Claves pastorales para un curso incierto

Seguir con libertad nuestra misión evangelizadora, con respeto a las leyes que las autoridades marquen en materia sanitaria. Ser hombres de Dios y pastores cercanos a la gente. Son los ejes centrales para la acción pastoral del nuevo curso en la diócesis que el obispo de Ávila, D. José María Gil Tamayo, señala a sus sacerdotes.

En una carta dirigida a ellos, el obispo diocesano explica detalladamente cuáles son las coordenadas que deben marcar la unidad de acción pastoral en la diócesis para “organizar con serenidad y creatividad” este curso tan atípico y difícil que nos disponemos a afrontar.

Lo hace, además, comenzando con unas palabras de agradecimiento y reconocimiento a los presbíteros “por el intenso trabajo que habéis realizado los meses pasados y por la ilusión y entusiasmo con que preparáis en la difícil y compleja situación actual el retorno al trabajo pastoral ordinario después de los meses de verano. Doy muchas gracias a Dios por todos y cada uno de vosotros”.

Destaca en su misiva Mons. Gil Tamayo la importancia de que, en este contexto, toda acción esté más atenta que nunca “a las inquietudes y necesidades de nuestro pueblo”. Unas inquietudes que pasan por la situación sanitaria, la crisis económica, la tensión política y el desgaste social. Sin embargo, el obispo pide a los sacerdotes que no contribuyan “a la focalización exclusiva en esas cuestiones, como si el resto de dimensiones de la realidad hubieran dejado de existir. Hemos sido llamados a ser profetas que recuerden permanentemente a sus hermanos la absoluta primacía de Dios. Todo se pasa, también las epidemias, cuando tanta gente se hace preguntas profundas para las que sólo Dios es la respuesta que serena el corazón del hombre. Sólo Dios permanece, sólo Él basta”, apunta recordando las palabras de Santa Teresa de Jesús.

Por ello, destaca la necesidad de la cooperación con la autoridad civil en materia de seguridad sanitaria, pues “está en juego la salud y la vida de nuestra gente”. Pide rezar por los gobernantes “para que el Señor les sostenga e ilumine en su misión”, pues su trabajo no es sencillo en estas circunstancias. Obedecer sí, aunque se esté en desacuerdo. Apunta el obispo que, llegado el caso, “nada nos impedirá expresar nuestra perplejidad si se llegan a adoptar decisiones cuestionables. En situaciones como la que ahora vivimos, el desacuerdo es legítimo; la desobediencia no. La crítica constructiva enriquece y ayuda; pero no la destructiva. La que nace del resentimiento o la frustración sólo contribuye a una fragmentación social que sería perniciosa”.

NO PODEMOS RENUNCIAR A NUESTRA MISIÓN EVANGELIZADORA

Junto a ello, la necesidad de incidir en nuestra esencial misión evangelizadora, “a la que no podemos de ningún modo renunciar. El mismo Estado reconoce la libertad religiosa como un derecho fundamental de los ciudadanos. El culto litúrgico no es una simple oferta cultural; los creyentes lo reconocemos como el manantial del que brota la vida del mundo y la salvación de todos los hombres, gracias a la actualización del Misterio Pascual de Cristo. La catequesis no es una simple actividad extraescolar, sino que forma parte esencial de la inserción de los candidatos en la vida eclesial. El ejercicio de la caridad con los pobres y necesitados no puede limitarse a una mera asistencia de urgencia ante la falta de alimentos, de vestido o de dinero para pagar la calefacción o la luz; exige el encuentro personal que restituya a los hermanos su dignidad personal y la certeza de que son amados. La atención a los enfermos -máxime en estos tiempos- es absolutamente irrenunciable, pues nadie debería abandonar este mundo dejado de la mano de Dios y de la compañía de su comunidad. ¡Ayudemos todo lo posible desde nuestras Cáritas a nuestros hermanos necesitados!”

“Todo esto lo sabéis muy bien”, se dirige Mons. Gil Tamayo a los sacerdotes abulenses. “No han dejado de llegarnos testimonios de gente agradecida por la entrega generosa de sus sacerdotes, a veces incluso con riesgo de su propia seguridad personal, como cuando hemos acudido a administrar la Unción a enfermos con sospecha de coronavirus, protegidos nosotros con los precarios medios de los que disponíamos en marzo y abril. Utilizando un símil del Papa Francisco, nuestro pueblo nos ha sentido caminando con ellos, y nuestros gobernantes y sanitarios han agradecido que fuéramos detrás de ellos, dejando que nos indicaran lo que en esos momentos era técnicamente posible hacer para no contribuir a la extensión de la pandemia”.

En este contexto, se impone una llamada no sólo a caminar al lado o detrás, sino a caminar delante. Una llamada a guiar a los fieles con fidelidad a la Iglesia y creatividad pastoral, “apoyándonos en las nuevas tecnologías, pero sin renunciar nunca al encuentro interpersonal; siendo prudentes para no contaminar a los demás, pero valientes para no temer dar la vida, si fuere necesario, en el servicio del Evangelio”.

