“Hoy, todos los calvarios de la humanidad se hacen presentes”

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Con el altar desnudo. Sin luz. Con la postración inicial del obispo frente a él. Así comenzaban un año más los oficios de Viernes Santo en la Catedral de Ávila. Una liturgia sobria, con la que se ha conmemorado el misterio de la Pasión de Cristo.  

Una Pasión que tiene hoy muchas enseñanzas para nosotros, como destacaba Mons. Gil Tamayo, que invitaba a los fieles a recorrerla de nuevo en este día, para reconocer la grandeza del “siervo que toma sobre sí las dolencias del mundo”.

“En este día todos los calvarios de la humanidad se hacen presentes y oramos por los que los padecen”, destacaba el obispo abulense. Muchos calvarios, con nombres y apellidos, con rostros diversos. Citaba entre ellos a quienes sufren la venta “casi esclavizada de personas, con la violencia que se ejerce sobre ellos”, o el éxodo de los migrantes. “Hoy los tenemos presentes”. Y, junto a ellos, todos cuantos sufren enfermedades incurables o la plaga del COVID.

Pero la muerte, el sufrimiento, no puede ser tenido como vano. “Queremos tomarnos en serio esa entrega fecunda del grano de trigo que muere pero da fruto”. Y es que, explicaba Mons. Gil Tamayo, Cristo a los ojos humanos puede pasar como un fracasado que ha muerto entre ladrones. “La cruz a los ojos humanos es un instrumento de sufrimiento. Pero para los cristianos es nuestra señal, nos acompaña en nuestra vida. Nos da luz en la oscuridad. Por eso la adoramos”.

Y pedía a la Virgen “que nos ayude a descubrir el misterio de la Pasión. Confesemos nuestra fe en Cristo muerto, pero en Cristo resucitado”.

Continuando con la celebración, en las preces se ha realizado una petición especial para los afectados por la COVID y para el personal sanitario. Petición que se ha hecho en toda la Iglesia universal en medio de esta pandemia que padecemos hoy como calvario particular.

La adoración de la Cruz este año ha sido algo diferente, para adaptarse a las recomendaciones sanitarias de prevención. El beso de los pies de Cristo se ha cambiado por una leve inclinación de cabeza, o una genuflexión ante la Cruz. Uno a uno, con distancia y prudencia, los fieles se han acercado a realizar este gesto tan significativo en Viernes Santo.

Y después de vestir el altar y traer el Santísimo del Monumento, donde fue reservado en la celebración de Jueves Santo, con la Comunión de los fieles concluía esta celebración, a la espera de la gloriosa resurrección de Cristo que viviremos mañana en la Vigilia Pascual.