“Teresa es luz para toda la Iglesia universal”

Pese a que el mal tiempo hacía pensar lo contrario, la S.A.I. Catedral del Salvador amanecía llena de fieles este 15 de octubre para honrar a la patrona de Ávila, Santa Teresa de Jesús. En torno a 1000 personas (entre ellas, numerosos grupos de peregrinos de Latinoamérica y Francia) participaban de la Eucaristía que presidía el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Bernardito Auza. Junto a él, concelebraba el obispo de Ávila, Mons. Jesús Rico García, y el emérito abulense Mons. García Burillo, así como los abulenses Mons. Carlos López (obispo emérito de Salamanca) y el Cardenal D. Ricardo Blázquez (cardenal arzobispo emérito de Valladolid). Unos 70 sacerdotes diocesanos y una amplia representación del Carmelo Descalzo (incluido el Superior de la Provincia Ibérica del Carmelo), completaban el espacio en el presbiterio en una celebración a la que acudieron asimismo numerosas instituciones civiles, militares y académicas.

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (fotos: Gonzalo G. de Vega)

Al inicio de la Eucaristía, el obispo abulense daba la bienvenida al Nuncio, expresando la comunión de la diócesis con el Papa Francisco. Mons. Rico ahondaba de nuevo en la importancia de la invitación a hacer el camino de santidad al que nos conduce y guía Santa Teresa. Y expresaba al Nuncio la intención de la diócesis de unirse de una manera especial al Jubileo propuesto para el Santo Padre y que comenzará el próximo 24 de diciembre. El prelado abulense explicaba cómo la Iglesia de Ávila comenzaba un curso pastoral basado en la esperanza, que es el hijo conductor de dicho Jubileo. “Necesitamos recuperar nuestra esperanza, pero esta solo es posible si recuperamos una espiritualidad profunda que nos haga mirar al mundo con los ojos de Dios, descubriendo todo lo bueno que hay a nuestro lado, valorándolo, pero al mismo tiempo siendo conscientes de lo negativo para transformarlo desde el mensaje del Señor Jesús. ‘La verdad padece, mas no perece’, decía la santa. Si la verdad padece, mas no perece, tenemos motivos para la esperanza”.

“Teresa, hija privilegiada de esta ciudad”

Era la segunda vez, en los 5 años que lleva en España, que el Nuncio presidía la fiesta de Santa Teresa en la Catedral de Ávila (la primera fue en 2020, en plena pandemia). Mons. Auza decía apreciar esos “vínculos de comunión con el Papa a quien represento” en la diócesis abulense. “El Papa es el primero que impulsa la santidad de la Iglesia con su visión, la que Cristo confió a Pedro para toda la Iglesia”, recalcaba el Nuncio, para, acto seguido, recordar la importancia que la figura de Santa Teresa ha tenido siempre para los distintos pontífices: “Los papás han valorado a Teresa hasta el reconocimiento como la primera Doctora de la Iglesia, así la proclamó el Papa Pablo VI del año 1970, poco antes de Santa Catarina de Siena”.

Consciente de la importancia de la figura de Teresa en la Iglesia universal, Mons. Auza recordaba a los asistentes que “la Santa, como aquí decís, que ya se dice sólo la Santa, es una gran embajadora de Ávila por todas las partes del mundo. Ávila es tan famosa en el mundo, en gran parte gracias a ella”. Y confesaba que, en su primera visita a España hace 40 años, “Ávila tenía que ser una de nuestras metas. Y, para nosotros, en todos los seminarios, tenemos a Santa Teresa como una de las grandes figuras y maestras de oración. Es el honor de su ciudad. Es la hija privilegiada de esta ciudad. Figura excepcional a la que todo el mundo admira. Su rica humanidad, de la riqueza de valores humanos, entre ellos su inteligencia poco común, su energía de carácter, la claridad de juicio, también su buen sentido de humor, la constancia en sus propósitos (que ella llama determinación), la voluntad, la firmeza de esas decisiones, su gran capacidad y empatía, y por supuesto, la abundancia de gracias celestiales que el Señor le concedió”.