APLICACIONES CONCRETAS

Por todo ello, concreta el obispo varios aspectos para que los sacerdotes puedan tener en cuenta en nuestras comunidades cristianas, según las circunstancias de cada lugar:

En la liturgia:

  • Cuidar escrupulosamente los protocolos sanitarios para las celebraciones, respetando siempre las normas relativas al aforo de los templos.
  • No dejar de celebrar la Eucaristía por nuestro pueblo, aumentando si es necesario el número de celebraciones para que a nadie le falte el Pan de Vida.
  • Animar a la Confesión. Pide D. José María que los sacerdotes estén disponibles para ella. “Esta situación ha dejado heridas profundas en el alma de mucha gente. No podemos dejar de administrar el único remedio eficaz, el de la misericordia de Dios”.
  • Recordar a los fieles que lo esencial de los sacramentos (bautizos o bodas) no es la fiesta, sino la gracia que reciben, dando la posibilidad de que puedan renovar el sacramento con los invitados que quieran una vez que pase la pandemia. “Seamos generosos con nuestro tiempo para escuchar, para acompañar, para ofrecer las muchas posibilidades que nos brinda la Liturgia”.
  • En las exequias, el obispo de Ávila indica a sus sacerdotes la necesidad de ser “especialmente delicados”, cuidando el acompañamiento a las familias en el momento de la defunción y en los días posteriores. Especialmente, no dejar de acompañar a las familias en los cementerios. “A veces nos preguntamos qué sentido tiene nuestra presencia en un momento en que apenas podemos decir una palabra, frecuentemente no somos escuchados y parece, en ocasiones, que somos los únicos que rezamos. Sin embargo, la sola presencia es importante y transmite consuelo. En tiempos de epidemia, sería conveniente que estemos nosotros, como sacerdotes, al lado de nuestro pueblo, siendo imagen viva de Cristo, al que no siempre se le escucha en el dolor, pero que siempre está presente”.

En la catequesis:

  • Cumplir el Protocolo realizado por la Delegación de Catequesis con las recomendaciones sanitarias para la educación de niños y adolescentes.
  • Al mismo tiempo, revisar los itinerarios catequéticos. “La Iniciación cristiana de los niños necesita un itinerario continuo, sin interrupciones, que acompañe su crecimiento, desde el Primer anuncio hasta la plena incorporación en la Comunidad cristiana. Los niños y preadolescentes necesitan más que nunca que «curen sus heridas» y la catequesis puede ayudar”.
  • No renunciar a la catequesis presencial, garantizando siempre las medidas de seguridad. Para ello, se pueden buscar soluciones (ampliar horarios, buscar más catequistas o apoyarse en los padres). “Los caminos pueden ser muchos, dependiendo de las características de cada parroquia; pero no se nos olvide nunca que la fe se transmite en la comunidad eclesial y a través del encuentro interpersonal. Usemos las nuevas tecnologías, pero no abusemos de ellas. Internet es útil, pero las redes sociales no sustituyen la riqueza del contacto humano, que es el medio por el que se transmite la fe”.
  • Aprovechar la ocasión para fomentar la catequesis en familia, a revitalizar la familia como Iglesia doméstica. “A los padres que, por miedo al contagio, decidan posponer este año la catequesis parroquial de sus hijos, acojámoslos paternalmente y démosles facilidades. En ningún caso debemos renunciar a los tres años de preparación previstos en el Directorio diocesano”. Y, en los casos de los niños que vayan a recibir la Comunión en 2021, será necesario garantizar la totalidad de la catequesis, sirviéndonos, si fuera necesario, de las tecnologías y de encuentros más reducidos y quizá distanciados en el tiempo.

En el acompañamiento de los grupos:

  • Reuniones de 10 personas máximo para los grupos pastorales (consejos parroquiales, grupos bíblicos, de acción católica, movimientos, etc.). Y siempre, con todas las medidas de seguridad necesarias.
  • Y, cuando no sean posibles las reuniones, Mons. Gil Tamayo pide no descuidar el contacto personal entre los distintos miembros. De esta manera se procurará “no perder conciencia de que formamos una comunidad y alentar en nosotros el deseo de volver a reunirnos cuando sea posible”.

En la dimensión espiritual:

  • Cuidar especialmente la relación personal con el Señor, “el único que da sentido a todo lo que vivimos y que transforma todo sufrimiento en una ocasión de Gracia”. Para ello, propone que los sacerdotes puedan orientar a los fieles en la oración personal, con indicaciones oportunas que les ayuden a alimentar su vida interior.
  • Pide también que en cada parroquia (o, al menos, en las poblaciones con mayor número de habitantes), haya tiempos prolongados con la iglesia abierta para la oración personal. “Se pueden limitar los bancos para ese fin, de manera que sea más fácil desinfectarlos con frecuencia, pero sin privar nunca a nuestros fieles de la posibilidad de visitar al Señor en el sagrario”.