“¡Cómo me alegro de verles ahí!” Sonaba emocionado el sacerdote que oficiaba la primera Misa en el convento de la Santa, cerrado como todos los templos de Ávila desde el pasado 14 de marzo. Al alzar la vista desde el Altar no pudo evitar hacer pública esa emoción al encontrarse con sus feligreses tras dos meses sin verlos.
Es la crónica de un lunes feliz para muchos diocesanos, que pudieron acudir de nuevo a celebrar juntos la Eucaristía de forma presencial. “Es que sólo oír las campanas tocando a Misa, cuando antes era solo silencio, ya alegra a cualquiera”, nos dice Verónica. Ella, como una veintena más de personas, acudieron a esa cita a las 8 de la tarde en la casa natal de Santa Teresa de Jesús. Llevaba su mascarilla puesta (“es que es normal que tengamos que llevarla también en Misa. Nos tenemos que cuidar unos a otros”). Y pudo comprobar de primera mano esos pequeños cambios de la llamada “nueva normalidad”: alfombra desinfectante a la entrada de la iglesia, un voluntario que le ofrecía gel hidroalcohólico, y bancos delimitados para sentarse con la suficiente separación entre los fieles. Dentro, la vida seguía como si nada hubiera cambiado, aunque quienes asistieron a Misa miraran cada detalle de la pared, de las bóvedas, o del Altar como si fuera la primera vez.
“Es que para nosotros era muy importante poder volver a entrar en la iglesia. Hemos rezado mucho, muchísimo, desde casa, viendo la Misa en televisión. Pero poder estar de nuevo en comunidad era algo que estábamos deseando hacer de nuevo. Estar en este espacio tan importante para nosotros, en presencia del Señor. Poder comulgar”. Beatriz llega con esa convicción a la iglesia de San Juan, donde en su primera Misa se rezaba por los fallecidos en esta pandemia. Pero tiene claro que hay que seguir tomando todas las precauciones posibles. “Mi madre tiene 85 años, y quería venir también. Le he dicho que no, que se quede aún en casa, porque el ‘bicho’ sigue suelto y yo no quiero que le pase nada. Es mejor así”, nos cuenta. Y es normal tener respeto y cierto miedo al virus, por lo que la opción de que los mayores y las personas vulnerables sigan aún participando de la Eucaristía a través de los medios de comunicación es completamente lógica.
Allí, en San Juan, también han cambiado las cosas para adaptarse a las medidas necesarias de cara a la apertura de templos. Un recorrido marcado para que la entrada y la salida se hagan por puertas distintas, y con una presencia muy visible de voluntarios jóvenes, que se encargaron de facilitar todas las explicaciones y la protección conveniente a cada persona que entraba en Misa. Se ofrecieron mascarillas para quien no la llevara puesta, y en la reja de la Pila Bautismal de Santa Teresa se había instalado un dispensador de gel, así como guantes para quienes lo desearan. A la hora de la Comunión, también los voluntarios se encargaban de guiar a los fieles hacia el sacerdote para evitar contacto y aglomeraciones, y les facilitaban de nuevo gel para que desinfectasen sus manos antes de comulgar. Un respeto exquisito de todos los fieles ante todas sus indicaciones
Al final, la impresión general en ambos templos era de sensación de alivio “por poder volver, por recuperar algo que echábamos mucho de menos”, y de agradecimiento por la buena organización de las parroquias a la hora de su apertura.
Son sólo dos ejemplos, pero podríamos relatar algunos más. Porque ya todas las parroquias pueden abrir de nuevo sus puertas. Y, en plena Pascua, sentimos de nuevo la luz de la Resurrección en nuestros templos.