Desde que somos pequeños, nos educan en el compartir lo que tenemos con los demás niños, con los compañeros. Algo obvio. Sin embargo, ya de adultos, nos cuesta pensar en compartir aquellos bienes materiales algo más complejos de visibilizar, como nuestras capacidades o nuestros recursos. Por eso, este año, Manos Unidas quiere poner el foco en esa actitud ante la vida, que es la actitud de compartir, que a fin de cuentas, como bien nos dice en su lema de este año, es nuestra mayor riqueza. Y, si supiéramos compartir de verdad, no habría más de 700 millones de personas pasando hambre en el mundo. Es a lo que nos ha llevado una injusta redistribución de la riqueza, con situaciones límites en algunas partes del mundo.
Carmen Morales lleva más de tres décadas como misionera en distintos países de África, y el pasado viernes pudimos hablar con ella en «El Espejo de Ávila» sobre todas estas cuestiones que ella conoce de primera mano. Costa de Marfil, Burkina Faso, Togo o Camerún han sido algunos de sus destinos. Y en ellos ha podido comprobar la pobreza que genera esa falta de compartir. «A mí me parece, fíjate, que la raíz de todo esto es que somos muy individualistas, cada uno mira por sí. En lugar de, como dice el lema de este año, compartir. Compartir nuestra riqueza, que es múltiple, porque no es solamente dinero, es inteligencia, es cariño, es acogida, es todo. Estas diferencias siguen existiendo en la vivienda, en la alimentación, en el trabajo, en la educación, en la sanidad. Grita al cielo que mantengamos todavía estas desigualdades en un mundo globalizado”.
Ella da de sí lo mejor que tiene: su presencia y esfuerzo por los demás. Algo que ve recompensado con creces. “Siempre he tenido la experiencia de estar muy contenta en estos países porque la gente es muy acogedora y acoge todo lo que le enseñas. Les gusta siempre progresar, es una de las palabras claves de la línea de este año, prosperidad. Es decir, holgura, progreso, desarrollo. Y acogen todo lo que les das con muchísimo cariño, porque tienen un ansia muy grande de progreso, de llegar más lejos. Y a mí me parece que es muy importante el que nosotros tengamos una mirada abierta para poder compartir lo que tenemos. No tenemos derecho a guardarlo solo para nosotros en el Norte. En el Sur hay muchas desigualdades.
Siempre se ha dicho que, con un mejor reparto, hay suficientes alimentos en el mundo como para que nadie pase hambre. Lamentablemente, ya sabemos que esto no es así. “Y es una vergüenza que habiendo tantos alimentos y desechando tantos alimentos y tirando la basura tantos alimentos, hay gente que no llega a comer o que coma un plato de comida al día sin proteína”.
En este sentido, Manos Unidas lleva a cabo muchos proyectos de ayuda al desarrollo. Es necesario que los testimonios en primera persona de quienes están a pie de obra, nos cuenten que efectivamente ese dinero llega y que esos proyectos se hacen realidad. Algo que ha podido comprobar Carmen. “Desde luego, todos los proyectos que he hecho, que han sido muchos con Manos Unidas, siempre me los han concedido porque Manos Unidas, lo que le interesa es que presente un proyecto que puede ayudar a mucha gente en el país, que puede ayudar sobre todo a crecer y a saber desarrollarse por sí mismos, después a valerse por sí mismos. Y me han ayudado mucho para hacer diferentes tipos de proyectos. Pues he hecho construcciones de internados, hice un internado en Burkina Faso, un colegio en Camerún, proyectos agrícolas también, me ayudaron a poner una biblioteca en otro de los colegios. Yo no sé cómo lo hacen, pero siempre me ha llegado el dinero puntualmente, he podido hacer el proyecto. Es verdad que son exigentes porque te piden luego facturas de todo lo que has hecho, vienen a ver el proyecto”.
Pequeños compromisos que, sumados unos con otros, pueden lograr mucho bien. “Un euro equilibrado a 656 francos y con eso yo puedo dar de comer un plato de arroz bien grande a 13 niños. Fíjate lo que supone un solo euro”.