Ha sido la sorpresa del día y, desde luego, la mejor forma de terminar este Congreso internacional que conmemora los 50 años de la proclamación de Santa Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia. A las 17:30 horas, y al mismo tiempo que lo hacía público el Vaticano, se proyectaba en las pantallas del Congreso un videomensaje que el Papa Francisco ha querido enviar a los participantes del mismo.
En total, casi 13 minutos de alocución del Santo padre ante las cámaras, en el que va desgranando alguno de los aspectos fundamentales de la figura de la Santa andariega, cuyo legado es reconocido en el mundo entero. Una relevancia internacional que proviene toda ella, dice el Papa, de su encuentro con el Señor, “su «determinada determinación» de perseverar en la unión con Él por la oración, su firme propósito de realizar la misión que le había sido encomendada por el Señor, al que se ofrece con sencillez diciendo (con ese lenguaje siempre, y hasta uno diría hasta de campesina): «Vuestra soy, para Vos nací,/¿qué mandáis hacer de mí?» (…) La audacia, la creatividad y la excelencia de Santa Teresa como reformadora son el fruto de la presencia interior del Señor”.
Teresa es excepcional porque es santa
Destaca el Pontífice la santidad de Teresa de Jesús, a la que también estamos llamados todos los cristianos desde nuestro Bautismo. Un camino hacia la santidad que permitiría favorecer el cambio hacia “un estilo de vida más humano”. Y eso es algo necesario en un momento como el actual, en el que “no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época”, nos recuerda el Papa, quien además compara las similitudes de nuestros días con los que vivió la Santa en el siglo XVI. “Como entonces, también ahora los cristianos estamos llamados a que, a través de nosotros, la fuerza del Espíritu Santo siga renovando la faz de la tierra, en la certeza de que, en el último término, son los santos quienes permiten que el mundo avance”.
La santidad como camino en medio de la crisis
En este momento crucial de nuestro tiempo, necesitamos hombres y mujeres santos, que aspiren a esa santidad, que no es sólo para algunos «especialistas de lo divino», sino que es la vocación de todos los creyentes. “Los santos nos estimulan y nos motivan, pero no están para que tratemos literalmente de copiarlos. La santidad no se copia. Cada uno de nosotros tiene su propio camino de santidad, de encuentro con el Señor”, nos recuerda el Papa.
Recordando asimismo que la oración no es para experimentar cosas extraordinarias, “sino para unirnos a Cristo” (como recuerda la propia Santa de Ávila en su libro Las Moradas cuando se dirige a sus monjas). “Y el signo de que esta unión es real son las obras de caridad (…) y no la cantidad de datos y conocimientos acumulados”.
Por eso, el Santo Padre pide en este videomensaje que ahondemos en ese camino de oración, que “está abierto a todos los que humildemente se abren a la acción del Espíritu en sus vidas, y que la señal de que estamos avanzando en ese camino es ser cada vez más humildes, más solícitos a las necesidades de nuestros hermanos, mejores hijos del Pueblo santo de Dios”. Un camino que se nos abre a todos cuantos, aun siendo conscientes de nuestros propios pecados. “Es interesante cómo la conciencia del propio ser pecador es lo que abre la puerta al camino de santidad. Santa Teresa, que se tenía a sí misma por «muy ruin y miserable» (así se define), reconoce que la bondad de Dios «es mayor que todos los males que podamos hacer»”. Nos recuerda asimismo que el Señor jamás se cansará de perdonarnos, y que más bien seremos nosotros quienes nos cansaremos de pedir perdón. “Y ahí está el peligro”.
De la oración a la fraternidad
Señala también el Papa cómo, por medio de la oración, Santa Teresa se convirtió en esa mujer excepcional que hoy todos admiramos. “Una mujer creativa e innovadora”. Desde la oración descubrió el ideal de fraternidad que quiso hacer realidad en los conventos fundados por ella. Por eso, critica el Pontífice las “peleítas” que ve en algunos conventos entre las religiosas.
Frente a la desilusión y el pesimismo, la esperanza
Dedica también el Santo Padre un apartado en su videomensaje a la esperanza en medio de la dificultad. Una esperanza a la que accedemos por medio de la oración, que se hace ahora más necesaria que nunca. “Vivimos nosotros, como la doctora de la Iglesia, «tiempos recios», tiempos nada fáciles que necesitan «amigos fuertes de Dios»”, nos recuerda el Papa. En este contexto, “la gran tentación es ceder a la desilusión, a la resignación, al funesto e infundado presagio de que todo va a salir mal”. Habla entonces el Papa de un pesimismo infecundo, de “personas incapaces de dar vida. Algunas personas, asustadas por estos pensamientos, tienden a encerrarse, a refugiarse en pequeñas cosas”.
Frente a ello, tenemos el camino de la oración, por la que descubrimos la grandeza de Dios, “que es bueno, que nos ama. Y que la historia no se le ha escapado de las manos. Puede que transitemos por cañadas oscuras. Pero no le tengan miedo si está el Señor con ustedes. Él no deja de caminar a nuestro lado y de conducirnos a la verdadera meta que todos anhelamos: la vida eterna”, anima el Santo Padre.
Y termina su mensaje invitando a rezar “con frecuencia” la oración teresiana del “Nada te turbe”, perfecta para estos tiempos de tribulación.