“Esto sólo podemos vencerlo juntos”

“Estamos cumpliendo un deber de justicia y de caridad. De justicia para aquellos que nos han dejado y que no han recibido el homenaje público (sí el afecto). Y un acto de caridad cristiana, el rezar por nuestros difuntos”. Son las primeras palabras de D. José María al comenzar la homilía de una celebración en la que la diócesis mostraba su cercanía con todos los familiares de cuantos han fallecido por la pandemia de COVID19. Familiares que ocupaban toda la nave central de la Catedral abulense, con las medidas de distanciamiento social pertinentes, y que han participado de la celebración muy emocionadas.

A ellas se dirigía en varias ocasiones Mons. Gil Tamayo para mostrar la cercanía de toda la Iglesia con su dolor. “Queridas familias, habéis sufrido no sólo el desgarro de la muerte, de ser arrebatado alguien de vuestra carne y sangre. Sino que lo habéis sufrido además sin haber podido acompañarles en ese momento final de la vida, cuando más necesitamos y experimentamos nuestra dependencia de Dios y de los demás. Sin el auxilio de vuestras caricias, de vuestra cercanía”.

GALERÍA DE IMÁGENES DEL FUNERAL DIOCESANO POR LOS FALLECIDOS DE COVID-19

Pero la celebración se convertía también en una acción de gracias a Dios “porque nos ha librado a los que estamos aquí, y yo lo digo por experiencia propia”, expresaba nuestro Pastor, recordando los más de 30 días que permaneció hospitalizado por COVID19, enfermedad de la que a día de hoy se sigue recuperando.

Un agradecimiento que hacía también extensivo a “tantas personas magníficas, anónimas muchas de ellas, que nos han ayudado, nos han curado, nos han cuidado. A tantas personas del ámbito sanitario, profesionales del mundo de la salud, servicios sociales, servicios públicos, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, policía municipal, bomberos, Protección Civil, Fuerzas Armadas, Cruz Roja, Cáritas … Mi intención es que todos estén en esta acción de gracias a Dios y a ellos. Gracias, gracias, gracias”. Entidades, todas ellas, presentes en la Catedral en este día, desde representantes políticos hasta servicios de emergencias, funerarias o los colegios oficiales de médicos, enfermeras y farmacéuticos, entre otros.

“Pedimos perdón a nuestros mayores”

Una mención especial, también, a nuestros mayores, en este día en que se celebraba San Joaquín y Santa Ana, el Día de los Abuelos. “Les debemos tanto … Lo que tenemos es el fruto de su esfuerzo. Tenemos que agradecerlo. Esta crisis ha puesto ante nosotros una serie de carencias familiares, personales, sociales, hacia aquellos a quienes debemos todo”.

Destacaba asimismo D. José María la composición sociodemográfica de la provincia de Ávila, donde más de un tercio de la población tiene más de 65 años, “y vamos a más, por el envejecimiento de la población. Tienen que cambiar nuestras actitudes, nuestra percepción de la familia, en la que parece no tener cabida siquiera la memoria de los que lo han dado todo por nosotros”.

Junto a ello, una mirada agradecida a las residencias de ancianos. “Gracias por vuestro servicio a los más desvalidos. Pero hemos de esforzarnos aún más como sociedad en quererlos, en acogerlos, en cuidarlos, en mimarlos. Porque esa es la lección del aprecio a los valores auténticos de la vida”. 

“Que nuestros mayores, en este día, se sientan especialmente acogidos con el própósito de que os trataremos mejor. Les pedimos perdón. Haremos lo posible por quererlos más, y por agradecerlos más”.

“Dios no se ha ido”

A juicio de Mons. Gil Tamayo, ésta está siendo una crisis de preguntas existenciales profundas. “Porque nos creíamos felices, nos creíamos los dueños del progreso, porque creíamos que estábamos en el mejor de los mundos. Porque creíamos que lo teníamos todo. Y aparece esta calamidad, que todavía nos amenaza, hasta el punto de provocar angustia, temor, de hacer que nos relacionemos de manera diferente. Y podemos preguntarnos ¿por qué, Señor?, ¿por qué nos ocurre esto?, ¿qué sentido tiene la vida para segarla así, de manera colectiva, con esos miles y miles de muertos? Podemos decir, como la hermana de Lázaro, ‘si hubieras estado aquí, nada hubiera pasado’. Porque a veces parece que Dios se nos ha ido, se ha dormido o se ha quitado del medio; parece como si Dios nos hubiera dejado”.

