda sus peticiones para aquel día. Y, en tanto se canta el Te Deum Laudamus, sube cada uno por su antigüedad a abrazarla y pedirla su propina, y despés de acabado el canto, se están tocando los instrumentos hasta que acaba la última de llegar. La ternura, el consuelo, las lágrimas de aquel acto no es fácil referirlo, porque llueve Dios consuelos en aquella hora y el corazón más frío se abrasa;los parabienes, los abrazos que las religiosas unas a otras se dan, celebrando su dicha, son innumerables. Hánse visto prodigios de la petición de aquel día, que, habiendo experimentado algunos el reverendísimo padre Fray Esteban de San José general dos veces, solía decir: Esta es la fe que muda los monte”.
En 1668, ocurrió algo especial, tal y como describe la cronista del monasterio, María Pinel: «Propina fue pedida el año 1668 la beatificación de fray Juan de la Cruz, y trajo Nuestro Señor la nueva a Ávila el año siguiente a la misma hora que estábamos en esta santa ceremonia».