“Nos hemos habituado a que no se hable del más allá”

Hace unos días, nuestro obispo D. José María invitaba en TRECE a prepararse para la Semana Santa, al participar en el programa Camino de Pascua. A través de la resurrección de Lázaro, recordaba que “la muerte no tiene la última palabra. Es un gran consuelo cuando mueren nuestros seres queridos. Necesitamos en este tiempo la esperanza de participar en el mismo destino que Jesús. Aspiramos al Cielo y a la Vida Eterna”.

Conectando el pasaje evangélico con la realidad actual, Mons. Gil Tamayo señalaba que “el hombre se ha instalado en el pesimismo vital y no quiere saber nada más que del estado del bienestar. Nos hemos habituado a que no se hable del más allá. Parece un tema tabú. Escasea esa parte del credo. Es una contradicción con la vida cristiana. Poner en duda la Vida Eterna no deja tener consecuencias para la vida terrenal, como la pérdida del sentido de la vida, la caída de la solidaridad o carencia de la ilusión y aumento del miedo”.

Por eso, pedía a los cristianos “dar la vuelta a esta situación” para que la tarea prioritaria y urgente sea la esperanza humana y el optimismo. “Toca a los creyentes recuperar el artículo final del credo: creo en la Vida Eterna, que no consiste en una prolongación de la vida presente, sino en la realización gozosa de la plenitud”.