“El significado profundo del ser sacerdote es llegar a ser amigos de Cristo”

El obispo sopla sobre el recipiente que contiene el crisma, gesto que simboliza al Espíritu Santo que desciende para consagrar el óleo, y recuerda la acción de Jesús que se narra en el evangelio de san Juan (Jn 20,22) cuando sopló sobre los apóstoles y dijo: «Recibid el Espíritu Santo…».

Más de un centenar de sacerdotes diocesanos han participado en la mañana de Miércoles Santo en la Misa Crismal, celebrada en la S.A.I. Catedral del Salvador. Una Eucaristía en la que se han bendecido los Santos Óleos, y los presbíteros han renovado sus promesas sacerdotales. La celebración ha estado presidida por nuestro obispo, Mons. Jesús Rico García. Junto a él, en el altar, el obispo emérito de Ávila (D. Jesús García Burillo), el Cardenal Arzobispo emérito de Valladolid (D. Ricardo Blázquez), y el obispo emérito de Salamanca (D. Carlos López).

GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (fotos: Gonzalo G. de Vega)

Es la primera Misa Crismal para nuestro obispo desde que llegó a la diócesis. Y ha querido aprovechar la homilía para reflexionar sobre la figura del sacerdote como “amigo de Cristo”. “No hay salario mayor que la amistad con Jesús, y esto no lo debemos olvidar. No hay paz más grande que su perdón. No hay precio más costoso que el de su sangre preciosa, que no debemos permitir que se desprecie”.

“El Señor nos hace sus amigos, nos encomienda todo, nos encomienda a sí mismo de forma que podamos hablar con su yo. ¡Qué confianza!”, exclamaba Don Jesús. Recordando las palabras de Benedicto XVI, Mons. Rico afirmaba: “este es el significado profundo del ser sacerdote: llegar a ser amigos de Jesucristo. Por esta amistad debemos comprometernos cada día. Amistad significa comunión de pensamiento y de voluntad. En esta comunión de pensamiento con Jesucristo debemos ejercitarnos. Y esta comunión de pensamiento no es algo meramente intelectual, sino también una comunión de sentimientos y de voluntad. Y, por tanto, también de obra”.

“Sin vida interior, no hay eficacia pastoral”

Una amistad que debe, por consiguiente, ser cultivada desde dentro. El obispo abulense pedía a los presbíteros ser “hombres de oración”. “Sin vida interior, amigos, no hay eficacia pastoral, sino un camino agónico provocado por la dispersión”. “Necesitamos orar, estar tiempo con el Señor”, insistía D. Jesús. “Sólo así se desarrolla la amistad. Sólo así podemos llevar el Evangelio de Cristo a los hombres”.

Fidelidad sacerdotal

Asimismo, quiso fijarse Mons. Rico en la fidelidad del ministerio sacerdotal, que ha sido siempre “una noble aspiración y una tarea espiritual delicada. La fidelidad no es obstinación sino saberse llamado y sostenido por alguien”. Nombrando su propio lema episcopal, “Sé de quién me he fiado”, el prelado afirmaba: “nuestra fidelidad es la fidelidad de Dios en nosotros. Él permanece fiel aunque nosotros seamos infieles. En su credibilidad nos apoyamos. La constancia es hermana de la paciencia, que no se deprime ante las miserias propias, porque está enraizada en Dios compasivo, paciente, misericordioso. Pidamos, hermanos, que no nos soltemos de la mano de Dios, o mejor, que no nos suelte de su mano”.

Significado de los Santos Óleos

En la Misa Crismal, los óleos están en el centro de la acción litúrgica. Son consagrados por el obispo en la Catedral para todo el año. En ese sentido, el obispo de Ávila indicaba cómo “expresan también la unidad de la Iglesia, garantizada por el Episcopado y remiten a Cristo, el verdadero Pastor, y guardián de nuestras almas, como lo llama San Pedro. De este modo el óleo, en sus diversas formas, nos acompaña durante toda la vida, comenzando por el catecumenado en el Bautismo, hasta el momento en el que nos preparemos para el encuentro con Dios juez y salvador. En la Misa Crismal, en la que el signo sacramental del oleo se nos presenta como lenguaje de la creación de Dios, se dirige de modo particular a nosotros, los sacerdotes. Nos habla de Cristo, que Dios ha ungido rey y sacerdote, de aquel que nos hace partícipe de su sacerdocio, de su misión en nuestra ordenación sacerdotal”.

“En varios Sacramentos, el óleo consagrado es siempre signo de la misericordia de Dios”, continuaba Mons. Rico. “Por tanto, la unión para el sacerdocio significa también el cargo de llevar la misericordia de Dios a los hombres”. Y expresaba un deseo en voz alta: “Ojalá que en nuestra lámpara nunca falte el óleo de la misericordia. Obtengámoslo oportunamente del Señor en el encuentro con su Palabra al recibir los Sacramentos, permaneciendo en oración junto a Él”.

Renovación de promesas sacerdotales

Para terminar su homilía, Don Jesús se refería a uno de los momentos más significativos de la celebración. “Como presbíteros nos hemos hoy reunido en torno al altar y dar gracias por el don que el Señor nos ha conferido. Conscientes de la grandeza de esta gracia, deseamos además renovar las promesas que cada uno de nosotros hizo el día de la propia ordenación poniéndolas en manos del Obispo. Al renovarlas, pidamos la gracia de la fidelidad y de la perseverancia. Pidamos también que la gracia de la vocación sacerdotal caiga sobre los corazones de muchos jóvenes, y que allí eche raíces como semilla que da fruto”.

Y concluía exhortando a los presbíteros abulenses perseverar “en esta gran fraternidad sacerdotal, como siervos del pueblo de Dios, como discípulos y amantes del que se ha vencido a la muerte, y no habiendo el mundo para ser servido, sino para servir”.