Quiso hacer el Nuncio memoria de la gran obra fruto de todas esas cualidades de la Santa: la reforma del Carmelo, “que emprendió a pesar de la oposición, los malentendidos con que tropezó, incluso también con la cierta oposición del entonces Nuncio Apostólico. Sin embargo, ella, operando toda esta oposición con lucidez, con humildad, con mucho realismo y tenacidad, trabajando, fundó numerosos monasterios con el nuevo estilo de las Carmelitas Descalzas. Empezando por el primer monasterio, aquí, a unos metros, el monasterio de San José”. Reforma que después continuaron sus hijas, fundando conventos descalzos en Flandes o en Francia.

Un camino de santidad para todos

“Teresa es luz para todos nosotros, para toda la Iglesia universal”, afirmaba Mons. Auza. Una luz que, indicaba, nos impulsa a todos a la santidad, “sobre todo a través del camino privilegiado de la oración, que para ella es nada más que una conversación amigable con el Señor”.

El camino de santidad que nos propone Teresa está basada en la centralidad de Cristo en su vida, como “sabiduría verdadera”, y desde ahí ella “irradia su conocimiento vivencial a toda la Iglesia como maestra de santidad”. Expresaba el Nuncio cómo la santidad de la Iglesia forma parte de su esencia, de su ser. A ella, todos estamos llamados, cada uno según su vocación específica, ya sea obispo, sacerdote, religiosa, ya sea padre o madre de familia, sea político, sea militar, etcétera, etcétera. Todos en el mismo camino hacia la santidad, según nuestra vocación específica”.

Eso sí, recalcaba la necesidad de una “conversión constante del corazón”, de una “purificación de los miembros” de la Iglesia, que “acoge en su seno a santos y pecadores”. “Es difícil lograr la santidad, porque todos tenemos muchos defectos. El Señor nos regala una libertad total, hasta la libertad para rebelarnos contra Él. Como hemos escuchado en el Evangelio, Jesús da gracias al Padre porque esconde estas cosas a los sabios y entendidos y las revela a la gente sencilla. La verdadera sabiduría no está en los orgullosos y llenos de sí mismos, sino en los que con sinceridad de corazón se hablen a Dios, lo entienden los pequeños”. 

“Para enseñar a los hombres el Evangelio, Cristo no eligió ni a los filósofos ni a los sabios”, continuaba, “como también la Santísima Virgen, siempre en sus apariciones, se dirige a los pequeños y sencillos de corazón, como los niños pastores de Fátima o la ignorante joven de Lourdes. Tampoco Jesús para conquistar el mundo juntó a numerosos ejércitos, gobernados por expertos capitanes, Cristo eligió la afrenta de la cruz, y a doce pobres pescadores de Galilea”. Por ello, en esa sencillez, eligió a Teresa de Cepeda y Ahumada, “para darnos a entender las transformaciones de su amor”.

Ensalzando así la humildad de Santa Teresa, su sencillez de vida, (“recuerden cuando dice que la fuerza se realiza en la debilidad”), recordó los episodios de la infancia de la Santa, con su primer deseo de martirio junto a su hermano “como el modo más fácil de salvarse, de ir a la vida interna”, con sus luchas contra la “superficialidad”, la “debilidad en la salud, la frialdad y la rutina en la vida espiritual” que experimentó de joven en el monasterio de La Encarnación, “dice ella misma que su conversión tuvo lugar a los 39 años. Entonces descubrió lo que ella, llama en sus escritos una ‘determinada determinación’ para arrancarse de esta situación de frialdad o de rutina y decidió dedicarse de verdad a la vida espiritual, a cultivar esta conversación constante y amistad con el Señor”.

Así vemos cómo Santa Teresa de Jesús vivió un proceso de maduración en la fe, “en el que superó los momentos de tibieza y dejadez, también en su vida religiosa, cuando se decidió profundizar en la fe y dejarse libar por la mano de Dios. El amor y su íntima unión con Cristo le hizo aceptar con elegancia espiritual todo lo que el trayecto de su vida le fue deparando, pues siempre se apoyaba con confianza en la fuerza de Dios, no en la suya. ‘Quién a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta’, como decía en ese famosísimo poema de oración”.

