El Jubileo, “una experiencia que fortalece la llamada”

Seminaristas del Teologado de Ávila, junto con el Rector y sus formadores, a las puertas del Coliseo

Roma, la ciudad eterna, ha sido escenario la pasada semana del Jubileo de los Seminaristas, uno de los actos convocados por el Papa Francisco con motivo del Año Jubilar de la Esperanza. Entre los cientos de seminaristas venidos de todos los rincones del mundo, también participaron miembros del Teologado de Ávila, quienes vivieron esta peregrinación como un momento de gracia y renovación vocacional.

Para Jorge, uno de nuestros seminaristas abulenses, estos días “se podrían resumir en calor, basílicas, calor, ganar el jubileo, más calor…”, comenta con una sonrisa. Pero reconoce que, más allá de la anécdota, ha sido “el culmen de un bonito curso”. “Visitar la Roma imperial, la de los santos Pedro y Pablo, la de Bernini, la de sus grandiosas basílicas es siempre hermoso, pero estos días han estado caracterizados por el gozo de nuestro jubileo”, explica.

Destaca especialmente la catequesis con el Santo Padre como un momento inolvidable: “Poder estar tan cerca de él fue algo que jamás olvidaré. Rezar con tantos seminaristas y compartir tiempo con mi comunidad me ha hecho amar aún más esta llamada que el Señor me hace”.

También Juan José Rodríguez, diácono de la diócesis de Ávila, ha querido compartir su experiencia, marcada por un profundo sentido de continuidad apostólica: “Ir a Roma no es un viaje más, y en el contexto de un año jubilar, mucho menos. La ciudad eterna es donde reposan los restos de san Pedro y san Pablo. Y esto ha sido para mí un aspecto fundamental en esta peregrinación”, explica.
“Visitar el lugar donde están las columnas de la Iglesia, aquellos que dieron la vida por Cristo, nos anima hoy, 2000 años después, a dar un sí valiente al mismo Señor”, afirma con convicción.

El diácono también se mostró impresionado por la belleza artística de Roma, fruto de siglos de fe expresada en piedra y pincel: “Me ha conmovido el esfuerzo del hombre por plasmar la imagen de un Dios que nunca se cansa de tender su mano, de Padre, a nosotros, sus hijos”.

Para nuestros seminaristas, esta experiencia jubilar no ha sido solo un viaje, sino una auténtica renovación espiritual, un momento para fortalecer la vocación y sentir la universalidad de la Iglesia, siempre viva en torno a Pedro.