“No somos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad”

Desde hace ya siete años el Papa Francisco quiso instaurar una jornada en noviembre dedicada a los pobres. Es algo que nos tiene que hacer reflexionar sobre todo a la hora de pensar que hay mucha gente hoy en día que está necesitando de nuestra ayuda. Y no hablamos solo de pobreza económica, que también, sino de otro tipo de pobreza social y pobreza humana de las que desgraciadamente no somos ajenos. Por eso hoy queremos no apartar ese rostro de los pobres, como nos pide el lema de la jornada de este año, y lo vamos a hacer de la mano de una de las entidades que impulsan esta jornada. Lo hace la propia Conferencia Episcopal en España y también Caritas, con cuyo delegado episcopal, Antonio Luis Nicolás, hablamos este domingo.

Si yo te pregunto, Antonio, si hay pobres en Ávila, la respuesta es más que obvia. Pero si la pregunta fuera si somos capaces de descubrir esa pobreza, ¿qué me contestarías?

A ver, yo te contestaría que es urgente que hagamos una pasión de reflexión, porque la pobreza es externa e interna. La pobreza es de los demás y es nuestra propia pobreza. Yo creo que hemos tenido ya la experiencia suficiente para saber y para asumir que nadie se salva solo, que todo está conectado, y que la mayoría de los mortales somos mucho más pobres de lo que en apariencia nos mostramos. Dicho esto, solamente un dato: a fecha de hoy, en nuestra diócesis de Ávila, en nuestra provincia, Caritas está atendiendo a más de 800 personas migrantes en situación irregular. Solamente te estoy hablando de migrantes. Junto a ello, el comedor social, con más de 21.000 comidas en el año 2022. Es decir, son datos que nos desbordan y que nos hablan de una realidad que tenemos que tener presente. Por eso yo invito a esa reflexión. El Papa nos pide este año que no apartemos nuestro rostro del pobre con esa reflexión bíblica tan significativa, porque muchas veces, insisto, no somos capaces de mirarlo o de descubrirlo.

Hay un refrán castellano que dice, ojos que no ven, corazón que no siente. Como aquí no se ven las famosas colas del hambre, parece que no pasa nada. Pero la realidad es bien distinta.

Hemos trabajado en que esas colas del hambre (que, sin ser tan llamativas como en otros lugares de la geografía española, se han producido en Ávila) sean dignificadas en cuanto a una atención personalizada, a una dotación de recursos que facilitaran que las personas pudieran elegir. Pero a mí hay algo del mensaje del Papa Francisco para esta séptima Jornada Mundial de los Pobres que me parece de vital importancia: “la Jornada Mundial de los Pobres es una cita que la Iglesia va arraigando poco a poco en su pastoral para descubrir cada vez más el contenido central del Evangelio, es decir, el contenido central del Evangelio”. Y la forma, la manera de demostrar que el Reino de los Cielos se está implementando es si los pobres ocupan el centro de nuestra acción, que como bien dice nuestro obispo Jesús Rico, toda acción que realice la Iglesia, sea de existencia social, sea de celebración de sacramentos, sea de crecimiento en el conocimiento de los artículos de la fe, es una acción pastoral. A mí me parece que volver a poner en el centro el contenido del Evangelio y a los pobres es algo primordial. Es que es algo que se nos olvida con demasiada frecuencia.

Ha tenido que venir el Papa para poner una jornada que nos recuerde que esto debería ser lo central en la vida de todo cristiano desde el mismo momento en el que hay un mandamiento que dice ama al prójimo como a ti mismo.

Sí, pero mira, yo creo que está perfectamente instituida esta jornada. Porque igual que en nuestra tradición, la jornada del Corpus Christi está dedicada a la contemplación, a la adoración, al reconocimiento de la presencia real de Cristo y se ha vinculado siempre a la caridad, la Jornada Mundial del Pobre es como la otra cara de la misma moneda: no se puede ser hombre y mujer de fe sin ese compromiso que procede.de la misma adoración, y ese compromiso se manifiesta en la atención al hermano en situación de mayor vulnerabilidad. Además, celebrarla cuando finaliza el año litúrgico, cuando hemos recorrido todas esas enseñanzas sobre el reino, poner a los pobres me parece que es fundamental.

A veces nos conviene que nos agarren un poquito de las solapas, nos zarandeen, para que seamos conscientes de lo que hay, lo que tenemos al lado. Que tenemos adormecida nuestra conciencia.

Porque no somos conscientes de nuestra propia vulnerabilidad. Es decir, la sociedad no está continuamente empujando algo que no corresponde con la realidad. Esa de estar en la vida de la sociedad, el bienestar, esa sociedad de tanto derecho y tan poca obligación, esa sociedad en la que todo empieza y termina en mí, eso nos está llevando a unos niveles de frustración de nuestra propia realidad. Mira, que en 23 años el incremento de los salarios comparado con el incremento del IPC ha sido un crecimiento cero, es algo que al final nos afecta a todos. Y no podemos obviarlo o cerrar los ojos. Al contrario, hemos de mirar esos rostros de los pobres que tenemos al lado.