Con una imagen de María Inmaculada presidiendo el Altar mayor, la Catedral acogía la ordenación de diácono de Francisco Javier Calvo Tolosa, un joven natural de Las Navas del Marqués, quien encontró su vocación en el lugar más insospechado.
Medio centenar de sacerdotes del presbiterio abulense (entre ellos, el teólogo Olegario González de Cardedal, y el rector del Seminario, Gaspar Hernández Peludo) participaron en esta celebración, que presidía nuestro obispo D. José María.
La familia de Javier ocupaba junto a él los primeros bancos en el inicio de la Eucaristía. También le acompañaban numerosos fieles de su pueblo, así como de las parroquias de las Cinco Villas y de Sotillo de la Adrada, donde el ahora diácono ha realizado su etapa pastoral. Y muchos, muchos jóvenes, miembros de la Pastoral Juvenil, que han vivido con Javier estos años de camino vocacional.
“En esta fiesta de la Inmaculada, esperamos a efusión del Espíritu sobre Javier, para que sea servidor de Cristo”. Así comenzaba Mons. Gil Tamayo su homilía. En ella, quiso elogiar los valores de la Virgen, en especial su capacidad de entrega y su humildad. “Con su ‘Sí’ obediente, María desata el nudo de la desobediencia de Eva. Ella hizo lo que Dios le pedía, y por ello es madre de Dios, virgen en el parto, asunta en el Cielo. No podemos imitarla en su grandeza, pero sí en su humildad, en su entrega, en su ‘sí’, como ha hecho Javier”.
“María es esclava del Señor, se pone a servir con entrega y humildad. Jesús también es sevidor, vino a este mundo a servir y no a ser servido. Así debes ser, Javier, si quieres parecerte a Jesús. Pues la condición de diácono es la de servicio a la Iglesia y al pueblo de Dios”.
Ha expresado también D. José María su deseo de “que haya muchos más jóvenes que digan ese ‘sí’. Lo pedimos al Señor confiados, a través de la intercesión de nuestros santos”.
Pero, ¿qué le ha pedido al nuevo diácono nuestro obispo? “Que tengas sentimientos propios de la vida de Jesús, que se hizo servidor, que se entrega. Vive la caridad no como un adorno, un añadido, sino como una forma de vida. Vive la fraternidad, la comunión con tu obispo y tu presbiterio. Vive una espiritualidad profunda y universal, y ama al santo pueblo de Dios donde se hace presente Cristo. Sólo lo lograrás si vives una profunda vida eucarística”.
Terminaba Mons. Gil Tamayo de manera directa: ” Querido Javier, ten pasión por Cristo. Querido Javier, ten pasión evangelizadora. Querido Javier, ten pasión por el hombre. Querido Javier, ten pasión por la Iglesia”.
Tras la Liturgia de la Palabra, comenzaba el rito de ordenación, tras el cual, el nuevo diácono, ya revestido, subía al presbiterio para formar parte de él y continuar con la Eucaristía. Una celebración que terminaba con la alegría de los allí presentes, y de toda la Iglesia de Ávila por este regalo en forma de vocación que recibimos en un día tan especial como es este de la Inmaculada.
Imágenes: Gonzalo González de Vega