El claustro de la Catedral de Ávila ha acogido esta mañana un responso en el aniversario de la muerte de Claudio Sánchez Albornoz, ministro de la II República y presidente de dicha República en el exilio durante la década de los 60, que, pese a haber nacido en Madrid, pasó toda su vida en Ávila o ligado personal y familiarmente a ella, siendo finalmente enterrado en dicho claustro catedralicio. Curiosamente, a su lado está también la tumba de Adolfo Suárez, abulense y primer presidente de la democracia en España, haciendo que este lugar del primer templo de la diócesis sea un camino de Historia y concordia.
Nicolás Sánchez Albornoz, su hijo, de 98 años, asistía a este homenaje a su padre, junto con varios bisnietos del político homenajeado, así como representantes del Ayuntamiento de Ávila, ya que este lunes el Consistorio, en un Pleno extraordinario, le repone el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, que le había sido arrebatado durante la dictadura franquista, reconociendo así su inestimable aporte histórico y social.
D. Raúl García Herráez y D. José Antonio Calvo, canónigos de la S.A.I. Catedral del Salvador, han sido los encargados de este responso a los pies de la tumba de Don Claudio. Su epitafio resume dos de las claves de su existencia: profundamente religioso, consideraba la libertad, la individual y la social, como la base de la convivencia. Y murió sabiendo que se había recobrado esta convivencia entre todos los españoles, por la que tanto había mediado en vida. Como medievalista, como creyente y como abulense, no tuvo ninguna duda que la Catedral de Ávila era el lugar en el que debían enterrarle. Y fue finalmente en su claustro, ya que, tras el Concilio Vaticano II, las tumbas de personalidades civiles no pueden ser ubicadas en el interior de los templos, sino en sus anexos.