Cumplir años siempre es un motivo de celebración. Pero se celebra de una forma aún más especial cuando se llega al siglo de vida. Ahí es nada. Hoy lo hemos podido comprobar en la Casa Sacerdotal “San Millán”, con el cumpleaños de Don Virgilio González. 100 años de vida, y 75 años de sacerdocio, nada menos, para el “eterno párroco” de Casas del Puerto, Navacepedilla del Corneja o Villafranca de la Sierra, entre otros. Localidades cercanas a Piedrahíta donde ha ejercido su ministerio sacerdotal desde principios de los años 50 hasta su jubilación no hace tantos años. En 2007 le fue otorgado el título de Capellán de Honor de Su Santidad, por lo que puede recibir el tratamiento de Monseñor.
Quienes le conocen bien, destacan de él su entrega y disponibilidad siempre con los fieles: “nunca dejó de subir al pueblo, ni faltó a dar la misa, a visitar enfermos, o a lo que se necesitara en el pueblo. Aunque nevase o hiciera como hiciese”. Siempre “al pie del cañón”, Don Virgilio recorría incansable los pueblos de la zona con su sotana, su bonete y su bicicleta, con una fuerza física encomiable.
Fuerza que conserva ahora, a sus 100 años, pues aunque se note el paso del tiempo, sigue mostrándose tan lozano como siempre. Por eso, Don Virgilio ha podido celebrar hoy su cumpleaños de una forma sencilla pero entrañable. “A él no le gustan mucho estas cosas, no es de festejos, porque siempre ha sido un hombre muy humilde y callado”, nos contaba una de sus familiares. Pero la Casa Sacerdotal había preparado una bonita mañana para compartir con sus hermanos de presbiterio. Comenzando con una Misa presidida por nuestro obispo D. Jesús. En ella, ha querido dar gracias a Dios por la vida y el ministerio de Don Virgilio, ejemplo de entrega sacerdotal. Mons. Rico, en su homilía, recordaba las claves de vida de un sacerdote como el centenario homenajeado: “humildad (renunciando a toda comodidad y sembrando a largo plazo), fidelidad (que no vale con ser material o aparente, pero por dentro mostrarnos huecos), y gratitud (superando el falso autoconcepto de que no le debemos nada a nadie)”.
Un sacerdote debe ser muy grande, y a la vez muy pequeño, de espíritu noble y sencillo. Fuente inagotable de santidad, y pecador a quien Dios perdonó. Servidor de débiles, que no se doblega ante los poderosos y se inclina ante los más pequeños. Anciano por la prudencia de sus consejos, y niño por la confianza en los demás. Alguien que aspira siempre a lo más alto, pero es también amante de lo más humilde. Amigo de la paz, enemigo de la pereza”, destacaba nuestro Obispo, glosando así la figura de D. Virgilio, a quien agradecía su generosa entrega con la Iglesia de Ávila.
Tras la Eucaristía, una pequeña sorpresa: un pequeño vino español, compartido por el resto de residentes de la casa, entre los que se encontraban los obispos eméritos de Valladolid y Salamanca (el cardenal Ricardo Blázquez y D. Carlos López), que viven actualmente allí, así como nuestro obispo emérito de Ávila (Mons. García Burillo). Los sones del “cumpleaños feliz” y unas jotas al ritmo de dulzaina pusieron la nota festiva a una mañana emotiva en torno a la figura de D. Virgilio. ¡Que Dios le guarde muchos años más!