Encuentro de Laicos sobre el Primer anuncio

 

Participantes de la diócesis de Ávila en el Encuentro de Primer Anuncio

La Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida ha organizado el Encuentro de Laicos sobre el Primer anuncio con el lema «Pueblo de Dios unido en la Misión». Este evento ha reunido, del 16 al 18 de febrero, en la Fundación Pablo VI (P.º de Juan XXIII, 3), en Madrid, a representantes de las diócesis españolas, de la vida consagrada y de los distintos movimientos y asociaciones de laicos. En total, más de 700 participantes. Junto a ellos, cerca de cuarenta obispos.

De nuestra diócesis de Ávila, ha participado un grupo de 8 personas, en su mayoría laicos de distintas parroquias de la provincia. Entre ellos también, Diana Moya, Delegada Episcopal de Apostolado Seglar, y miembro del Consejo de Laicos de la Conferencia Episcopal Española.

Este Encuentro ha supuesto escribir una página más del camino que iniciamos con el Congreso de Pueblo de Dios en Salida hace ya cuatro años, en febrero de 2020. A lo largo de los dos últimos años, con el impulso del Consejo Asesor de Laicos de la CEE y en colaboración con el Área de Primer Anuncio de la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado, hemos ido formándonos sobre el Primer Anuncio y discerniendo qué llamadas nos está haciendo el Espíritu Santo para realizar una verdadera conversión pastoral que ponga al primer anuncio en el centro de nuestra acción evangelizadora.

No todo es primer anuncio; con esta expresión nos referimos al acto fundamental, consecuencia de nuestro bautismo, que tiene por objeto proclamar el kerigma (lo esencial de nuestra fe) con la finalidad de hacer posible un encuentro vivo con Jesucristo en aquellos que no lo conocen. Pero, junto con ello, hemos redescubierto que el primer anuncio no es una tarea, no es una obligación, no es una acción. A través del primer anuncio vamos a un encuentro con alguien que nos espera; alguien con minúscula y Alguien con mayúscula. El primer anuncio no es sólo para el otro, es también para nosotros mismos. Es el lugar concreto donde Cristo quiere construir mi vida, donde quiere hacerme suyo. Si nos saltamos eso, nos saltamos a Cristo. En definitiva, en el primer anuncio nos jugamos nuestra santidad personal, la llamada personal que nos hace Cristo desde las personas con las que compartimos vida, trabajo, compromiso, familia, barrio…

Este anuncio de Jesús muerto y resucitado solo será creíble en la medida en que nuestras comunidades salgan a las periferias existenciales y materiales al encuentro de nuestro hermano que sufre. La presencia de Cristo y de la fraternidad de los cristianos será así buena noticia transformadora y signo de esperanza.

Todo este proceso, iniciado en el Congreso de Laicos, lo hemos realizado con dos claves transversales: sinodalidad y discernimiento. Con ilusión hemos realizado juntos este camino para descubrir a qué nos está llamando Dios, que nos invita a salir al encuentro del hermano sin esperar a que venga a nosotros.

Para realizar esta conversión pastoral a que nos lleva el primer anuncio no hay recetas ni fórmulas clave, pero sí contamos con muchas experiencias de Iglesia que podemos compartir entre las distintas comunidades y que nos pueden ayudar en el camino.

Ciertamente, la condición primordial para poder anunciar a Jesucristo es, en primer lugar, tener experiencia de Él, habernos encontrado con el Señor, habernos dejado mirar a los ojos y sentir su amor incondicional. Y es que solo se puede compartir lo que se vive.

Otra de las claves fundamentales que hemos descubierto es que el anuncio ha de ser personal, con obras y palabras, pero siempre desde la cercanía, la amistada y el testimonio de vida en lo cotidiano.

Si el viernes dábamos gracias por el camino recorrido en estos años, la jornada del sábado se ha organizado en cuatro paradas en el camino por las que han ido pasado todos los participantes.

Como nos recordaba la primera parada del encuentro (Primer Anuncio y vida cotidiana), el Primer Anuncio empieza en nuestra vida cotidiana, familia, compañeros de trabajo, vecinos… Nuestro encuentro gozoso con el Señor nos abre al otro, al hermano. Nos invita a hacernos presentes de manera significativa para que se produzca el descubrimiento de Jesús de Nazaret, también desde nuestra vulnerabilidad, que permitirá un encuentro de corazón a corazón, que evite los peligros de la impaciencia, el proselitismo, la búsqueda de protagonismos o los prejuicios que impiden un verdadero anuncio.

Además, en ese encuentro con el otro, volvemos a descubrir a Cristo que también nos espera  para volvernos a mostrar su amor salvador por nosotros. 

En la segunda parada (Primer Anuncio y comunidad) hemos constatado el anuncio parte de una comunidad, no es algo que hacemos solos, y que debe conducir a que la persona que lo ha recibido se pueda incorporar a una comunidad, donde hará su proceso de iniciación discipulado. Esta incorporación a la comunidad no se puede hacer sin un primer acompañamiento o acompañamiento inicial, como nos recordaba la tercera parada (El acompañamiento tras el Primer Anuncio).

en todo el proceso es fundamental la escucha, imprescindible en todo diálogo, que no se puede dar sin la apertura al otro. Además necesitamos alegría, acogida, esperanza, valentía (parresía) gratuidad o humildad.

En la cuarta parada (Primer Anuncio y formación) hemos tomado conciencia de la necesidad de formación que nos capacite para ese anuncio. Necesitamos nuevos lenguajes, nuevos métodos, hacernos presentes en el continente digital o en el mundo de la increencia, cambiar nuestra mentalidad en la catequesis para que sea verdaderamente kerigmática, saber acompañar en los momentos de duelo de nuestros hermanos, a los matrimonios en sus caminos… Y, por supuesto, sin olvidarnos de los jóvenes que son un verdadero reto para el anuncio al mismo tiempo que unos de sus mejores agentes.

El Encuentro de este fin de semana ha sido una verdadera experiencia gozosa de comunión que nos devuelve a nuestras comunidades para que discernamos sinodalmente cómo responder a la llamada del Espíritu a anunciar a Cristo. Ahora nos toca contagiar a nuestras comunidades y compartir con ellos lo vivido, ver cómo ponemos en práctica esta conversión pastoral, qué estructuras y acciones nos van permitir ayudar a nuestros hermanos a este encuentro personal y transformador con el Señor.