Rafael ya es “servidor de la esperanza”

El ya nuevo diácono dirigió unas palabras a los asistentes al término de su ordenación

“Hoy es un día feliz”. Simple y directo definía D. José María la celebración del domingo en la Catedral de Ávila. En el primer día de Adviento, la Catedral albergaba la ordenación de uno de nuestros seminaristas: Rafael Sánchez Andreu, que con 24 años, ya es diácono de la diócesis de Ávila.

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Un orden que se traduce en una única palabra repetida varias veces a lo largo de la homilía: servicio. “Hoy vas a ser ordenado Ministro y servidor, al servicio de la Iglesia”, destacaba el obispo nada más comenzar. Una entrega y un servicio que iremos contemplando día a día a lo largo del año cristiano que este domingo comenzaba, “contemplando el misterio de entrega de Cristo para poder llevarlo a nuestra vida, para poder sentirlo más cerca. Y descubrirlo en esa presencia de la comunidad, donde también se hace sacrificio”. 

La cuestión es cómo podemos  sentir esa presencia de Cristo en medio de tanto sufrimiento como estamos padeciendo en estos momentos. “Ahora que experimentamos estas dificultades, nuestra propia contingencia, nuestra condición limitada nos hace necesitados de los demás”, destacaba nuestro Obispo. Y es que precisamente es en la entrega de los profesionales de la salud y de tantos otros que nos están ayudando en este tiempo de pandemia, así como en los pequeños gestos de solidaridad en los que descubrimos la presencia de Dios. No todo es negativo.

Al nuevo diácono le pide D. José María que se convierta en “servidor de la esperanza” en medio de la dificultad. Todo ello al inicio del tiempo de Adviento, “en el que la Iglesia nos invita a hacer nuestros los sentimientos del pueblo de Israel. por boca de los profetas, especialmente Isaías y San Juan el Bautista. Y hagamos nuestra también la esperanza que se centra en María. Para que vivamos las próximas fiestas que se acercan recordando Su primera venida, en medio de la pobreza y de la humildad. Pero a la vez, de que tomemos conciencia de que vamos de paso. De que somos conscientes de que nuestra condición es débil, y que somos necesitados de Dios y de los demás. Y esperamos la nueva venida del Señor, al final de los tiempos, donde seremos juzgados por el amor. Por el camino, vivamos acorde a las enseñanzas de Cristo, a su mandato”, afirmaba el Obispo.

Podemos preguntarnos: ¿es posible la esperanza en este tiempo de contrariedad? ¿Es posible la esperanza cuando el desánimo está presente, cuando sólo se ponen las miras de tejas para abajo? La reflexión de nuestro Pastor así lo asegura. “Podemos mantener el optimismo, la esperanza cristiana, que en definitiva es una esperanza trascendente. Una esperanza que no se limita a este mundo. Aspiremos a la vida eterna, aún en una sociedad que se ha instalado en la finitud. Merece la pena ser servidor de la esperanza aun en un mundo en el que ha limitado la condición humana al tener, al poseer. Merece la pena en la propia vida reflejar los valores del Reino de entrega con desprendimiento de los bienes de la Tierra, con un amor sin limite”.

Y continuaba dirigiéndose de nuevo al diácono: “Tú, Rafael, te vas a constituir ministro de un pueblo que camina hacia ese encuentro definitivo con el Señor. Con tu labor darás razón de tu esperanza. Cuando te entregue el Evangelio vas a ser servidor de la esperanza, vas a anunciar el reino de Dios, que comienza aquí en la Tierra”. Una esperanza que, en todo caso, “no nos distrae del servicio a la caridad con los que nos necesitan, con los más desvalidos y los más pobres, viviendo el compromiso social que tiene sus raíces en el compromiso de nuestra fe. Tú también vas a ser ministro de servicio, de entrega. Rafael, no se te va a quitar esa condición de servidor, de siervo de los demás. Ese es el sentido de nuestra vida”.

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