Sin embargo, “Dios no se ha ido. Está a nuestro lado. Lo percibimos y nos damos cuenta en tanta gente buena, que ha arrimado el hombro, que ha mostrado su cariño”.  

Y, aunque a veces cueste ver el lado bueno de los momentos delicados, donde el dolor y el miedo nos atenazan, como cristianos sabemos que “para quienes aman a Dios todo les sirve para bien. Nos cuesta, humanamente, verlo como un bien. Pero Dios sabe escribir derecho con renglones torcidos. Tenemos el consuelo de la fe”.

“Esta crisis tiene que cambiarnos”

Para D. José María, la crisis derivada de la pademia de COVID tiene que ser un toque de atención para replantearnos nuestra vida, en un momento en el que hemos descubierto nuestra profunda debilidad. “No basta con las normas sanitarias que hemos de cumplir, con los remedios que hemos de poner. Esta crisis nos tiene que cambiar a nosotros. Esta crisis exige respuestas. Nos tiene que cambiar el corazón, nuestras costumbres, la manera de plantearnos las grandes cuestiones. Nos podemos ir en cualquier momento. Somos absolutamente dependientes de Dios y de los demás. Vivimos en una debilidad, ¡y cómo lo hemos experimentado algunos!”

Unidad frente a la dificultad

Como ya ha hecho en anteriores ocasiones, apelaba asimismo nuestro Obispo a la unidad de acción, superando intereses particulares. “Esta crisis tiene que reordenar nuestro disco personal de preferencias. Tiene que poner en primer lugar el bien común, de servicio público. Ahora se le llama el interés general. Pero ese interés general no debe ser en ningún caso partidista. No es moral quien se aprovecha de las contrariedades para intereses políticos o para la imposición ideológica. Ahora toda el esfuerzo común por la vida, por salvaguardar la vida. Preservar mejor calidad sanitaria, superar las dsesigualdades territoriales que existen en la dotación de medios para hacer frente cuando llegue una pandemia de este tipo”.

Insistía D. José María que no estaba “entrando en política” con estas reflexiones. “Pero sí estoy convencido de que esta crisis tiene que hacernos mejores personas, mejor sociedad, mejores cristianos. Esto no es sólo un pasado que hemos superado, sino un presente que seguimos teniendo como lucha y como esfuerzo, con la prudencia y la responsabilidad necesaria, con un sentido social de protección personal, pero también de protección de los demás, siguiendo las indicaciones que nos dan las autoridades”. 

Y miraba con inquietud a un futuro desconcertante y no exento de dificultades, “donde los indicadores nos hablan de carencias, de desempleo. Se nos abre el corazón cuando vemos los restaurantes cerrados, los bares, la disminución de visitantes a Ávila. Y detrás de ello habrá pobreza”. Para ello, de nuevo, reclamaba D. José María unidad de todos los sectores sociales y políticos. “Tenemos que ser una piña, tenemos que estar unidos. No podemos tirar cada uno por un lado a reivindcar sus derechos o sus intereses. Esto sólo podemos vencerlo juntos”.

Unidad, pero también confianza en el Señor. “Hemos de armarnos de una verdadera espiritualdad, y esta es una buena tierra para ello. El Papa San Pablo VI, cuando nombró a Santa Teresa Doctora de la Iglesia (aniversario que viviremos en septiembre de este año), la calificó de ‘maestra de espirituales’, de los que responden a las adversidades desde el espíritu, no sólo desde los medios materiales. Armémonos con los materiales que llevamos en nuestro ADN, personal y colectivo. Hagamos frente con unidad, con cohesión social, buscando el bien de todos”.

Gracias, sacerdotes

El resto de la celebración ha continuado con toda la solemnidad que requería la ocasión, y las notas musicales del Officium Deffunctorum del polifonista abulense Tomás Luis de Victoria. Justo antes de terminar, se refería también D. José María a los sacerdotes, a quienes agradecía su labor y entrega durante la pandemia, “porque habéis estado con las familias, dándoles consuelo, enterrando a sus muertos. Vuestra labor ha sido fundamental”.

Finalmente, la Eucaristía terminaba a los pies de la Virgen, implorando su intercesión por el fin de la pandemia, con la oración preparada por el Papa Francisco a tal efecto, y que el propio Mons. Gil Tamayo pronunció hace unas semanas en el funeral celebrado en la Catedral de la Almudena (Madrid).

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