“No podemos avergonzarnos de ser cristianos”

San Segundo, primer obispo de Ávila,. Y junto a él, su sucesor 96º, Mons. Gil Tamayo

Tras un año de celebración a puerta cerrada, y otro con aforo restringido y sin procesión, Ávila recuperaba este 2 de mayo la fiesta de su patrón, San Segundo: uno de los siete varones apostólicos llegados a evangelizar la Península Ibérica, y que fundó en esta tierra la primera comunidad cristiana, considerado así el primer obispo de esta diócesis.

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (fotos: Gonzalo G. de Vega)

La Catedral de Ávila acogía así la celebración del patrón, en una Eucaristía con una amplia asistencia de fieles. Precisamente pensando en estos dos años pasados comenzaba nuestro obispo, recordando a quienes nos han dejado en estos “dos años de sufrimiento. Pedimos la intercesión de San Segundo para que acabe ya esta plaga”.

Otra plaga que ha ocupado los primeros compases de la reflexión de Mons. Gil Tamayo ha sido la guerra de Ucrania, “que nos toca tan de cerca con el sufrimiento de un pueblo que ha visto pisoteados sus derechos, sus libertades, su independencia. Pedimos hoy que venga la paz, este anhelo tan del ser humano, que nos es consciente del sufrimiento que acarrean las guerras. Pero la paz no es consecuencia de equilibrio armado: es consecuencia de la justicia, de la paz. Seamos, pues, solidarios con los que sufren, acojámosles. Y pidamos la paz también para nuestro pueblo de Ávila, para que el Señor proteja esta provincia y la dé prosperidad. Se lo pedimos hoy por intercesión de nuestro patrón”.

“No vivamos un cristianismo light”

D. José María (sucesor 96º del primer obispo abulense) calificaba a San Segundo como “memoria del inicio del cristianismo en nuestra tierra, autentificado más tarde por el martirio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta. Somos un pueblo de vieja cristiandad, que se manifiesta en nuestra cultura y nuestra forma de ser. Una tierra de grandes santos, como San Juan de la Cruz, Santa Teresa, San Pedro Bautista, que ya no son sólo de esta tierra sino de toda la humanidad. Somos un pueblo elegido por Dios para vivir conforme a esa fe que confesaron nuestros mayores”.

Por ello, ha insistido el obispo en no pocas ocasiones (al igual que ayer en la celebración de San Pedro de Alcántara) que “nuestra fe no se quede solo en un titulo, sino que se refleje en nuestro modo de vida. Que seamos buenos hijos de San Segundo, y testimoniemos que somos cristianos”.

Una fe “sin complejos” de la que no debemos avergonzarnos. “No vivamos un cristianismo light, de ir tirando”, pedía Mons. Gil Tamayo, que hacía referencia a cómo el Evangelio muestra sin tapujos los defectos de los Apóstoles (“hasta Pedro reniega de Jesús tres veces”), para mostrarnos que nosotros no somos tampoco perfectos, pero también estamos llamados “a mostrar en nuestra generación lo que somos”.

“Estamos marginando a Dios. Se está convirtiendo en un sin papeles”

“No podemos vivir un cristianismo privado, sólo en las fiestas, sólo en caso de emergencia. Tiene que ser transversal en muestra vida”, proseguía el obispo de Ávila, quien pedía que nuestra fe no fuera algo marginal, sino trascendente en nuestra vida. “Con respeto exquisito a las creencias de los demás, no podemos avergonzarnos de las nuestras. Porque Dios se está convirtiendo en un sin papeles. Lo escondemos. Y así nos va. Cuando quitamos el fundamento de muestra fe, de nuestra cultura, vivimos en un vacío”.

Y esa falta de Dios en nuestras vidas cotidianas tiene consecuencias. “No hay un medidor de la fe. Pero no podemos vivir como paganos, con indiferencia religiosa, con ateísmo práctico. Porque se cae en un existencialismo peligroso. Ante ello, hemos de recuperar el sentido trascendente de la vida, donde tenemos como culmen nuestros grandes santos. ¿Os imagináis que San Juan de la Cruz o Santa Teresa hubieran marginado a Jesús? No serían San Juan, Sant Teresa. Y nuestra tierra no sería Ávila”.

Una y otra vez, insistía D. José María vehementemente en recuperar esa herencia cristiana, en recuperar el sentido trascendente de nuestras vidas. “Si no lo recuperamos, vivimos en crisis. No tenemos asegurado ante males externos nuestra pervivencia. Recuperemos la fe como cosmovisión de la vida. Recuperemos el cristianismo existencial”.

Con ese anhelo de ser “amigos fuertes de Dios” como pedía Santa Teresa, y de honrar uestras raíces cristianas encarnadas en San Segundo, concluía su prédica Mons. Gil Tamayo, para continuar con la Eucaristía. Al término de la misma, comenzaba la procesión con la imagen del patrón hasta llegar a su ermita, en la ribera del Adaja. Durante el recorrido, la imagen ha entrado en la ermita de San Esteban, donde ha vuelto a reencontrarse con la Virgen del Consuelo.

Un día de fiesta, que respetó el tiempo, en el que los abulenses hemos recuperado la tradición de honrar a quien nos dio el privilegio de la fe en Cristo: San Segundo, patrón de Ávila.