“Se nos exige ser santos en nuestro tiempo”

Bendición del Santo Crisma

Más de un centenar de sacerdotes de toda la diócesis han participado esta mañana en la Santa Misa Crismal, celebrada en la Catedral del Salvador. Una celebración en la que los presbíteros han renovado sus promesas sacerdotales y nuestro obispo D. José María ha consagrado los sagrados óleos. Junto a ´él en el altar, concelebraban el obispo emérito de Ávila (Mons. Jesús García Burillo) y el obispo emérito de Salamanca (Mons. Carlos López), ambos residentes ya en nuestra diócesis.

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Mons. Gil Tamayo ha querido comenzar su homilía agradeciendo la entrega de los sacerdotes, de quien confesó sentirse “orgulloso. A pesar de los años, a pesar a veces de la poca respuesta en estas iglesias nuestras de la España despoblada, estáis ahí”. También les pedía “perdón, por lo que habéis esperado de mí y yo no os haya sabido dar”.

Una homilía que, confesaba, quería servir para darles ánimos en su tarea, una entrega pastoral para la que han sido “ungidos por el Espíritu. Y esa unción deriva en una consagración a Dios, una entrega a Él. El Señor nos ha escogido, nos ha llamado a una vocación especial, en la historia concreta de cada uno de nosotros. Y esto nos pone a disposición de los demás. Esta raíz sacramental nos lleva a identificarnos plenamente con Cristo”.

“El mundo nos necesita santos”

D. José María recordaba, asimismo, la llamada a la santidad que nos interpela en este año en que celebramos el IV Centenario de la Beatificación de San Pedro de Alcántara y el IV Centenario de la Canonización de Santa Teresa. “Estas celebraciones no son un homenaje cultural, de eventos, folclórico. Es el triunfo de unos cristianos ejemplares, antecesores nuestros, significativos para esta Iglesia de Ávila. Es la celebración de la santidad”.

Una santidad a la que de manera especial están llamados los sacerdotes. “Tenemos que ser santos porque somos consagrados, porque somos sacerdotes de Dios”. Para ello, Mons. Gil Tamayo les pedía “huir del ministerio funcional, como si eso nos eximiera de las virtudes teologales (…) La consagración lleva consigo una exigencia de santidad, al estilo del itinerario mostrado por Santa Teresa en sus Moradas. No podemos estar de barbecho en un funcionalismo que sólo cumple, sin más. Se nos exige ser santos en nuestro tiempo, con los medios de los Sacramentos, especialmente de la Eucaristía. El mundo nos necesita santos”.

“Nuestra santidad empieza por la proximidad con nuestros hermanos en el presbiterio, especialmente con los más necesitados”, les interpelaba el obispo abulense a sus sacerdotes, al tiempo que les recodaba que “la fraternidad sacerdotal no nace de una asociación, o de un conjunto de ideas más o menos iguales: nace del Sacramento del Orden, y que queréis aún más, del Bautismo”.

“Por tanto, os pido que rompamos resentimientos, amarguras”, continuaba Mons. Gil Tamayo, quien recordaba asimismo la importancia del Sacramento de la Penitencia, “empezando por nosotros mismos. No podemos tener los confesionarios para guardar escobas y fregonas. Hemos de ser Ministros de la reconciliación, pero busquemos también nosotros mismos esa reconciliación”.

“Vivamos la corrección fraterna para así huir de la crítica clerical. Vivamos también la cercanía con el obispo, que os necesita. Vivamos la fraternidad entre nosotros. Y amemos, amemos a la gente, no seamos secos con ellos, ni estemos en nuestro propio mundo: abrámonos a los demás”, concluía.