“No se entiende a Teresa de Jesús sin Jesús”

Eucaristía en el día de Santa Teresa, con los símbolos de la JMJ en el altar
 

“Un día especial”. Ha sido la frase más repetida esta mañana en la Catedral. Y es que, después de dos años, hemos podido vivir con normalidad la fiesta de la patrona de Ávila, Santa Teresa de Jesús. Se notaban las ganas de los fieles por acompañar a la Santa, pues el templo ha terminado completamente lleno, en una Eucaristía en la que estuvieron también presentes la Cruz de los Jóvenes y el Icono de María, símbolos de la JMJ. En los bancos, miembros de cofradías de la ciudad, numerosos fieles de las parroquias, y todas las autoridades locales, así como el líder de la oposición, Pablo Casado.

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“Este día damos gracias porque por fin tenemos esta oportunidad de vivir esta fiesta, rindiendo honores a nuestra Santa Teresa de Jesús. Teresa de Ávila. Doctora de la Iglesia. Patrona de España, junto a la Inmaculada Concepción y el Apóstol Santiago. Y Patrona y protectora de todos los abulenses. Ella es una mujer de nuestro pueblo”. Así comenzaba su homilía Mons. Gil Tamayo. Una alocución en la que ha hablado de mirar hacia el futuro con esperanza, y de tener muy presentes nuestras raíces cristianas, abogando por un camino de santidad “personal y colectivo”.

“Recordemos el pasado, y proyectemos un futuro de esperanza”

“Nuestra mirada no puede ser solo al pasado, trayendo el recuerdo de una mujer llena de amor, una mujer excepcional, como la llamó el Papa San Pablo VI. Ella está presente en nuestro corazón, en nuestra vida. No nos entenderíamos sin esta presencia de esta mujer. Miremos al presente, recordemos el pasado, pero, sobre todo, proyectémonos esperanzados hacia el futuro, con el ejemplo y la intercesión de nuestra Santa”.

Una esperanza que parte de la recuperación tras una parte muy dura de nuestra Historia reciente. “Lo hemos pasado muy mal. Hemos sufrido mucho. A todos nos llega el recuerdo de quienes nos han dejado. Todavía seguimos en medio de la incertidumbre, en esta plaga que nos hace recordar que somos débiles, que somos poca cosa, que no somos omnipotentes, que lo que afecta a unos pocos acaba afectando a todos. Hemos sacado una lección de esta pandemia. Y es que, o estamos unidos, o afrontamos los problemas en unidad y concordia, buscando el bien común, o no saldremos adelante. Y vaya si necesitamos esperanza”.

“Todas estas ideas las traemos hoy a nuestra Santa, para que ella interceda por nosotros”, proseguía el obispo de Ávila, para quien la mayor enseñanza que nos dejó Teresa fue la propuesta de vida como un camino de perfección. “Es uno de los títulos de sus obras. Pero también tiene que ser nuestra vida de seres humanos, de manera personal y colectiva, un camino de perfección. Seamos mejores. No vivamos solo del recuerdo del pasado, sino tomemos la fuerza del ejemplo, la genética espiritual y cultural de quienes nos han precedido en la fe, tan arraigada en nuestra tierra, para afrontar el presente y el futuro, haciéndonos dignos merecedores de su herencia”.

La propuesta de santidad, las enseñanzas de Santa Teresa, no son doctrinas “para místicos o almas selectas”, explicaba D. José María. “Son para todo cristiano que quiere vivir su condición de hijo de Dios. Esta es nuestra dignidad, es nuestra condición básica y fundamental. Desde esa condición que nos ha liberado de toda clase de esclavitudes, tenemos que afrontar nuestra situación, el sentido de nuestra vida. Con esas convicciones de la fe que se han cuajado en una cultura y forma parte de nuestra identidad. No somos nada más que un pueblo con un pasado glorioso, con una cultura que ha forjado una civilización, donde se ha engrandecido más que en ninguna al ser humano. Hemos de mantenerla porque el peligro es constante. Porque el mal es constante. Y vaya si existe. Cuando nos asomamos a los medios de comunicación, o vemos las páginas de sucesos. Hemos de estar en guardia permanentemente para ser hombres y mujeres de bien, cristianos de bien, gente que vive `como Dios manda’”.

“Reivindiquemos nuestra condición cristiana”

Calificaba el obispo de Ávila a Santa Teresa como una “figura poliédrica”, por sus múltiples dimensiones: como escritora, como mujer, … “Pero sobre todo, con una sabiduría que es la santidad de cristo, la sabiduría que nace de la doctrina del Evangelio, que ha engrandecido al hombre, como nos dice el Concilio Vaticano II. Porque Cristo le dice al hombre lo que debe ser en su suprema vocación. Y esto lo encarnó la Santa, y es su dimensión más importante. No se entiende a Teresa de Jesús sin Jesús, sin Dios. Cuando se vacía a Teresa de Jesús, se queda una Teresa parcial, que ella misma con su gracia y carácter protestaría”.

