Reflexiones desde la Biblia sobre el coronavirus

Es evidente que la Biblia no habla de la situación que nos está tocando vivir, por mucho que algunos se entretengan poniendo la lupa en determinados versículos sacados de contexto e interpretados a su conveniencia. Pero también es evidente que en la Biblia podemos encontrar situaciones más o menos comparables a la nuestra, oraciones y salmos que nos resultan perfectamente válidos hoy, ideas que nos ayudan a descubrir el sentido de lo que estamos viviendo, características de Dios que son válidas ayer, hoy y siempre. Por eso, me ha parecido conveniente ofreceros algunas reflexiones mías que, inspiradas en la Biblia, nos pueden ayudar a todos. Por supuesto, no son las únicas posibles, ni seguramente las mejores.

  1. Los relatos de la creación (Génesis 1 y 2) o el Salmo 8, por ejemplo, nos hablan de lo importantes que somos los seres humanos para Dios. Por no hablar de la encarnación de su Hijo y de su pasión y muerte en cruz por nosotros. Dios no busca nuestro mal, Dios nos quiere. Si no nos aferramos bien a esa premisa, cualquier conclusión es posible.
  2. El relato del “pecado original” de Génesis 3, más que de manzanas o caprichos de Dios, nos habla de que queremos “ser como Dios”. En el fondo, el pecado consiste en prescindir de Dios en nuestras vidas, en creernos autosuficientes, en endiosarnos. La situación que desgraciadamente vivimos nos ayuda a ponernos en nuestro sitio: No somos más que insignificantes seres humanos a los que un insignificante “bicho” tiene atemorizados. Lo sorprendente es que Dios nos dé tanta importancia.
  3. El relato del diluvio (Génesis, 6-8), cargado de simbolismo, es el de la primera gran pandemia. Pero hay un arca de salvación. Dios, a través de Noé, quiere salvar lo esencial para volver a empezar. Y lo que Dios salva es la vida en todas sus especies. Nuestra pandemia, ¿nos ayudará a construir un arca de salvación?, ¿qué meteremos en ella? Individualmente, yo, ¿qué es lo que tengo que salvar, qué es lo que realmente creo que vale la pena? La Iglesia, arca de Noé en nuestro mundo, ¿no lleva quizá demasiado lastre? Los Estados, las organizaciones, la sociedad moderna, la humanidad, ¿podremos ponernos de acuerdo en lo que realmente importa? ¿Estamos de acuerdo en valorar la vida, especialmente la vida humana, o preferimos seguir con nuestros negocios?
  4. He oído referirse a esta pandemia como una plaga que recuerda e incluso supera a las plagas bíblicas (Éxodo, 7-10). El nombre puede ser adecuado. Pero creo que debe entenderse bien. El contexto de las plagas bíblicas es el de una lucha “a muerte” entre el Dios liberador y la fuerza opresora que representa el Faraón. Y triunfa la liberación. Las plagas no se nos presentan como castigo de Dios a su pueblo, sino como despliegue de sus fuerzas para liberarlo. Por eso, entender que Dios nos está castigando por no sé qué excesos o defectos con esta “plaga” no me parece nada adecuado. En todo caso, pudiera ser que nos esté intentando liberar de algún “bicho” más nocivo que el COVID-19. ¿Nuestro engreimiento?
  5. En el segundo libro de Samuel, capítulo 7, se nos narra cómo David se ofrece para construir una casa al Señor, y Dios, a través del profeta Natán, le contesta que no está dispuesto a dejarse encasillar. El que construye casas, encasilla y saca de las casillas es Dios. Dios no se deja encasillar, y nosotros lo pretendemos. En el fondo venimos a decir: “si yo fuera Dios, haría las cosas mejor”. Afortunadamente, ni vosotros ni yo lo somos. Dejemos que lo sea Él.
  6. Israel, el viejo pueblo de Dios, vivió una experiencia muy dolorosa: la del exilio, en Babilonia, del 587 al 537 a.C. Sin instituciones, sin Templo, sin culto, sin tierra propia. El suelo parecía hundirse bajo sus pies. Y sin embargo, eso supuso un momento de renovación espiritual, de purificación. Tuvieron a la fuerza que deshacerse de lo superfluo, pero la autenticidad subió varios enteros. Nosotros ahora mismo tenemos todo eso muy disminuido: las instituciones, el templo, el culto y la tierra (que se reduce a nuestra casa), pero de ahí podemos sacar provecho.
  7. En ese contexto del exilio es normal que cundiera el desánimo. El capítulo 37 de Ezequiel nos narra la visión de los huesos secos. El pueblo desterrado se queja: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos perdidos” Pero Dios les da ánimos: “Infundiré en vosotros mi Espíritu y viviréis: os estableceré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago, oráculo del Señor”. Si confiamos en Dios, si estamos seguros de que para Él somos importantes, si no pretendemos controlarlo todo sino que dejamos que Dios sea Dios y haga las cosas a su estilo, entonces no tenemos motivo para desanimarnos. Dios, de la muerte saca vida, su Espíritu es vivificador.
  8. Pascua es paso. Paso de la esclavitud a la libertad. Paso de la muerte a la vida. No es esclavitud ni es libertad. No es muerte ni es vida. Es paso. Hay situaciones de esclavitud y de muerte. Pero celebremos la pascua, el paso del Mar Rojo (Éxodo, 13-15). Tenemos mucha tendencia a instalarnos. Y termina dando igual el lugar: el caso es instalarnos. Los israelitas se sentían incómodos en el desierto, echaban de menos las cebollas de Egipto, la esclavitud. Les molestaba estar de paso aunque fuera hacia la libertad. Pedro, Santiago y Juan querían instalarse en el monte donde Jesús les mostró anticipadamente su gloria, pero querían obviar la cruz. Pues no olvidemos que estamos en un pasillo. Y que a la vida se llega por la muerte, a la gloria por la pena.
  9. San Pablo nos recuerda en la primera carta a los Corintios, capítulo 12, que somos miembros del mismo cuerpo. Palabras como fraternidad, solidaridad, víctimas, esfuerzos y sacrificios, caridad… tienen hoy más significado que nunca para nosotros ¿Y si mañana no lo olvidáramos?
  10. La cuarentena a la que estamos sometidos nos remite a las cuarentenas bíblicas. Son muchas, pero recuerdo las más destacadas: 40 años Israel en el desierto, 40 días Jesús tentado, 40 días apareciéndose Jesús a sus discípulos entre la resurrección y la ascensión. Siempre significan el inicio de algo nuevo: el asentamiento en la tierra de Israel, el inicio de la actividad de Jesús, el inicio de la actividad de la Iglesia… ¿Qué novedad vamos a sacar de esta cuarentena? ¿O vamos a seguir igual?

Un saludo a todos y gracias por haberlo leído. Deseo que alguna reflexión ayude a alguien.

Emeterio Pato, director del Secretariado diocesano de Pastoral Bíblica