Queridos hermanos:
Un año más la campaña de la organización católica Manos Unidas se nos presenta ante nosotros para reclamar nuestra necesaria cooperación a fin de ayudar a los más pobres y desvalidos de la tierra, propiciando el desarrollo integral de las comunidades más desfavorecidas del mundo y, sobre todo, para generar una cultura de la solidaridad que haga posible un mundo sin hambre y pleno de justicia social, y supere así el drama pertinaz del subdesarrollo a la par que se consiga el respeto de los derechos humanos de todas las personas.
No se trata sólo -aunque esto es muy importante y absolutamente necesario- de una colecta económica para financiar unos proyectos concretos de desarrollo en países del Tercer Mundo, sino de concienciarnos en la tarea de hace un mundo más justo y mejor donde reine el bien común y la solidaridad entre las personas y los pueblos. Ese es precisamente el lema de la campaña de este año 2021: “Bien común y solidaridad: construyendo comunidades dignas con los más vulnerables”.
Ciertamente todos estamos pasándolo mal por la crisis sanitaria, social y económica derivada de la pandemia del Covid-19 que está dejando entre nosotros tanto sufrimiento y muerte, así como desempleo y empobrecimiento en nuestro país y, mirando de manera más próxima en nuestra provincia de Ávila, estamos tan carentes de las suficientes infraestructuras que posibiliten el adecuado avance en el deseado desarrollo social y económico, que tanto necesitamos en medio de nuestra despoblación y envejecimiento.
Junto a esto, el dolor no nos puede paralizar o encerrar en nosotros mismos, sino que a la vez hemos de abrir los ojos a la esperanza y aliento que nos da en esta crisis el ejemplo de tanta gente maravillosa e instituciones y colectivos entregados a curar y ayudar a los demás -¡para ellos vaya nuestra infinita gratitud!- hemos de sacar de su testimonio de solidaridad y entrega la lección de que unidos podemos superar las adversidades que se nos presentan.
Pero esta crisis no puede dejarnos indiferentes, tenemos que salir mejores, no podemos seguir como antes. Hemos de cambiar muchas formas de pensar y actuar en nuestra vida personal y colectiva al vernos necesitados y dependientes de Dios y de los demás. Así nos lo pide el insistentemente el papa Francisco cuando señala que “esta crisis nos afecta a todos: a ricos y a pobres. Es una llamada de atención contra la hipocresía. A mí me preocupa la hipocresía de ciertos personajes políticos que hablan de sumarse a la crisis, que hablan del hambre en el mundo, y mientras hablan de eso fabrican armas. Es el momento de convertirnos de esa hipocresía funcional. Este es un tiempo de coherencia. O somos coherentes o perdimos todo. Toda crisis es un peligro, pero también una oportunidad. Y es la oportunidad de salir del peligro. Hoy creo que tenemos que desacelerar un determinado ritmo de consumo y de producción (Laudato si, 191) y aprender a comprender y a contemplar la naturaleza. Y reconectarnos con nuestro entorno real. Esta es una oportunidad de conversión. Sí, veo signos iniciales de conversión a una economía menos líquida, más humana. Pero que no perdamos la memoria una vez que pasó esto, no archivarlo y volver a donde estábamos. Este es el momento de dar el paso (Entrevista de A. Austen Ivereigh al Papa Francisco. ABC. 8.4.2020).
Por esto mismo hemos de tener una mirada más amplia en nuestro corazón solidario y no podemos limitarnos solamente a remediar el sufrimiento y las carencias más próxima de nuestro país, provincia y ciudad, sino que precisamente por la llamada a buscar el bien común de la humanidad y la solidaridad efectiva que nos pide Manos Unidas, hemos de pensar también en los más necesitados y pobres del mundo donde la pandemia de COVID-19 no sólo es más dura en sus consecuencias con quienes carecen de los más elementales recursos de alimento, salud y vivienda, sino que además puede hacernos olvidar sin quererlo las pandemias endémicas del hambre, malaria, sequías, discriminación racial, etc. que padecen.
Manos Unidas nos ofrece una vez más en nuestra diócesis la oportunidad de colaborar en esta corriente de solidaridad humana y cristiana universal de ayudar a los más pobres de las periferias del mundo. A sus responsables y demás personas voluntarias de la Delegación diocesana de Manos Unidas les agradezco su esfuerzo de manera especial en este año tan difícil. Seamos generosos, como siempre lo son los abulenses con esta noble causa, y no dejemos ninguna comunidad parroquial o entidad cristiana, por pequeña que sea y por la crisis que vivimos aquí, de aportar su donativo que tanto ayuda a muchos.
Y en este gran empeño de solidaridad cristiana no nos olvidemos de recurrir al gran remedio de la oración a Dios que acompaña siempre y hace verdadero todo compromiso cristiano. Pongamos esta causa tan noble bajo la intercesión de san José, el esposo de María y patrono de la Iglesia, a quien el Papa Francisco ha dedicado este año 2021 exaltando su ejemplo y ayuda, recordándonos que “muchos santos y santas le tuvieron una gran devoción, entre ellos Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos” (Carta A. Patris Corde,1; cfr. Libro de la vida, 6, 6-8).
La confianza del pueblo cristiano en san José se resume en la jaculatoria “Ite ad Ioseph” (Acudid a José), que hace referencia al tiempo de hambruna en Egipto, cuando la gente le pedía pan al faraón y él les respondía: «Vayan donde José [el hijo de Jacob] y hagan lo que él les diga» (Gn 41,55). Hagamos también nosotros como el sencillo pueblo cristiano y nos recomiendan el Papa y nuestra Santa: ¡Acudamos a S. José!
Con mi bendición y afecto,
+ José Mª Gil Tamayo, obispo de Ávila