Estas palabras expresadas en el titular de esta noticia no están escritas por casualidad. Son, literalmente, las últimas palabras pronunciadas por Mons. Gil Tamayo antes de salir de la Catedral del Salvador. Son, literalmente, las últimas palabras pronunciadas tras la bendición final de una Eucaristía que servía para despedirse de la diócesis, y para que los diocesanos se despidieran de quien ha sido su obispos en los últimos casi 4 años. Autoridades, miembros de vida consagrada, fieles laicos, los tres obispos abulenses eméritos (Cardenal Blázquez, D. Carlos López y D. Jesús García Burillo) y más de un centenar de sacerdotes formaban parte de esta última celebración eucarística antes de su partida a Granada.
GALERÍA DE IMÁGENES (fotos: Gonzalo González de Vega)
“Quisiera haberme ahorrado esta homilía”, confesaba D. José María, a la par que indicaba ser consciente de lo poco que había podido estar en la diócesis. Una diócesis que, por otra parte, ha marcado su Ministerio, asegurando que estaría siempre ligado a esta Catedral, el templo en el que recibió la ordenación episcopal.
En unas palabras que sonaron más a aliento que a despedida, quiso Mons. Gil Tamayo empezar agradeciendo la acogida a los sacerdotes del presbiterio abulense, entre quienes “me he sentido como un hermano, acogido y querido. Les quiero entrañablemente y no les olvidaré”. Y les pedía encarecidamente que cuidaran y cultivaran las profundas raíces religiosas de las gentes de Ávila. “No administramos decadencias. No miremos solo a un pasado glorioso de la fe de nuestras tierras. Mirad el presente. En una sociedad difícil, de carencias, toca anunciar fe nuevo a Cristo. Hay que afrontar los retos que tenemos por delante. También como Iglesia. Tenemos el reto de convertir de nuevo a la fe cristiana a mucha gente que se ha alejado quizá por culpa nuestra. Necesitamos recuperar el ardor apostólico”.
“Abulenses, no seáis conformistas”
Continuando con una tónica siempre presente en sus distintas homilías en el tiempo en el que ha sido obispo de Ávila, D. José María ahondaba una vez más en la necesidad de reivindicar “lo que es vuestro, lo que es palpable que falta en esta tierra de desigualdades. Vivir un espíritu de reclamo, de rebeldía, un espíritu de inconformismo que tenía Santa Teresa. Abulenses, no no seáis conformistas. No os resignéis. La fe cristiana nos hace buscar esa rebeldía, no con odio y revancha, sino con amor”. Una llamada que hacía también extensiva a toda la sociedad civil, a la que instó a “olvidar particularismos y trabajar por el bien común” ante el momento difícil que se avecina: “no estamos en la sociedad de la prosperidad. Los datos están ahí y exigen el compromiso de todos”.
Durante la homilía, también recordó “las cruces” que ha pasado durante su estancia en Ávila, como el fallecimiento de su hermano y su madre. Y muy especialmente la pandemia, que él mismo sufrió gravemente. “Cuánto sufrimiento. Pero cuánta generosidad en la gente de Ávila, en los pueblos, en las instituciones, la entrega de los sanitarios, de Protección Civil … Que esto no sea sólo en casos de emergencias sino el estilo de nuestra sociedad”.
“Feliz y acogido”
Unos momentos de dificultad que no le han restado ni un ápice a su “feliz estancia” en Ávila. “Estoy muy orgulloso de esta diócesis. Me he sentido feliz y acogido. Así se lo dije al Papa, y se lo iba diciendo a todo el mundo. Hay quien me dice que por decirlo tanto es por lo que me han cambiado”, bromeaba.
Terminaba Mons. Gil Tamayo encomendándose a los grandes santos de esta tierra, así como a las distintas advocaciones de la Virgen (en especial, la de Sonsoles, donde acudía con frecuencia para pedirle por las distintas dificultades de esta tierra). Pero también pidiendo “perdón si no he estado a la altura de lo que esperabais de mí”, agradeciendo a las autoridades “su colaboración y atención con la que siempre me han tratado y con la Iglesia, que se siente parte activa de esta sociedad”, y con un recuerdo para su sucesor en la sede abulense, al pedir a los fieles “que empiecen a rezar ya para que sea un buen obispo de Ávila”.
Un trocito de Ávila en su pectoral
Al término de la Eucaristía, el Vicario General, D. Abilio Blázquez, pronunció un discurso en nombre de toda la diócesis para agradecer la entrega y cercanía de Mons. Gil Tamayo, pero también confesando la sensación de “horfandad” con la que se quedaba la diócesis tras su marcha, pues quedan “proyectos empezados, otros por acometer, y de momento quedan parados”. Una marcha “que causó sorpresa” por lo pronto que se ha producido. Quiso asimismo D. Abilio recordar los proyectos que sí han finalizado felizmente en el episcopado de D. José María, como la apuesta por la Fundacion para la Educación Católica o la Fundación que gestiona la Casa Grande de Martiherrero, la cesión de la titularidad de la Universidad Católica, o la reestructuración pastoral de los arciprestazgos de la diócesis. Proyectos que han salido adelante “pese a que los tiempos de Ávila son más lentos de lo que estaba usted acostumbrado, aunque creo que al final ya entendió que aquí necesitábamos más profundidad y reflexión”, bromeaba.
El Vicario General terminó sus palabras haciendo entrega a Mons. Gil Tamayo de un pectoral con una reliquia de San Juan de la Cruz, para que siempre llevara junto a él un pedacito de ésta, su primera di´´ocesis. Y, en ese instante, irrumpieron los aplausos, largos y profundos, que consiguieron emocionar a D. José María y a muchos de los presentes, antes de dar por concluida una Eucaristía que se cerró con esas mismas palabras del titular, tan expresivas como sinceras. Hasta siempre, D. José María.