La Iglesia española, “a la vanguardia” en prevención, formación y acompañamiento en casos de abusos

El aula Obispo José Luis Retana del Seminario diocesano ha acogido hoy la tercera sesión de la Formación Permanente del Clero, que ha contado con una numerosa participación de los sacerdotes abulenses, interesados en escuchar todo lo referente al protocolo marco de prevención y actuación en caso de abusos a menores y equiparables legalmente.

El encargado de poner sobre la mesa esta cuestión de absoluta trascendencia y actualidad ha sido D. Carlos López, Vicesecterario para Asuntos Generales de la Conferencia Episcopal Española y Promotor de Justicia del Tribunal de la Rota. Información, por tanto, de primera mano de qué está haciendo la Iglesia con respecto a esta cuestión. Porque no, la Iglesia no está parada en este campo: “La primera referencia a la lucha de la Iglesia sobre abusos a menores data de hace veinte siglos, del Concilio de Elvira”, explicaba el ponente. Efectivamente, en él, se promulga la ley eclesiástica más antigua concerniente a diversas materias, entre ellas, prescripciones para sancionar las agresiones sexuales de clérigos en contra de menores de edad. Disponía lo siguiente: “Los que abusan sexualmente de niños no pueden recibir la comunión ni en peligro de muerte”.

A partir de ahí, son muchos los desvelos de la Iglesia en este sentido. “El Código de Derecho Canónico, promulgado por San Juan Pablo II, se ha convertido en un documento vivo, que ha sido actualizado por el propio pontífice, por Benedicto XVI y ya dos veces por el Papa Francisco”. Todo para reforzar los tipos penales de estos delitos. Y con respecto a la comunicación de los casos, la comunicación con las autoridades seculares y la colaboración con las normas civiles ha sido una constante, especialmente en los últimos 24 años. “Por eso, cuando nos dicen que la Iglesia no hace nada, es bueno recordar esto”, aseguraba.

D. Carlos López ha señalado los abusos como menores como “un drama de la sociedad en general e innegable”, pero a su vez denuncia la existencia de “una cerrazón por achacarnos la totalidad del pastel. Y no es justo”. Alertaba de la “falacia” de lo que se pretende vender mediáticamente, “de mostrarnos la postverdad, lo que es políticamente correcto”, pero a su vez aterrizaba en lo que es obvio sobre la postura de la Iglesia: “Un solo caso merece todo el esfuerzo realizado durante todos estos años”.

Un esfuerzo materializado desde 2019 con la institución de las oficinas diocesanas por parte del Papa Francisco con su Motu Propio Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo). “Pero pronto vimos que la función de estas oficinas no puede limitarse a recibir las denuncias: tenía que ir más allá. La iglesia en España se ha situado en la vanguardia de todas estas acciones sobre este asunto tan doloroso. Las oficinas empezaron a poner avances en campo de prevención, formación, detección y acompañamiento. Ya no solo de victimas de abusos en ámbito eclesiásticos sino en toda la sociedad. Se han convertido en punta de lanza. Y, sobre todo, un trabajo en comunión con las instituciones de vida consagrada aun nivel que yo no había visto hasta ahora. Porque en este campo o vamos todos a una, o nos abren brecha. Es, por tanto, un cambio de vertiente en el que queda patente que nos interesan las personas”.

“Podíamos elegir no hacer nada o ponernos en la vanguardia. Pues hemos optado por esto”, reafirmaba el ponente. Por eso, insistía en el trabajo de las Oficinas Diocesanas, que acompañan también “a personas abusadas no en el seno de la Iglesia. Con mucho esfuerzo y mucho tesón, sin ser afectados por la mayoría de estos crímenes. Y los objetivos que se han alcanzado son que hoy día la práctica totalidad de las denuncias acaban en las mesas de los fiscales. No hay casos que se queden sin denunciar. Ojalá que los que vengan puedan encontrar que la Iglesia actúa, y actúa con verdad, con justicia y con misericordia. Si conseguimos remar todos a una, vamos a poder contribuir a la eliminación de esta lacra. Y si no lo conseguimos del todo, la vamos a dejar muy tocada. Claro que queda aún mucho por hacer, y la Iglesia es lenta en algunas de sus acciones, pero una vez que lo hace, es capaz de llevarlo con contundencia hasta sus últimas consecuencias”.

Ser proactivos para evitar negligencias

Volviendo de nuevo a la formación, D. Carlos López destacaba cómo, a su juicio, es “la más contundente respuesta que podemos dar. Hemos de situarnos en la humildad de que necesitamos esta formación, esta actualización, con algo con lo que lidiamos habitualmente. Nuestra libertad está reglada. La única forma de evitar que se den situaciones de negligencia es formándonos. Ser proactivos para hacer en todo momento no lo que se puede, sino lo que se debe. Aunque, lógicamente, no es una cuestión fácil”.

En este sentido, ponía sobre la mesa la formación a más de 152.000 personas llevadas a cabo solamente en 2022. “De ellos, unos 2700 eran sacerdotes, 3732 monitores, 18200 padres, 21000 profesores, 2900 catequistas. Y, ojo, 103854 niños y adolescentes menores de edad. Ahí está la clave. Solo así evitamos que esto prolifere. Formando primero a los menores para que sean ellos los primeros que detecten qué es un abuso y sean capaces de comunicarlo”.

Ser proactivos en esta cuestión es fundamental. Así, D. Carlos López explicaba a los sacerdotes abulenses la legislación canónica actual en materia de abusos con los últimos cambios introducidos por los últimos Papas, dando además las claves de las medidas implementadas en colaboración con las instituciones públicas (como, por ejemplo, eliminar el secreto pontificio en estos casos). Para ello, ha remitido a la lectura del informe Para dar Luz, de la Conferencia Episcopal, donde se detallan los protocolos, la documentación necesaria para el trabajo con menores, el cumplimiento de la norma existente (tanto civil como canónica), las medidas de acompañamiento y reparación espiritual que se brinda desde las Oficinas Diocesanas, el plan de reparación integral (aún en preparación desde la CEE), y todo cuanto se precise en este sentido para saber cuál debe seguir siendo el trabajo de la Iglesia en este campo.