Con la apertura solemne de la Puerta Santa en el Santuario de San Pedro de Alcántara, quedaba inaugurado este miércoles el Año Jubilar Alcantarino en la localidad de Arenas de San Pedro. Un 19 de octubre que es el comienzo de las celebraciones por el IV Centenario de la beatificación del santo extremeño, cuyos restos reposan en este santuario, erigido ahora templo jubilar.
Un año “de renovación cristiana, de acercarnos al perdón de Dios”, explicaba en su homilía nuestro obispo D. José María, para quien la jornada de hoy constituye un día “para darle gracias al Señor. Y darle gracias también al Santo Padre por habernos concedido este Año Jubilar. Un año de alegría, de júbilo. Y lo tenemos que sentir al mismo tiempo que hacemos fiesta. Tenéis muchos actos programados, que seguro redundarán en la llegada de muchos peregrinos en la visita a esta real capilla para venerar las reliquias de San Pedro de Alcántara”.
GALERÍA FOTOGRÁFICA DE LA APERTURA DEL AÑO JUBILAR
Del santo alcantarino (patrono también de Extremadura y de Brasil, “el país probablemente con más católicos del mundo) conocemos su cercanía con Santa Teresa, quien se refería a él como el fraile que parecía hecho de raíces de árbol. “Consumido con sus penitencias, con sus pobrezas. Que quería pasar desapercibido. Hombre de pocas palabras, pero de cercanía con Dios y trayendo su consejo para las personas que a él se acercaban viviendo en la duda. ¿Qué tenía entonces este fraile?”, se preguntaba Mons. Gil Tamayo. Su respuesta era inmediata: la propuesta de volver al Evangelio, a la raíz profunda del seguimiento de Jesús.
“¡Qué bien nos viene a nosotros, que valoramos a mucha gente en la cultura del tener, en esta sociedad del descarte, donde se queda tanta gente atrás! Necesitamos recuperar ese sentido solidario que nace del desprendimiento, de que lo nuestro no es nuestro del todo, de que tenemos que compartir con los demás. De que tenemos que abrirnos”. Esta idea de nuestro obispo, desarrollada también en su carta pastoral, se reforzaba con la enseñanza que hemos vivido en la pandemia: “no todo está en el tener. No somos más felices cuanto más tenemos. Se ha muerto gente importante, con poder, y la enfermedad no pregunta cuánto dinero tienen en el banco, o si tienen un cargo de primera importancia”. Recordaba así el fallecimiento ayer del general Collin Powell, muerto de COVID. “Y fijaros si no tienen medios en Estados Unidos. ¡Cómo nos ha enseñado a muchos esta enfermedad que somos poca cosa, que hoy estamos y mañana podemos no estar!. Como dice el Papa, no se ha visto nunca un entierro con el camión de mudanza detrás del féretro. Dejamos todo aquí”.
Es la lección de San Pedro de Alcántara que el obispo de Ávila invita a los fieles a descubrir en este Año Jubilar. “Él no tenía nada, vivía en la más absoluta pobreza. Cierto es que no se vive igual el desprendimiento por parte de un padre de familia o un político, o alguien con un cargo de responsabilidad, que un franciscano o un trapense. Pero sí tenemos que poner el corazón en las cosas que merece la pena la vida”.
“En este mundo nuestro de la sociedad de consumo, de la sociedad del bienestar – continuaba Mons. Gil Tamayo – estamos dando a los jóvenes medios de vida. Que es importante, desde luego. Ellos tienen más de lo que han tenido sus padres y sus abuelos. Pero, ¿están mejor?, ¿son mejores?, ¿tienen más oportunidades? Por el contrario, vemos la inseguridad, el desempleo, la pobreza, las amenazas que acechan el futuro: no hay niños porque no hay esperanza en el futuro, o porque creen que para criar a un niño hay que tener medio mundo. Vivimos tan materializados que fray Pedro de Alcántara nos enseña que son pocas cosas las que sostienen la vida. Nos enseña razones para vivir”.
Para el Prelado abulense, la sociedad ha perdido los valores que sustentan la existencia humana, “esos valores que hacen que un padre se sacrifique, que un matrimonio dure siempre, que haya perdón, que haya confianza en los demás. Valores que no se compran con dinero, que no se miden por lo que uno tiene, sino por lo que es”. Por ello, invita a todos a que este Año Jubilar sea una verdadera lección de vida, “que seamos mejores”.
“Habéis puesto un lema muy bonito para este centenario: ‘Un santo para un pueblo’. Pues que haya también un pueblo para un santo. Que él se sienta orgulloso de estas buenas gentes. Que haya un estilo de vida como la suya, de gente que llene su vida de razones profundas como cristianos. Donde la fe no es algo sólo para casos de emergencia o cuando nos llega el agua al cuello. Sino que sea un estilo de vida. Que nos lleve a convertirnos. Porque lo que hace grande a Pedro de Alcántara es que refleja en su vida el rostro de Cristo, entregado”.
La otra gran lección que nos deja San Pedro de Alcántara, como señalaba D. José María, es la oración. “Si no somos gente que reza, malo. Rezar no nos tiene que dar vergüenza. Saquemos las oraciones que hemos aprendido de nuestros padres. Oraciones que no se olvidan. Cuando uno asiste a un enfermo en el final de su vida, recita esas oraciones aprendidas de su madre o de su abuela. Recuperemos esas oraciones sin vergüenza. No seamos cristianos acomplejados que van pidiendo perdón por su condición, y cruzan sus brazos ante el diseño de un mundo contrario a Dios, donde no es respetada la vida, o se facilita que su final sea como un corredor de la muerte a disposición de lo que decidan unos cuantos”.
Tiempo, por tanto, de conversión, de cambio personal y comunitario en este Año Jubilar es la propuesta de la Iglesia. “Vamos a cambiar, porque este hombre nos enseña qué es lo que hace a alguien benefactor para la sociedad: los santos, los que han reflejado a Cristo en su vida, los que para nosotros, después de cuatro siglos, siguen siendo modelos y ejemplo. Pedro de Alcántara no se nos pierde en la noche de los tiempos. Tiene valores que son necesarios en el mundo de hoy. Pero no aguándolos. No dejando de ser lo que somos, lo que nos enseñaron nuestros mayores como un estilo de vida que muchas veces peligra por las modas o lo políticamente correcto”.