Las claves de Santa Teresa: la centralidad de la oración, su amor a la Iglesia, y su confianza “sin reserva” en el Señor

Ávila ha vivido este domingo su día grande, con la fiesta de su patrona, Santa Teresa de Jesús. Quizá precisamente el hecho de ser fin de semana ha propiciado que fuera una de las celebraciones con mayor número de fieles de los últimos años. Casi un millar de personas llenaban la Catedral, para participar de la primera Eucaristía de la Santa oficiada por Mons. Jesús Rico, quien además celebra hoy su cumpleaños. Junto a él, en el presbiterio, concelebraba el Cardenal Ricado Blázquez (arzobispo emérito de Valladolid y abulense de nacimiento), un obispo auxiliar mexicano (que se encontraba con una peregrinación de su país en la ciudad de Ávila), una amplia presencia de miembros de la Orden del Carmelo (con el Padre Provincial entre ellos), vicarios de la diócesis, y el Deán y el Cabildo de la Catedral del Salvador.

Entre los fieles, numerosas autoridades civiles y militares, con especial mención para varios mienbros del Cuerpo de Intendencia, de quien es patrona la Santa de Ávila. También en primera fila podíamos ver a la Ministra de Defensa, Margarita Robles, fiel devota de Santa Teresa, y que participa con frecuencia en los actos religiosos que se celebran en nuestra ciudad en torno a su figura.

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (Fotos: Gonzalo G. de Vega)

El Deán de la Catedral saluda a la Ministra de Defensa a su llegada al templo

El obispo de Ávila ha querido centrar su homilía en el legado teresiano, “que sigue dando muchas lecciones al hombre de hoy”. Un legado resumido en tres cuestiones fundamentales: la centralidad de la oración, el amor incondicional a la Iglesia, y la fortaleza de la amistad con Dios “en tiempos recios”.

Maestra de oración

“Hoy ser cristiano no va con ser español, u occidental. Es más una opción libre y personal, y a veces extraña en determinados contextos”, comenzaba el Prelado abulense, por lo que abogó por una “experiencia de fe fuerte”, fortalecida precisamente por la oración “La centralidad del misterio de Cristo es la nota dominante de la figura de Santa Teresa, en vivir con Él y como Él. Y en darlo a conocer internamente como único Señor redentor consistió la pasión central de su vida. Su vida sobrenatural es la clave de su doctrina sobre la oración. Oración entendida como manantial de la acción, fluyendo en las situaciones más grises, determinando un recogimiento que tiene aún más gracia cuando no hay sosiego exterior”. 

“La fe fructifica y se expresa en la oración”, proseguía Mons. Rico García. “Ésta fortalece la fe y la revitaliza. Sin ella, el cristiano se convierte en un ideólogo. Sin la oración, existe sólo una vaga pertenencia al cristianismo. No existe entonces fe auténtica, sino sólo ideología. No existe esperanza, sino sólo autosuficiencia. No existe caridad cristiana, sino sólo frenesí de protagonismo filantrópico. Si, aunque las apariencias parecen afirmar lo contrario. la oración que es diálogo con el Dios que salva, salvará al mundo”.

Recordando el modo en el que Santa Teresa concebía la oración (“tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”), destacaba el Obispo abulense que, precísamente al ser “una relación de amistad, no se dice nunca la última palabra. Tenemos que estar constantemente cultivando esa amistad, esa experiencia. En esa amistad habrá momentos de euforia, momentos de rutina, de sequedad. Pero siempre ha de haber una convicción profunda: sabemos que nos ama”.

Amar a la Iglesia

“Santa Teresa ama profundamente a la Iglesia”, proseguía Mons. Rico, recordando sin embargo los problemas que tuvo dentro de ella, como la persecución de la Inquisición, cuando quemaron todos sus libros, o cuando la Orden del Carmelo le pide que se encierre como presa en un convento a su elección. “La Iglesia vivía también tiempos recios, de desesperanza en muchos cristianos”, pero sin embargo la Santa muere en Alba de Tormes diciendo “Por fin, muero, hija de la Iglesia”. 

Citaba entonces al teólogo abulense Juan Manuel Martín Velasco, cuando en una ocasión fue preguntado: “¿Por qué no abandono a la Iglesia? Porque todavía tiene arreglo, porque desde su interior se puede trabajar por su transformación. No, por Dios, que ella no me abandone a mí”. En esa misma línea, el Obispo de Ávila invitó a ver a Santa Teresa como un ejemplo de amor a la Iglesia. “Nos invita a trabajar dentro de ella y en ella. El amor a Jesucristo, su seguimiento, se hace misión, se concreta y se prolonga en el amor a la Iglesia. Hemos de hablar de la Iglesia en prolongación del amor a Cristo. Sin hablar del amor personal a Jesucristo, el amor a la Iglesia se desdibuja o podemos caer en sectarismos”. No vacilaba D. Jesús en afirmar que “desde luego que en la Iglesia existen conflictos siempre, que nos hacen sufrir. Pero no es lo mismo vivirlos desde la condena y la agresividad que desde la preocupación por algo que considero mío”. 

