Presentamos el escudo y el lema episcopal de Mons. Rico García, obispo de Ávila

A una semana de la ordenación episcopal de Mons. Rico y el inicio de su ministerio en nuestra diócesis, ya conocemos el que va a ser su escudo y su lema episcopal.

En el escudo aparece, en la parte superior, la representación heráldica del emblema de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús, asociación de sacerdotes seculares en la que D. Jesús ha ejercido su ministerio.

Por otro lado, en la parte izquierda aparece el Sagrado Corazón de Jesús, aludiendo tanto a la Hermandad como a la Archidiócesis de Valladolid, en la cual D. Jesús ha estado incardinado y que, además, en este año 2023/2024, celebra un año jubilar dedicado al Corazón de Cristo. Este Corazón no es otro que aquel del Buen Pastor, con el cual D. Jesús quiere seguir configurándose en esta nueva encomienda que la Iglesia le hace como Padre y Pastor de la Diócesis de Ávila, teniendo los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).

En la parte derecha, sin embargo, aparecen elementos que hacen referencia a su historia personal y a su proveniencia. Las llaves de San Pedro hacen referencia a la ciudad de Roma, último lugar en el que D. Jesús ha ejercido su ministerio sacerdotal como Rector del Pontificio Colegio Español de San José y a la cual ha estado vinculado en otros periodos de su vida; asimismo, este motivo quiere representar la comunión con la Sede Apostólica, la unión a la Cabeza del Colegio Episcopal del que pasa a formar parte. Por otro lado, la piña hace referencia a su proveniencia geográfica, a sus orígenes: Montemayor de Pililla, localidad de la Tierra de Pinares castellana; al mismo tiempo, la piña era un motivo empleado ya desde el Imperio romano y asumido más tarde por la Iglesia para representar la pluralidad en la unidad.

Acompañan al escudo los elementos propios de todo escudo episcopal: galero y cruz episcopal. Por último, aparece el lema de D. Jesús, Scio cui credidi, «Sé de quién me he fiado» (cf. 2Tim 1, 12), en referencia a la confianza en Dios ante este nuevo ministerio recibido y con el mismo espíritu que San Pablo manifiesta en dicho primer capítulo de su segunda carta a Timoteo, el de renovar el carisma, el de renovar el “sí” dado un día y el de estar dispuesto a soportar los sufrimientos por Dios y por el bien de su Pueblo Santo.