Esa es la propuesta de santidad que, según el Nuncio, nos brinda Santa Teresa y a la que estamos llamados todos, buscando “en todas las ocasiones lo que es más perfecto, lo más cercano a la voluntad del Señor”. Algo que se logra con una confianza “sin fisuras” en el Señor, “la confianza ante una bondad sin límites, para ella inagotable”. Para Mons. Auza, la fiesta de Santa Teresa es un momento idóneo para recordarnos de nuevo esa común exigencia de santidad de vida que tenemos todos los cristianos. “Y puede ser la mejor ocasión para ver cómo está nuestra vida de oración”. En ese sentido, destacaba cómo la Santa abulense nos enseña “que debemos de vivir en la paz y el gozo, aún en las tribulaciones y desafíos, porque el amor de Cristo sobrepasa a todo el entendimiento. Por eso los santos tienen que ser necesariamente alegres, siempre confiados en la bondad del Señor”.

El Jubileo de la esperanza

Al igual que había hecho el obispo de Ávila en su alocución inicial, el Nuncio informaba a los fieles de la próxima apertura del Jubileo Universal 2025. Será con la apertura de la Puerta Santa en Roma la próxima Nochebuena, hecho que también realizaremos en nuestra Catedral el domingo 29 de diciembre. Un Jubileo que, a su juicio, supondrá “una nueva ocasión de gracia para el fortalecimiento de nuestra fe y el testimonio de los cristianos en la vida cotidiana”. Algo que invitaba a los presentes, pues, como Teresa, podemos conjugar nuestro trabajo con una vida de oración.

Recordando la importancia de la figura de la Virgen para Santa Teresa, primero con Nuestra Señora de la Caridad (imagen que sale con la Santa en la procesión) a quien pidió consuelo tras morir su madre, y después con la Virgen de la Clemencia, a quien puso en la clausura diciendo que la verdadera priora era Ella (“y todas las hermanas, en silencio”), el Nuncio del Papa concluía su homilía pidiendo buscar, como Teresa, “el amor del Hijo y de la Madre, de Jesús y María, en nuestros gozos, en nuestras penas, en nuestras alegrías, también en nuestras preocupaciones de cada día. Que Santa Teresa sea siempre para nosotros una maestra de santidad, una maestra de una vida de oración. Que la Santa sea siempre un faro, no solamente aquí, sino en todo el mundo”.

Proseguía entonces la Eucaristía, que terminaba con la Bendición Papal por parte del Nuncio a los asistentes. Tras la celebración, se escuchaban aplausos y cantos en la sacristía que entonaban el Cumpleaños Feliz al obispo de Ávila, Mons. Jesús Rico, quien casualmente hoy cumplía 70 años.

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (fotos: Gonzalo G. de Vega)

Tras unas dudas y una incertidumbre más que justificada por el estado del cielo, finalmente se tomaba la decisión de comenzar con la procesión con las imágenes de Santa Teresa y de la Virgen de la Caridad, acompañados por representantes de las distintas cofradías de penitencia y de gloria de la ciudad de Ávila, así como de un grupo de Damas y Caballeros Alféreces Cadetes del Cuerpo de Intendencia, de quien Santa Teresa también es patrona. Acortado un poco el recorrido en las plazas del Mercado Grande y del Mercado Chico (donde no se realizó la tradicional vuelta por las mismas), y con cierto miedo en algunos momentos por la lluvia que se escapaba, en poco más de hora y cuarto se pudo llegar a la Basílica de Santa Teresa, gracias al esfuerzo y la rapidez de los anderos. Allí, ante las imágenes, desfilaron los Intendentes, ante el aplauso y el cariño de los asistentes, que aplaudieron de nuevo con devoción para la entrada de Santa Teresa y la Virgen de la Caridad al interior de la Basílica. Y, en ese instante, comenzó a brillar el sol.