Un amor a la Iglesia que nace de la convicción de que el Espíritu no sólo hizo nacer la Iglesia en el pasado, “sino que continúa guiando y acompañando a la Iglesia hoy, en medio de nuestro mundo secularizado, globalizado y postmoderno. Si no creemos en esta presencia del Espíritu Santo en la Iglesia concreta de hoy, nuestra pertenencia a la Iglesia y el sentirnos Iglesia carecería de sentido”. Esa presencia del Espíritu hoy en la Iglesia y no la abandona “produce santos, y no deja de renovarla continuamente”, adirmaba Mons. Rico. “De la Iglesia lo hemos recibido todo: la fe cristiana, el Evangelio, los Sacramentos. En ella hemos aprendido a dar, a pedir perdón, a amar a todos y en especial a los más necesitados, la confianza filiar en el Padre, nos ha enseñado a rezar a María como Madre. La Iglesia a la que servimos, a la que hemos consagrado nuestra vida, es la Iglesia peregrinante, la Iglesia de los pecadores. La Iglesia que para mantenerse y conservarse en la Verdad, en el amor y en la Gracia de Dios, necesita el milagro cotidiano y extraordinario de esta misma Gracia. Sólo viéndola así, podremos amarla de forma adecuada. Caminemos en esta senda. Pensemos agradecidos en todo bien que ha brotado y continúa brotando en la Iglesia”.

Hoy se necesitan amigos fuertes de Dios

“Esta frase ha de tener hoy una especial resonancia para nosotros”, recordaba D. Jesús, animándonos “a no conformarnos con una vida mediocre y sin aspiraciones. Y a esforzarnos en crecer en una profunda vida de amistad con Cristo, a tomar cada día más conciencia del don inmenso recibido en el Bautismo y la Confirmación que nos impulsan a llevar el amor de Cristo a nuestros semejantes”.

Destacaba la confianza en Dios sin reserva como rasgo fundamental de Santa Teresa. “Por ello, nunca se echa atrás ante nada, cuando se trata de seguir la voluntad del Señor. Cuando ella descubría cuál era la voluntad de Dios, no había fuerzas humanas capaces de detenerla. La confianza en Dios era fuente de sus firmes convicciones, de su osadía y de la perseverancia en sus propósitos”. En ese sentido, alentaba a los fieles presentes en la Catedral a darse cuenta de la necesidad que tenemos también nosotros de “una enorme confianza en Dios, diáfana, sencilla y evangélica. Vivimos tiempos recios, para muchos de incertidumbre. Teemos que luchar contra ese cristianismo vergonzante: lo soy, pero no quiero que se sepa; lo soy, pero no quiero pagar la factura por serlo. Esta provatización de la fe atenta contra la dimensión misionera, contra la dimensión comunicativa del cristianismo desde sus orígenes”.

Por el cntrario, abogó por el testimonio de los “amigos fuertes de Dios” en el mundo actual, pues, a su juicio, “la renovación de la IGlesia sólo vendrá hoy, como en tiempos de la Santa, de la fuerza de aquellos que tienen raíces profundas y viven la plenitid pura de la fe. Hoy, como ayer, necesitamos personas que remitan a la figura de Cristo. El mundo exige a los evagelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen. Santa Teresa es testigo de Jesús por sus palabras y sus obras. Su confianza en el Señor hacía brotar en ella una alegría contagiosa. Invitaba a sus monjas a andar alegres sirviendo, porque un santo triste es un triste santo“. 

“Pidamos por la intercesión de Santa Teresa que seamos testigos alegres de la fe que profesamos en medio de nuestros ambientes. Porque, como ella nos decía, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho. Y así, lo que más os despertare a amar, eso haced”, concluía en su homilía Mons. Jesús Rico.

Mons. Rico imparte la Bendición Apostólica al término de la Eucaristía

Bendición Apostólica y procesión

La Eucaristía continuaba en la Catedral. Y, tras la Comunión, el obispo de Ávila impartió, en nombre del Papa, la Bendición Apostólica con Indulgencia Plenaria. A continuación, comenzaba la procesión po las calles del centro de Ávila con las imágenes de Santa Teresa y la Virgen de la Caridad (imagen a la cual la Santa de niña imploró que fuera su madre al fallecer la suya propia).Las calles se encontraban repletas de personas, muchas más que años precedentes, y ello a pesar de la amenaza de lluvia que llegó a hacer acto de presencia en varias ocasiones.

Al llegar a la Basílica de Santa Teresa, los militares de Intendencia desfilaron marcialmente ante las santas imágenes, que después entraron al templo bajo los sones del Himno de España, donde quedarán este domingo para que todos los fieles puedan poner en práctica ante ellas ese ejercicio necesario de oración que proponía en sus palabras de la Misa el obispo Mons. Rico.