El colegio diocesano Asunción de Nuestra Señora está celebrando en estos días su fiesta, que hoy ha tenido como punto central la Eucaristía. Mientras que los alumnos de Primaria celebraban este encuentro con el Señor en la iglesia episcopal de San Ignacio, nuestro obispo Don Jesús presidía la celebración en la iglesia de San Juan, en la que han participado numerosos alumnos de Secundaria, Bachillerato y Ciclos Formativos del citado centro dependiente de la diócesis.
Durante la homilía, Mons. Rico ha insistido a los alumnos en la necesidad de ser misioneros en nuestro entorno, testigos del Evangelio, más con hechos que con palabras. “Para ser misioneros no hace falta ir a África, Asia. Jesús nos dice que somos la luz del mundo. Y una luz no se pone para encenderla y meterla debajo de la cama, sino para que alumbre. También dice vosotros sois sal. Un alimento que está soso, parece que nos repugna un poco. En cuanto se echa un poquito de sal cambian las cosas”.
“Dar testimonio no es hacer solo cosas grandes, principalmente. Dar testimonio es poner en común y a disposición de los otros por los dones que el Señor nos ha dado”, les explicaba Don Jesús a los alumnos, para recordarles asimismo que “las palabras se las lleva el viento. Hay un documento que nos dice que hoy se cree y se escucha mejor a los testigos que a los maestros. Y si se escucha a los maestros es porque son testigos. Hay un refrán latino también en ese sentido: las palabras ilustran, enseñan, los ejemplos atraen”.
Por eso, el obispo insistía en la necesidad de dar ese testimonio, aún conscientes de nuestras debilidades: “Nadie somos supermanes, todos tenemos nuestros defectos, incluso el obispo, y desde ahí tenemos que ser testigos. Desde ahí tenemos que ser capaces de aportar a los demás lo poco, lo mucho que tenemos. Ser luz que ilumine, ser sal que dé sabor”.
También les ha hablado del valor del esfuerzo personal, recordando las palabras de San Pedro, cuando señala que “la carrera de la vida es costosa. Dice también un refrán que lo que cuesta vale y no podemos conseguir nada sin esfuerzo. Los atletas corren, uno gana la carrera, pero todos el objetivo es llegar a la meta. Y no es lo importante que caigamos corriendo, no es lo importante que nos cansemos, que nos tenemos que cansar. Lo importante y lo más peligroso es que nos paremos, que no sigamos corriendo. Si nos paramos seguro que a la meta no llegamos, pues nuestra vida cristiana también es como esa carrera en la que a veces ser cristianos, dar ejemplo, seguir el Evangelio, es costoso. Nos resulta difícil. Ánimo a todos”.
Finalmente, y haciendo alusión al símbolo clásico del escudo del colegio, Mons. Rico hablaba de la antorcha como signo de luz, “y la antorcha se pasa de unos a otros. Ojalá también nosotros sepamos pasarnos esa luz, unos a otros. Esa es nuestra misión y eso es a lo que nos ha llamado Jesús en el Evangelio”.