“La misión no es una ONG: es llevar a Cristo a todas las gentes”

Cinco velas de colores, cada una representando a un continente, se encontraban al pie del altar. Junto a él, la imagen de Santa Teresita de Lisieux, patrona de las misiones. Así aguardaba la capilla de la transverberación del convento de La Encarnación al rezo de vísperas con el que da comienzo de forma oficial el Mes Misionero Extraordinario.

Un gran número de fieles ha participado en este acto, que ha contado con la bella voz de las carmelitas contemplativas que se encontraban al otro lado de las rejas. También acudía un grupo de peregrinos de Croacia, a quien el obispo de Ávila daba la bienvenida.

Mons. Gil Tamayo ha expresado su deseo de que este mes misionero sea un verdadero impuso de la misión en la Iglesia. Una misión que no es nueva, pues “nace del mandato evangélico: ‘Id por todo el mundo y anunciar la Buena Noticia’. La llamada a la misión es parte integrante de nuestra identidad cristiana. Y ese don que hemos recibido de Dios estamos llamados a transmitirlo”.

Aseguraba nuestro Obispo que “la Iglesia nunca ha dejado de evangelizar, pero nos viene bien este recordatorio del Papa para revitalizar la misión. Ojalá recobremos ese espíritu misionero para no vivir siempre en la autorreferencialidad, en vivir como cristianos que sólo piensan en ellos mismos”.

La clave de cómo ser un buen misionero/evangelizador la encontramos en ‘Evangelii Gaudium’: “Hemos de ser evangelizadores enamorados de Cristo, evangelizadores con espíritu. Porque para poder evangelizar, tenemos que haber tenido una experiencia de Dios: nadie da lo que no tiene”.

“La misión – continuaba D. José María –  no es una ONG: es llevar a Cristo a todas las gentes. Por eso, estando hoy en esta capilla, sintamos la misión como si experimentáramos nosotros esa transverberación, para que llevemos ese fuego a todos los rincones”.

Pidiendo también por los misioneros abulenses, “y para que el Señor envíe más vocaciones para la misión” concluía el obispo su homilía. Las vísperas han finalizado con la bendición con el Santísimo (presente en el altar durante toda la celebración), y la adoración de una reliquia de Santa Teresita.