
Un verdadero encuentro de comunión y fe. Más de un millar de personas participaba este sábado en el Jubileo diocesano de las Cofradías, que ha reunido a fieles cofrades de toda la provincia de toda la provincia. Hermandades y patronatos como el de Nuestra Señora del Cubillo (Aldeavieja), San Antonio de Padua (Navalperal de Pinares), San Pedro Bautista (San Esteban del Valle), Jesús Cautivo (Arenas de San Pedro), o las cofradías dedicadas a la Vera Cruz (de Mirueña de los Infanzones, Piedrahíta y Piedralaves), entre otros. Y, por supuesto, las de Ávila capital, tanto de penitencia como sacramentales y de gloria. Nadie ha querido perderse esta cita tan significativa para poder ganar el Jubileo en este año dedicado a la esperanza, virtud teologal tan necesaria en nuestro tiempo.
Arrancaba la tarde en la Basílica de Santa Teresa, con un detalle tan inesperado como hermoso: la salida a la puerta de su casa de la Patrona de Ávila, para acoger y saludar a la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, que acompañaba a los cofrades durante su peregrinación al templo jubilar. Un recorrido que se hacía calmado y pausado, centrado en los cantos y las letanías que daban un significado profundo a ese peregrinar que debe ser nuestra actitud como cristianos.
Tras un recorrido de unos tres cuartos de hora, los cofrades peregrinos llegaban a la Catedral, y la propia imagen de Nuestra Señora de la Esperanza cruzaba el umbral de la puerta principal del templo para, entre aplausos, llegar hasta una de las capillas laterales para permanecer allí durante la celebración jubilar.
El templo, lleno hasta la última bancada, reunió a numerosos hermanos de las distintas cofradías y hermandades que, como subrayó el obispo en su homilía, “formamos un solo grupo que peregrina junto a la Iglesia Madre”.
Mons. Rico recordó que este Jubileo se enmarca en la convocatoria del Papa Francisco, bajo el lema Spes non confundit (“La esperanza no defrauda”), y se apoyó en la enseñanza de Benedicto XVI en Spes Salvi para insistir en que “el elemento distintivo de los cristianos es que tienen futuro. No conocen los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida no acaba en el vacío”.
La oración, escuela de esperanza
En su homilía, el obispo destacó que la esperanza, don fundamental para el cristiano, se aprende en la oración: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando no puedo hablar con ninguno, siempre puedo hablar con Él”. En este sentido, alentó a los cofrades a convertirse en “ministros de la esperanza para los demás”, cultivando una confianza activa en el Señor que no se rinde ante las dificultades ni permite que el desánimo tenga la última palabra.
Cofradías, escuelas de vida cristiana
Don Jesús quiso subrayar también el papel fundamental de las cofradías en la vida de la Iglesia, e insistió en varias ocasiones en la necesidad de que las cofradías asuman con decisión su misión evangelizadora. El obispo advirtió del riesgo de caer en un mero formalismo o en un activismo vacío: “Podemos correr el riesgo de crear cofradías vacías, como se nos recordó en el último Encuentro Nacional”.
Ante esa tentación, señaló el camino: “Las hermandades y cofradías han de ser verdaderas escuelas de vida cristiana. No son asociaciones cerradas en sí mismas, sino expresiones de eclesialidad que, con sus diferentes estilos y sensibilidades, forman parte de la única Iglesia”.
El obispo subrayó que la piedad popular, que tantas veces se expresa a través de las cofradías, es “una herramienta privilegiada de evangelización”, especialmente en un contexto secularizado en el que muchas personas se acercan a Dios a través de una procesión, una imagen o una tradición religiosa. Pero recordó que esta misión solo dará fruto si está cimentada en una fe viva: “La evangelización no se hace sin una vida enraizada en Cristo, sin una fe profunda y adulta alimentada y sostenida por el trato asiduo con Dios”.
Por ello, invitó a las cofradías a redoblar esfuerzos para ocupar un papel protagonista en la vida de la Iglesia, acompañando a los fieles en sus búsquedas espirituales, ofreciendo espacios de formación, oración y fraternidad, y siendo signos visibles de comunión en medio de la sociedad. “Más allá de diferentes formas de pensar, de estilos distintos, nos une la certeza del Cristo viviente y de su Espíritu”, afirmó.
Vivir la fe en una sociedad secularizada
En un contexto cultural donde la fe ya no se transmite por inercia social, nuestro obispo insistió en que ser cristiano hoy supone una decisión personal y libre, nacida del encuentro con Cristo: “Esta opción debe ser sostenida por la oración y traducirse en un testimonio vivo allí donde nos toca vivir: en la familia, en el trabajo, en la cultura o en la política. La humanización del mundo es uno de los nombres de la evangelización”.
“Cristo sigue contando con nosotros”
La homilía concluyó con una llamada al compromiso y a la confianza: “Hermanos, hermanas, Cristo sigue contando con nosotros. Dejémonos conquistar por Él para ser en nuestro mundo testigos de esperanza, reconciliación y paz”.
El jubileo de las cofradías, vivido en la Catedral de Ávila, se convirtió así en una ocasión de gracia y renovación, en la que las hermandades y cofradías de la diócesis fueron invitadas a redescubrir su vocación evangelizadora y a caminar juntas, animadas por la esperanza que no defrauda.
(Fotos: Gonzalo G. de Vega)