Un vaciamiento que, desgraciadamente, tenemos muy presente en nuestra sociedad secularizada de hoy, con costumbres “vaciadas de la razón de ser por la que existen, por lo que también estaremos viviendo un cristianismo puramente costumbrista y de adorno, que no puede responder a las necesidades de los hombres y mujeres de hoy”.

“En esta sociedad nuestra, que paradójicamente se llama del conocimiento o de la información, ¿realmente sabemos entender la vida? ¿Realmente hemos preservado su sentido? ¿Tenemos la sabiduría de nuestros mayores para afrontar los problemas, para poner primero lo que es importante y no sólo lo urgente, para fundamentar nuestra existencia, como esta ciudad, sobre roca firme, que la hace permanecer inalterable a lo largo de los siglos? O, por el contrario, ¿vivimos en una sociedad construida sobre unas mayorías sin más, como última razón de ser, construidas al pairo de las modas o de las ideologías imperantes? Estamos perdiendo las esencias de lo que somos. Y somos, y no podemos desprendernos de ello, de una condición esencialmente cristiana. Lo es nuestro pueblo. Lo son nuestras fiestas, nuestras costumbres. Lo es nuestra manera de ver la vida”, afirmaba Mons. Gil Tamayo.

Frente a todo ello, pedía nuestro obispo que sepamos recuperar esos fundamentos en nuestra vida personal. “Eso se llama santidad. Eso se llama poner a Dios en el centro, con un respeto exquisito a las convicciones de los demás. No podemos renunciar a lo que somos, y manifestarnos sin complejos, con naturalidad, con orgullo también, porque eso es lo que nos ha hecho grandes”.

Una cultura y unas raíces cristianas que son nuestra identidad como pueblo de Ávila. “Sobre esos cimientos sí podremos construir. Pongamos los fundamentos del entendimiento en lo que nos une. Pero no olvidemos que lo que nos une es Dios, son unos fundamentos éticos y morales que están por encima de los consensos o de los intereses cortoplacistas. Lo que nos une no son las conveniencias políticas sin más de un estímulo – respuesta sino que son lo que somos, para vivir confirme a lo que somos, en una coherencia personal que se llama santidad, que se llama hombres y mujeres de bien. Nuestro pueblo sólo progresará así, atendiendo a razones de igualdad, de respeto a derechos fundamentales personales y colectivos, y no derechos de tercera generación, cambiables según la ideología”.

La lucha contra la despoblación

Con el aprendizaje y los fundamentos del pasado, nos proponía el obispo de Ávila mirar hacia el futuro, dando esperanzas a las gentes de nuestros pueblos. A eso que se ha venido en llamar “la España vaciada”. “Nuestra provincia, los hombres y mujeres de nuestros pueblos deshabitados no son vestigios de unos pueblos llamados a desaparecer, sino sus propias esencias. La tierra de Ávila tiene que tener futuro, que no puede ser vaciado de sus hombres y mujeres jóvenes, sino que necesita no simplemente el subsidio y el mantenimiento, sino sobre todo la ayuda necesaria en una igualdad personal y social innegable que todos estamos llamados a pedir como algo fundamental”. Una apuesta por el desarrollo de Ávila y una reivindicación que no es “meterse en política”, recalcaba D. José María. “Sólo digo lo que está en el corazón de nuestras gentes cuando se va por sus pueblos, cuando se les escucha. Y esto en cristiano tiene un nombre: Doctrina Social de la Iglesia. Nuestra Santa con sentido común, lo pediría también”.

“Demos a los jóvenes razones para vivir”

Finalmente, y ante la presencia de la Cruz y el Icono de María, símbolos de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023, Mons. Gil Tamayo ha defendido a los jóvenes “que quieren continuar y recibir el testigo de Cristo para llevarlo a las generaciones de nuestro tiempo. No pensemos solo en los jóvenes de los botellones. Pensemos en estos jóvenes nuestros, démosles no sólo medios de vida, sino razones para las que vivir. Y qué mejor que darles a Cristo. Rezaremos por ellos”.

Tras la Eucaristía, comenzaba la procesión por las calles del centro de la ciudad. La primera en toda Castilla y León después de las restricciones de la pandemia. Esa costumbre de hondas raíces cristianas, que no debe de vaciarse de su sentido fundamental, como explicaba el Obispo en su homilía, ha recorrido el centro de Ávila entre una gran expectación. A las imágenes de Santa Teresa y la Virgen de la Caridad (la imagen ante la que la Santa rezó de niña tras morir su madre), las acompañaban la Cruz y el Icono de María, portados por jóvenes de la diócesis con gran orgullo y emoción.

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